Entre Kore-eda y el Papa Francisco


"Un asunto de familia", de Hirokazu Kore-eda

Que Hirokazu Kore-eda centre su película en una familia, no puede sorprender a quien conozca mínimamente la obra del gran cineasta japonés. Que privilegie una filiación no basada en la sangre, sino en lazos afectivos, sonará cercano a los que, por ejemplo, vieran en su día ‘De tal padre, tal hijo’, ‘Nuestra hermana pequeña’ o más lejanamente ‘Nadie sabe’. En definitiva, viene a decir siempre su autor, lo que importa realmente son las estrechas relaciones que se establecen entre aquellos que comparten su vida juntos dentro de una cierta armonía y con una comunidad de intereses sentimentales. ‘Un asunto de familia’ (o Shoplifters, su título en inglés), que se presenta dentro de la Competición Oficial de Cannes, participa de estas constantes básicas, aunque con acentos particulares y diferenciadores.

Acentos que tienen que ver con el tipo de comunidad familiar que Kore-eda ha elegido en este caso: de clase baja trabajadora, aunque poco por uno u otro motivo, que efectúa pequeños robos cotidianos y cohabita en un espacio muy reducido, al que no dudan en integrar una niña que encuentran en la calle y a la que deducen que sus padres maltratan. Pero hay más cosas ocultas de las que parece, reveladas en el último tercio del film y que yo no voy a tener el mal gusto de descubrirles. Baste con la frase leída que, según el propio realizador, le sirvió de inspiración: “Solo el delito nos unió”, para basándose en ella, “arrojar una luz diferente sobre una familia disfuncional”. Tras el paréntesis que significó su película anterior, ‘El tercer asesinato’, Kore-eda regresa ahora a ese territorio que domina, aunque de manera algo menos convincente que en otras ocasiones, dejando en el aire ciertos interrogantes sobre la trama que apetecería ver resueltos.

"Un hombre de palabra", de Wim Wenders

También de la familia habla, y mucho, el Papa Francisco en el documental ‘Un hombre de palabra’, que le ha dedicado un confesional Wim Wenders y que está coproducido por el propio Vaticano. Quizá el mejor resumen de cuanto supone este trabajo lo ha escrito el periódico “Grazia” que se edita diariamente en Cannes, al afirmar que “es probable que un documental norcoreano sobre Kim Jong-un se distancie más del personaje que retrata de lo que lo hace ‘Un hombre de palabra’…”. Ello no significa que carezca de interés alguno, sobre todo por las entrevistas en primer plano que vemos con el Pontífice. Para expresar en ellas su criterio sobre lo divino y lo humano, desde la protección de la naturaleza y la erradicación de la pobreza hasta la crisis de los refugiados, el papel de la mujer o la pederastia entre los eclesiásticos, pasando por una decidida defensa del sentido del humor, al que Francisco dice encomendarse todas las mañanas. Le sobran a este documental hagiográfico, mostrado en una Sesión Especial, los fragmentos en que el cineasta alemán reconstruye momentos de la vida de San Francisco de Asis, mientras en su conjunto denota el buen hacer de Wenders dentro del género, desde luego más consistente que en sus últimos films de ficción.

De Italia llegaba también a la Competición ‘Lazzaro felice’. Raro, extraño, seductor a ratos y desesperante en otros este tercer largometraje de Alice Rohrwacher, que obtuviera con ‘Las maravillas’ el Gran Premio del Jurado de Cannes en 2014. Lo bueno es que, desde el primero de ellos, ‘Corpo celeste’, cabe observar los progresos de una cineasta de 37 años a la que se le va viendo plasmar poco a poco sus búsquedas creativas. Integra ‘Lazzaro felice’ materiales de la tradición del cine de su país (el relato campesino a lo Olmi, la picaresca de la comedia italiana, resabios de Pasolini) para ir elaborando una personalidad propia, que se aleja nítidamente del realismo para introducirse en una vertiente entre fantástica y poética.

"Girl", de Lukas Dhont

Y anoten en sus agendas un título que merece mucho la pena: ‘Girl’, la “opera prima” del belga Lukas Dhont, que ha sido lo mejor visto hasta ahora en la sección paralela Un Certain Regard. La lucha de un transexual de 16 años contra un físico masculino que rechaza y, al tiempo, ejercitarlo duramente para cumplir su vocación de bailarina, no solo conmueve e impresiona, sino que enlaza con aquello que es más distintivo del arte contemporáneo, el protagonismo del cuerpo humano.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 15 de mayo de 2018).

