A vueltas con Montoro



Ahora resulta que el señor Montoro, quien puso muy en duda la calidad de nuestro cine, es un auténtico “fan” de las películas españolas, que dice ver una vez por semana… ¿Resistiría un examen sobre La herida o Caníbal, Las brujas de Zugarramurdi o La gran familia española? Me temo que no, porque el desprecio de este ministro hacia el audiovisual español comenzó solo tomar posesión de su cargo, cuando consideró “insostenible” el coste de series que emitía TVE como “Isabel” y “Águila roja”, que luego la televisión pública ha tenido que recuperar para incrementar sus índices de audiencia. O cuando –después de la última ceremonia de los Goya– sugirió, sin ofrecer datos, que varios actores célebres estaban defraudando a Hacienda.

Además, Montoro confunde las cosas de su propio negociado: la obligación (que no deuda) del Estado respecto a los productoras cinematográficas es la referida a las películas estrenadas en el cuarto trimestre de 2011, cuyas ayudas deben abonarse este año. Pero no, como afirma, en lo que respecta a las de 2012, que se amortizarán el que viene…, si es que la escasa cantidad asignada al Fondo de Protección en el proyecto de Presupuestos Generales lo hace posible. La solución entonces es incrementar ese Fondo mediante una enmienda a dichos Presupuestos, para lo que el sector del cine debe entrar en contacto urgente con los grupos parlamentarios. Así se hizo en la negociación de la Ley del Cine de 2007, hoy subida a los altares después de que, en su día, fuera denostada por los mismos que ahora la ensalzan.

De paso, hay que afirmar dos cosas. Primero, que el señor Montoro no es un “verso suelto” dentro del Gobierno, sino que responde a toda una política oficial de desmantelamiento de los servicios públicos, de la investigación, de la cultura y de cuantos “obstáculos” se enfrenten a su ideología neoliberal. Segundo, que (contra la que decía el editorial de Turia de la pasada semana y ha mantenido, entre otros, Almudena Grandes en “El País”) considero que la solución no pasa por la dimisión de Susana de la Sierra como directora general del ICAA. Todo lo contrario, en estos momentos hay que respaldarla, hay que “empoderarla” –por utilizar un término muy querido por las feministas– para que haga frente a una situación tan grave como la actual. Aunque me temo, y ya hay indicios, de que se parcheará al viejo estilo, con reuniones más o menos “amistosas” e incluso secretas, sin descartar algunas comidas, entre los poderes fácticos del cine español y las instancias oficiales.


Hace año y medio, con motivo de la subida del IVA cultural del 8 al 21% y otros desmanes similares, ya califiqué en estas mismas páginas a Montoro como “un enemigo del pueblo”. Me ratifico, pero no veamos solo en él al “malo de la película”. Es todo el Gobierno del PP el verdadero responsable.

(Publicado en "Turia" de Valencia, octubre de 2013).

Más que dos clubs


Cuando venía a las redacciones de “Triunfo” o “La Calle”, donde firmaba los artículos de tema deportivo como “Luis Dávila”, hablábamos bastante (dentro de lo poco que hablaba Manolo). Pero solo discutíamos de una cosa: de fútbol. Él era, todo el mundo lo sabía, del Barça y había contribuido decisivamente a conformar la “filosofía” del “Més que un club”. Yo era del Madrid, y estaba dispuesto a demostrar con pruebas que se podía ser de izquierdas y militar en el bando madridista. No había manera de ponerse de acuerdo, e incluso esta “confrontación” se produjo una vez en público. Fue en la Casa de Cultura de Avilés, en el marco de una Mesa Redonda –en la que también participaban Víctor Manuel y Vicente Verdú, del Sporting y del Elche, respectivamente– con motivo del Mundial de España y dentro de la que yo actuaba como moderador. Una función que, en cuanto comenzamos, él puso humorísticamente en cuestión: “Un madridista no puede ser nunca moderador de nada”, sentenció. Claro, que esa frase no me extraño lo más mínimo, porque cuando supo de mi “afiliación”, ya dijo en plan Séneca que lo comprendía, porque “hay gente para todo”

Vázquez Montalbán mantuvo en Avilés –igual que en las conversaciones personales– el consabido tópico del Madrid como “equipo del Régimen”, frente al que el Barça se configuró siempre como un signo de identidad catalana y de resistencia al centralismo. Me extrañaba mucho que él, que no era hombre de tópicos, cayera en estos, sin pensar que el Madrid había sido utilizado por el franquismo de la misma manera que la inmensa mayoría de personajes del mundo del deporte o del espectáculo, porque significaba su única tarjeta de visita presentable en el mundo. Y que tan franquistas eran los directivos del Barça como los del Madrid, y que si la “masa social” del primero disfrutaba de una aureola de “resistentes”, lo que yo veía en Chamartín/Santiago Bernabéu era un ambiente popular, no esa amalgama de “señoritos madrileños” filofascistas que nos vendían desde Las Ramblas. De acuerdo, el Barça era “más que un club”, pero también el Madrid en muchos sentidos positivos, a los que yo no renunciaba.

Algo sí me convenció plenamente de cuanto Manolo dijo en Avilés y repitió en otras ocasiones: “Creo que todas las personas necesitan una cierta dosis de irracionalismo; hay quien cree en marcianos, quien es practicante religioso y su fe la gasta en una determinada confesionalidad. Yo consumo mi dosis de irracionalidad siendo partidario de un club de fútbol. Esto me permite no ser irracional en otros tratamientos, como en política o en las relaciones personales. Soy irracional en mi compromiso futbolístico, en mi fidelidad a un club concreto”. Perfecto. La pertenencia a un equipo está ligada a cuestiones casi siempre sentimentales, que arrancan desde la infancia y se prolongan a menudo en un cierto “inconsciente colectivo” que tiene poco de racional.

Murió Vázquez Montalbán hace una década y no ha podido contemplar los grandes éxitos de su Barça. Él, que siempre lo consideró como un club con vocación “perdedora, victimista, jeremíaca”, no ha visto cumplida su profecía de que, por ello, “quizá el Barça empiece a perder socios cuando gane la Liga cada año”… Habría disfrutado en las últimas temporadas y sería estupendo haber conocido su interpretación de los triunfos. Como, en un tema ya mayor, nos falta su criterio –siempre inteligente y lúcido– sobre la actual situación de Cataluña y España. Le echamos mucho de menos.

(Publicado en "Turia" de Valencia, octubre de 2013).