Jafar Panahi sigue retenido en Irán


No ha podido venir Jafar Panahi a Cannes para presentar su película ‘3 rostros’ en la Competición Oficial. El régimen iraní se lo sigue prohibiendo, después de la condena política que provocó su disidencia respecto a él. También tiene prohibido filmar, pero se las arregla para hacerlo, como ha demostrado desde sus anteriores films desde 2011 y corrobora ahora la que acabamos de ver. A Panahi solo le queda la Palma de Oro para conseguir el “Grand Slam” del cine mundial, tras haber logrado el León de Oro en Venecia con ‘El círculo’ en el 2000 y el Oso de Oro en la Berlinale de 2015 con ‘Taxi Teherán’. También posee la Espiga de Oro de la Semana de Valladolid de 2003 gracias a ‘Sangre y oro’, ocasión en la que contamos con su presencia, inolvidable para quienes entonces organizábamos el Festival.

"3 rostros", de Jafar Panahi

Por tanto, en sus condiciones actuales, no resulta nada extraño que Panahi aborde una película sobre la intolerancia, concretada en la que ejercen tradiciones, prejuicios y costumbres en un recóndito pueblo montañoso del noroeste de Irán. Hasta allí viaja el propio cineasta en compañía de una actriz, muy popular por sus series de televisión, que ha recibido el vídeo de una joven que implora su ayuda para evitar el suicidio que se dispone a cometer, debido a la prohibición de su familia, y la animosidad del pueblo en general, para que desarrolle su vocación interpretativa. El conflicto entre el deseo de realización personal y la coerción social ejercida por el conservadurismo a ultranza se erige así como núcleo central de ‘3 rostros’, clara metáfora de la situación que está viviendo su autor.

En su sentido estilístico, la película recuerda mucho al cine del fallecido Abbas Kiarostami (de quien Panahi fue ayudante en ‘A través de los olivos’), con el largo recorrido en coche hasta llegar a la aldea y los sucesivos encuentros con los lugareños. Pero existe una diferencia fundamental entre uno y otro: mientras Kiarostami veía a esos nativos con un cierto cariño y ternura poética, Panahi los observa con una fuerte carga crítica, denunciando usos y prácticas ancestrales, aunque en ocasiones no sin sentido del humor. Hasta llegar a un largo y bello plano general de cierre, donde se sugiere un ideal de encuentro y liberación y que, en su aspecto formal, parece homenajear al último de la citada ‘A través de los olivos’. Es ‘3 rostros’, sin duda, una excelente película.

No cabe decir lo mismo de ‘Les filles du soleil’, segundo largometraje de Eva Husson, próximo geográficamente al anterior pero muy distinto en cuanto a resultados. Incluido asimismo en la Sección Oficial competitiva, se adentra en la lucha de un pelotón de mujeres kurdas, que el espectador contempla apoyado en una reportera de guerra francesa que les acompaña, recurso sumamente artificial. Se entiende que se ha querido hacer una película para el llamado “gran público”, el que no se halla muy familiarizado con este conflicto y que acostumbra a ver documentales como los que existen sobre el tema. Pero las concesiones que para ello efectúa son excesivas, desde una narración en “flash-backs” demasiado explicativa, unas secuencias de acción convencionales e incluso un maquillaje de la actriz protagonista, la muy cotizada en Francia Golshifteh Farahani, totalmente inadecuado para una arriesgada combatiente. Por este cúmulo de factores, no deja de recordarme ‘Les filles du soleil’ a aquellas ‘Libertarias’, de Vicente Aranda, sobre mujeres anarquistas en nuestra Guerra Civil.

"Fahrenheit 451", de Ramin Bahrani

Envuelto en tormentas de copiosas lluvias, lo que siempre es un disgusto en un Festival tan apretado de horarios y con necesidad de hacer tan largas colas de espera, también nos lo hemos llevado viendo el “remake” de ‘Fahrenheit 451’ realizado por Ramin Bahrani para la cadena televisiva HBO, y que convierte la gran novela de Bradbury –tan inolvidablemente adaptada por François Truffaut– en una simple y vulgar película de acción futurista. Menos mal que a los madridistas nos queda el consuelo de que hoy ha venido hasta Cannes Keylor Navas para asistir, invitado por el “stand” costarricense del Mercado del Film, a un documental biográfico que se titula nada menos que ‘Hombre de fe’…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 14 de mayo de 2018).


Crece el entusiasmo por "Guerra Fría"


"Guerra Fría", de Pawel Pawlikowski


Ya les comenté, en mi crónica de ayer, las muchísimas bondades de la película polaca ‘Guerra Fría’. Y hoy solo quiero constatar que es una opinión generalizada en Cannes, tanto en medios cinematográficos como periodísticos. Prueba de ello es que el film de Pawel Pawlikowski se ha situado, con ventaja, en las puntuaciones ofrecidas por las revistas profesionales como “Screen” o “Le Film Français” que se editan diariamente en el certamen, y que todo el mundo habla de las virtudes de esta “preciosa historia de amor a lo largo y a contracorriente de tiempos muy difíciles”. Es todavía pronto, pero no resultaría nada extraño que ‘Guerra Fría’ acabe convirtiéndose en lo que suele llamarse “la película del Festival”.

Otros directores prestigiosos han acudido a la Competición de esta jornada: el eterno Jean-Luc Godard con “Le Livre d’image’ y Jia Zhang-Ke con un film que viene traducido del original chino con dos títulos distintos, según se prefiera el francófono o el anglófono: ‘Los éternels’ y ‘Ash is Purest White’. Empecemos por él, porque proviene de un cineasta que se ha ganado el respeto, sobre todo de la crítica, mediante su obra anterior, cuyas muestras más recientes han sido ‘Un toque de violencia’ y ‘Más allá de las montañas’, de 2013 y 2015 respectivamente, ambas presentadas en Cannes.

Cubriendo un arco temporal entre comienzos de este siglo y la actualidad, Jia Zhang-Ke aborda la relación entre el jefe de un “gang” local y su amante, que permanece afectivamente ligada a él pese al olvido de este tras cinco años de prisión que ella debe pagar por salir en su defensa. Diferenciada su narración en tres partes y mostrando las radicales transformaciones de la sociedad china, ambas cosas ya “típicas” en su autor, la película destaca por la sólida configuración de su protagonista femenina, todo lo contrario de una mujer pasiva y que lucha, hasta cierto momento, por recuperar un amor desesperanzado que le lleva a la soledad. Quizá las casi dos y media que dura el film acaben siendo contraproducentes para su completo logro.

Ante Godard y su ‘Libro de imagen’, que fue llamándose sucesivamente ‘Tentativa de azul’ e ‘Imagen y palabra’, puede decirse algo similar que respecto a sus precedentes ‘Film Socialisme’ o ‘Adieu au langage’: que lo único que me impresiona es la confusión e impotencia que revela un anciano de ahora 87 años, recluido en su casa de la suiza Nyon, frente a un mundo exterior cuyas claves ya no entiende. Estos sucesivos “collages” de imágenes, textos escritos y voces en “off”, fragmentados hasta hacerlos incomprensibles en la mayoría de las ocasiones, suponen ante todo el testimonio de alguien que ha perdido su comprensión de la realidad, por más que balbucee –como en este caso– sobre la revolución, la violencia, el terrorismo, los medios de transporte, el mundo árabe, el islam o los dedos de una mano, en los que considera que se deposita la inteligencia… Prefiero sin duda, pese a su petulancia habitual, a aquel Godard al que homenajea el cartel oficial de Cannes’18, con Anna Karina y Jean-Paul Belmondo besándose alegremente desde sus respectivos coches en ‘Pierrot le fou’.

"Un día más con vida", de Raúl de la Fuente y Damian Nenow

Un mundo conflictivo que, años atrás, reflejase el famoso periodista Ryszard Kapuscinski en sus reportajes y en libros como ‘Un día más con vida’ (editado en España por Anagrama), donde recoge sus experiencias en los inicios de la Guerra de Angola, que comenzase en 1975. Sobre él, con un 75% de animación y un 25% de documental, se ha elaborado una ambiciosa película con el mismo título y que codirigen el español Raúl de la Fuente y el polaco Damian Nenow con unos resultados muy estimables. Presentada en Sesión Especial del certamen, ‘Un día más con vida’ lo merecía por lo arriesgado de su propuesta, la potencia y expresividad de su dibujo y un buen guion que da también cabida a la presencia actual de varios de los personajes reales con los que Kapuscinski, fallecido en 2007, convivió en Angola. Merece la pena reseñar que tanto la viuda como la hija del reportero, que acudieron al pase oficial, mostraron su emoción y su acuerdo con la adaptación realizada.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 13 de mayo de 2018).


La Semana de la Crítica sorprende con "Wildlife"


"Wildlife", de Paul Dano 

Con cierta frecuencia, las secciones paralelas de Cannes sorprenden con películas que superan a las de la Sección Oficial. Así ha sucedido con ‘Wildlife’, que inauguraba la Semana de la Crítica, dedicada a primeras obras, en este caso de un actor norteamericano, Paul Dano, conocido por ‘Pequeña Miss Sunshine’ o ‘Juventud’. Se trata de la adaptación de la novela homónima de Richard Ford (publicada en España por Anagrama en 1991, bajo el título de ‘Incendios’), que han llevado a cabo el propio Dano y su mujer, Zoe Kazan, nieta del famoso cineasta. “El libro restituía lo que para mí es la esencia de la vida familiar. Puede recibirse mucho amor dentro de ella, pero también vivir enfrentamientos muy duros que marcan para siempre tu existencia”, ha comentado el realizador a la hora de definir su atracción por la novela, a la que ha dotado también de rasgos autobiográficos. Visibles incluso en el adolescente de 14 años elegido para ser protagonista, con rasgos físicos muy similares a los del mismo Dano.

Esa historia familiar viene narrada con una sobriedad de lenguaje fílmico que hace de la contención y el clasicismo narrativo sus marcas de identidad. No hay en ‘Wildlife’ excesos a la hora de narrar los problemas de un matrimonio en conflicto y su hijo, a través del que contemplamos toda la historia. Con la siempre excelente Carey Mulligan y el también Jake Gyllenhaall en los papeles de los padres, la película va encaminándose a un final muy relevante de la que sin duda será una de las “operas prima” de la temporada.

Mayor interés aun en el caso de ‘Guerra Fría’, del polaco Pawel Pawlikowski (el autor de ‘Ida’, Oscar en 2015), dentro de la Competición de Cannes. Se trata de una preciosa historia de amor a través del tiempo, de los duros tiempos que evoca el título del film, entre un pianista y director de coros y una cantante y bailarina que se conocen como pertenecientes a un grupo folklórico similar a los que en España organizaba la Sección Femenina. El exilio de él en Francia, al que ella no le sigue aunque años después también lo emprenderá tras el “matrimonio blanco” con un italiano que le permite salir del país, determina una serie de reencuentros cada vez más difíciles y dramáticos, pero con la continuidad de un amor solo cortocircuitado por la existencia de dos bloques políticos antagónicos. Rodada en blanco y negro y en un clásico formato cuadrado –como ya lo estaba ‘Ida’–, posee ‘Guerra Fría’ la solvencia del buen cine, del hecho con el máximo cuidado artístico. Aparte del de Pawlikowski, apunten los nombres de la actriz Joanna Kulig y el director de fotografía Lukasz Zal, porque, aunque no les resulten precisamente familiares, no sería nada extraño encontrarlos en el Palmarés de este año.

Espero que no suceda lo mismo con la francesa ‘Plaire, aimer et courir vite de Christophe Honoré, una monótona, repetitiva y cien veces mucho mejor hecha sobre los amores de un escritor homosexual en los años más tremendos del Sida, durante la década de los 90. Plana y peyorativamente literaria, contiene varios de los defectos más habituales del actual cine galo: incesantes diálogos que naufragan entre lo pretencioso y lo obvio, personajes que se relacionan según conviene al guion, falsedad generalizada… Primera presencia francesa en la Competición Oficial, esperemos que mejore en los tres títulos del país vecino que nos quedan.

Hacíamos referencia, al comenzar esta crónica, del inicio de la Semana de la Crítica con ‘Wildlife’. Pues bien, también las otras dos secciones paralelas, Un Certain Regard y la Quincena de Realizadores, han roto aguas, como cabía deducirse ayer de la participación de ‘Petra’ en la segunda de ellas. Precedida por ‘Pájaros de verano’, del colombiano Ciro Guerra, esta vez con la codirección de la productora Cristina Gallego, interesante indagación sobre los orígenes, en los años 70, de los cárteles de la droga entre las comunidades indígenas, pero de menor relieve que otros films suyos, sobre todo ‘El abrazo de la serpiente’, de tres años atrás. Mientras que Un Certain Regard encomendaba su arranque a ‘Donbass’, del ucraniano Sergei Loznitsa, constituida por un duro y casi documental panorama de trece episodios sobre la guerra en su país, entre los que el intento de linchamiento de un hombre acusado de “fascista” resulta incluso muy difícil de soportar.

"Donbass", de Sergei Loznitsa

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 12 de mayo de 2018).

Jaime Rosales abre la presencia de directores españoles


Es la Quincena de Realizadores la que ha acogido la primera participación de un director español en Cannes de 2018: Jaime Rosales con ‘Petra’, una tragedia contemporánea que continúa el nivel de exigencia mantenido por el autor de ‘La soledad’ a lo largo de sus seis largometrajes. En palabras suyas, ‘Petra’ parte de “la búsqueda del padre por parte de una chica, sumergiéndonos en un viaje interior de búsqueda de la identidad”, y refleja “la imposibilidad de controlar el destino, cuando alguien empieza una búsqueda y todo detona en una serie de acontecimientos que no controla”.

"Petra", de Jaime Rosales

Filmada en largos planos secuencia y narrada en un orden no cronológico, la película exige la atenta atención, e incluso la participación cómplice del espectador, en este crudo reflejo de la personalidad de ese padre (un escultor de éxito, prototipo de mala persona) y de hasta qué punto ha condicionado la existencia de cuantos le rodean. Supone, de alguna forma, un retrato de la maldad en estado puro y de sus consecuencias a todos los niveles. En este sentido, ‘Petra’ no es un film complaciente y en el que Rosales vuelve a arriesgar con un estilo diferente, el que –dentro de sus opciones artísticas– considera más adecuado al relato. Así lo ha hecho siempre, según desmenuza en su reciente libro ‘El lápiz y la cámara’, al plantearse cada proyecto con unas opciones narrativas distintas. Tras ‘Las horas del día’ (2003) y ‘Sueño y silencio’ (2012), es la tercera vez que Rosales se halla incluido en la Quincena, mientras que la citada ‘La soledad’ (2007), que ganase el Goya a la Mejor Película, y ‘Hermosa juventud’ (2014) lo fueron en otra sección paralela, Un Certain Regard. Todo un habitual de Cannes, como suele decirse, algo muy poco frecuente entre los actuales cineastas españoles, Almodóvar aparte.

Se abría con ‘Petra’ la presencia de nuestros directores en este Festival, dado que la inauguración con ‘Todos lo saben’ venía firmada por un iraní, como ya comentamos ayer. Mejor que en ediciones anteriores, pero no demasiado satisfactoria, esa participación se completa con otro título en la Quincena de Realizadores, ‘Carmen y Lola’, una historia de amor lésbico dentro de un contexto gitano, en la “opera prima” de Arantxa Echevarría; una Sesión Especial con ‘Un día más con vida’, adaptación del relato homónimo de Kapuscinski, coproducción hispano-polaca codirigida por Raúl de la Fuente y que mezcla animación e imagen real; y ‘El ángel’, del argentino Luis Ortega, otra coproducción, en este caso de El Deseo, que ha programado Un Certain Regard. Además de la clausura a cargo de ‘El hombre que mató Don Quijote’, también coproducción y ya liberada por un Juzgado de París de la caución que había sobre ella para que cerrara esta edición, aunque la decisión final sobre quién detenta realmente los derechos de la película deberá esperar hasta el 15 de junio. Por lo menos, Terry Gilliam, su director, parece recuperarse bien de su ictus.

"Verano", de Kirill Serebrennikov

En cuanto a la Competición Oficial, hemos tenido ‘Verano’, la original y bien ambientada reconstrucción de la vida de un grupo ruso de “rock” en los años de Breznev y los inicios de la “perestroika”, a cargo de Kirill Serebrennikov, a quien se ha prohibido viajar a Cannes, oficialmente por sus problemas con la Justicia a raíz de unas subvenciones para su grupo teatral, pero parece que en realidad por su disidencia hacia el régimen de Puttin. Y ‘Yomeddine’, primera película del egipcio A. B. Shawky, cuya trama no me resisto a describirles: el viaje que un leproso (ya curado, pero con patentes secuelas de su enfermedad) y un niño nubio, huérfano de diez años, que malviven en un enorme basurero, emprenden en un viejo burro para encontrar a la familia del primero, trayecto en el que encuentran la solidaridad de, entre otros marginados, un hombre sin piernas a consecuencia de un accidente, o un compañero suyo, enano y con insuficiencia respiratoria… Pues, a pesar de este cúmulo de tremendismo, tiene momentos divertidos, en una película que uno se pregunta qué demonios hace en toda una Sección Oficial. Será que también así, complaciéndose en mostrar las miserias del Tercer Mundo, Cannes fabrica su famoso “glamour”…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 11 de mayo de 2018).

Cuando la inauguración de Cannes habla español



Daba gusto que, por una vez, la inauguración de Cannes fuera, con ‘Todos lo saben’, hablada en español. Y que una pareja de intérpretes de nuestro país, Penélope Cruz y Javier Bardem, hayan sido las estrellas más solicitadas en la alfombra roja. Eso sí, muy cerca de la atención que despertaron Cate Blanchett, como presidenta del Jurado Internacional, y Martin Scorsese, venido para recibir la Carrosse d’Or de la Quincena de Realizadores; ambos, al unísono, declararon abierta la 71 edición del Festival.

Dice Bardem que ‘Todos lo saben’ es “una película más española que muchas de las películas españolas que he hecho”. Tiene razón, porque esta coproducción mayoritaria de nuestro país (Morena Films) así lo denota en casi todo, salvo en el aspecto fundamental de que su guionista y director, Asghar Farhadi, es iraní... Lo que impregna claramente la película de esa personalidad propia que viniera demostrando a través de ‘A propósito de Ely’, ‘Nader y Samin, una separación’, ‘El pasado’ o ‘El viajante’. Impronta que cabe resumir en su forma de revelar los entresijos de un grupo humano tomando como partida un hecho dramático. El que utiliza en este caso no se lo descubriré a ustedes, pero da origen a un duro retablo familiar que, si bien resulta coherente con las preocupaciones éticas y morales de su autor, no alcanza el nivel de otros títulos suyos. Sobre todo, por un nudo narrativo excesivamente previsible y algunos personajes desdibujados, lo que no impide la solidez de ‘Todos lo saben’ como una obra estimable.

Javier Bardem y Penélope Cruz, minutos antes de la presentación de "Todos lo saben"

Nacía así una edición del Festival sobre el que, cuando apenas se ha iniciado, ya pueden mencionarse varias notas de relieve. En primer término, la abundancia de cineastas que participan por primera vez en la Competición Oficial, 10, casi la mitad de los 21 que aspiran a la Palma de Oro, y que tendrán que verse las caras con nombres tan conocidos como Godard, Nuri Bilge Ceylan, Matteo Garrone, Spike Lee, Hirokazu Kore-Eda o el propio Farhadi (el “perdonado” Lars von Trier, con su ‘La casa que Jack construyó’, va fuera de concurso, igual que el Wim Wenders de ‘El Papa Francisco’). Ello indica la apuesta de Cannes por “una nueva generación de cineastas”, rompiendo así su casi exclusiva predilección por los autores consagrados.

En segundo lugar, la “revolución” que ha supuesto el tiempo y manera en que la Prensa ve las películas de la Sección Oficial. Lo establecido, aquí y en todos los Festivales, es que los periodistas las conozcan antes que nadie para poder escribir con tiempo sus crónicas. Pues bien, intentando contrarrestar la oleada de “whatsApps”, “twits” y páginas digitales que podrían “quemar” un determinado film con antelación a su “première” oficial, el certamen ha decidido que la Prensa lo vea simultáneamente a ella o a la mañana siguiente, lo que ha provocado el enfado de los medios internacionales ya que, para su edición en papel, supone un retraso en su publicación de dos días respecto al estreno en el certamen.

En tercer lugar, la incertidumbre que todavía domina sobre que ‘El hombre que mató a Don Quijote’, de Terry Gilliam, también coproducción mayoritaria española, vaya a ser la película que clausure el Festival. El motivo es que un juez tiene que decidir si queda incautada o no, en función de su criterio respecto a la querella presentada por el productor inicial, Paolo Branco, por considerar que ha existido “apropiación indebida” de su proyecto. De lo que no cabe duda es que a ‘El hombre que mató a Don Quijote’ le persigue ese mal fario que ya impidió su realización veinte años atrás y que se prolonga con el incidente cerebral recién sufrido por Gilliam.

Otro tema relevante, pero que sigue coleando desde la pasada edición, es el de la relación de Cannes con Netflix, que se traduce en que este año no hay aquí películas de la plataforma, con lo que significa dada la relevancia de los títulos que produce. El Festival se mantiene en su principio de que lo que no puede exhibirse en salas no puede competir, aunque sí venir a otras secciones paralelas, lo que –a su vez– a Netflix no le interesa.


En quinto lugar, pero no menos importante sino todo lo contrario, el fuerte eco que la denuncia de abusos sexuales a raíz del “caso Weinstein” va a encontrar en esta edición. Diversos actos lo demostrarán, en especial uno muy en la línea de los fastos cannesinos: la concentración de cien mujeres cineastas, ya sean directoras, actrices o profesionales de otras ramas, para los correspondientes agasajos y fotos (que no sean “selfies”, prohibidos este año por la organización). E incluso se ha activado un número de teléfono por si se produjeran “contactos indebidos” entre los asistentes al Festival.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 10 de mayo de 2018).

Un Espejo entre montañas




Boltaña es un pequeño pueblo de mil habitantes, situado en la comarca de Sobrarbe, dentro del Pirineo Aragonés y a la sombra del Monte Perdido. La localidad cercana más relevante es Aínsa, con un conjunto medieval de valía histórico-artística y donde confluyen los ríos Ara y Cinca.

Pues bien, no se han equivocado ustedes y se han ido a una sección de Geografía. No, están dentro del terreno cinematográfico que recorre siempre “El Tema de Lara”. Porque en ese reducido núcleo de Boltaña se celebra desde 2002 el Festival Internacional de Documental Etnográfico, que, por lo tanto, ha llegado a la friolera de dieciséis ediciones bajo el título de Espiello (Espejo, en lengua vernácula) y que ofrece una variada muestra dentro del género, entendido de forma bastante flexible. Aparte de la Competición Oficial, a la que concurrían este año 16 producciones de diferentes países, entre las que resultó vencedora Atrápala y corre, de la catalana residente en Berlín Roser Corella, sobre el secuestro de mujeres en Kirguistán con fines matrimoniales, hay numerosas secciones –quizá demasiadas– que completan la programación. Que también incluía un Homenaje a la cineasta Patricia Ferreira por su destacada labor documental y un reconocimiento a la Academia de Cine por su proyecto “Cine y Educación”, actualmente ya terminado y pendiente de ser presentado.

Traigo a colación Espiello porque me parece un certamen ejemplar por varios motivos. Hace falta mucho arrojo para celebrar un Festival con este enfoque y en una población tan pequeña, como se precisa para llevarlo a cabo con solo 35.000 euros, excelentemente aprovechados por el equipo dirigido por Patricia Español y formado en su mayor parte por voluntarias y voluntarios que se desviven por su trabajo y por atender a los profesionales invitados. Y lo llevan a cabo con una atención y eficacia que para sí querrían certámenes que disponen de mayores medios, más oropeles y se sitúan en grandes centros urbanos. Aquí, en Boltaña, todo el pueblo se vuelca con su Festival, al que consideran como algo propio y muy querido, ya sea trabajando para él o llenando sus sesiones, a las que también acuden espectadores de otras localidades vecinas para disfrutar de algo tan específico como los documentales etnográficos.

Entrada al Palacio de Congresos de Boltaña, donde se celebra el Festival

No es tampoco Espiello un caso aparte dentro de la geografía española. Por fortuna, en numerosos lugares existen iniciativas que demuestran la pasión por el cine más allá de barreras que cabría considerar como infranqueables. Frente a un pesimismo tantas veces inmovilista, sigue habiendo gentes que creen en la fascinación de las imágenes sobre una gran pantalla. Boltaña lo demuestra con un acento especial, quizá el que le otorga la Historia, bajo la mirada de ese su castillo del siglo XI al que se accede tras ardua subida…

(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2018).

Misión cumplida




Ya está. En el plazo previsto, antes de Semana Santa y tras nueve meses de intenso trabajo, el Documento Marco sobre ‘Cine y Educación’ ha sido entregado a los responsables de la Academia. Todo un proceso de gestación hecho realidad mediante la labor de una quincena de personas que han cumplimentado la tarea encomendada. Los pasos siguientes ya no están en nuestras manos, sino en las de quienes tienen que poner en práctica el Plan de Alfabetización Audiovisual que planteamos.

Se compone este Documento Marco de una exposición de los objetivos y posibles itinerarios en diez puntos, y de cinco Anexos fundamentales que los complementan y enriquecen. El primero de ellos, elaborado por el Gabinete de Comunicación y Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona, es un análisis pormenorizado de la legislación y las prácticas hoy existentes en materia de enseñanza audiovisual y de formación del profesorado en todas y cada una de las Comunidades Autónomas, a las que –como se sabe– se hallan transferidas las competencias educativas. El segundo Anexo lo constituye una reseña paso a paso, cuya autora es Marta Tarín, de cuantas iniciativas particulares existen actualmente en el territorio español dentro de este campo y que superan el centenar. El tercero supone una amplia recomendación de películas, de largo y cortometraje, en función de las edades y los tramos educativos a los que podrían ir destinados, como guía práctica donde la experiencia de Ángel Gonzalvo con el Programa ‘Un Día de Cine’, del Gobierno de Aragón, ha resultado fundamental. El cuarto Anexo ofrece un listado de cien películas de referencia del cine español entre 1930 y 2000, intentando que sirva como sugerencia para crear videotecas en institutos y colegios de la misma manera que existen en ellos bibliotecas. Y el quinto y último recoge media docena de actividades complementarias, que cabría llevar a cabo de forma paralela al Plan.

En total, un Documento Marco y sus Anexos de más de doscientos folios, en el que creemos sinceramente que se halla no solo una recopilación de lo que existe en una u otra medida, sino, sobre todo, de un auténtico semillero de ideas y propuestas. Ya dijimos en nuestro anterior artículo para la revista ‘ACADEMIA’ (noviembre-diciembre de 2017) y que titulamos ‘Sin prisa, pero sin pausa’, que el empeño no se iba a limitar a un par de páginas de buenas intenciones, sino de algo mucho más ambicioso y, al tiempo, práctico que pondríamos a disposición de las autoridades educativas de ámbito estatal y autonómico. En próximas fechas este documento les será presentado, igual que a los académicos, los sectores pedagógicos y cinematográficos y los medios de comunicación.

Me parece de justicia citar a las personas que han integrado el muy eficaz Grupo Consultivo de Trabajo que ha llevado a término el Proyecto: Agustín García Matilla (Universidad de Valladolid), Jacobo Martín Fernández y Araceli Gozalo (ICAA), Rebeca Amieva (ECAM), Carlos Antón y Jaume Canela (EGEDA), Begoña Soto y David Castro (Unión de Cineastas), Estela Artacho y Olga Martín Sancho (FEDICINE), Ángel Gonzalvo (Programa ‘Un Día de Cine’) y Maryse Capdepuy (Programa ‘Más Cine’), con Mercedes Ruiz y yo mismo actuando de coordinadores, junto a Marta Tarín como decisiva coordinadora adjunta por parte de la Academia, y con el auspicio de su Director General, Joan Álvarez.

Por tanto, ‘misión cumplida’ por nuestra parte. Pero no en cuanto al Plan de Alfabetización Audiovisual propiamente dicho… Ahora, la pelota está en el tejado de quienes pueden y deberían, de una vez por todas, llevarlo a cabo.

·       Fernando Lara ha sido Coordinador del Proyecto ‘Cine y Educación’


(Publicado en la revista "Academia", mayo-junio de 2018).


Carta a los padres



Queridos amigos y amigas:

¿Saben que, según recientes estudios sociológicos, cada niño y adolescente de nuestro país pasa entre tres y cuatro horas diarias ante una pantalla? Ya sea la del ordenador, el televisor, la “tablet” o el móvil, se sitúan sin cesar ante unas imágenes con las que se sienten familiarizados desde muy pequeños. Lo vemos todos los días, lo percibimos con nuestros hijos, a quienes tantas veces sentimos más pendientes de las pantallas o de las redes sociales que de lo que viven en el núcleo familiar. Resulta muy difícil “desengancharles” de cuanto les llega a sus ojos, ya sea por “WhatsApp”, “chats”, “Facebook” o cualquier otra forma de comunicación virtual.

No es su culpa, ni tampoco –totalmente– la nuestra. Responde a una tendencia de la sociedad a mantenerse continuamente intercomunicados y, cuando no, contemplando imágenes en una u otra pantalla. A veces, sobre todo los fines de semana, en las grandes, las de las salas de cine donde acuden a ver las películas que más reclaman su atención, las mejor promocionadas, casi siempre espectaculares producciones de Hollywood repletas de héroes invencibles, efectos digitales y, habitualmente, una violencia desaforada. Pero, en el día a día, lo que dominan son las otras pantallas que se multiplican a su alrededor y de las que resulta muy difícil escaparse.

Pero esas imágenes, igual que las de la publicidad, los “clips” o los videojuegos, se basan en un lenguaje heredado del cine, de su evolución y cambios desde que naciera en 1895. Sus casi 125 años de existencia han generado una manera de contar las historias y, en definitiva, de ver el mundo que se ha expandido hacia los otros medios. Por ello, ¿no creen, queridos madres y padres, que ha llegado el momento de que sus hijos conozcan bien a fondo ese lenguaje, su Historia y estética, las diversas maneras de utilizarlo, ya sea como una forma de expresión o, en el peor de los casos, como un instrumento de manipulación de sus receptores?

Me voy a atrever a pedirles, entonces, un favor: soliciten a los centros a los que vayan sus hijos que instauren o desarrollen la educación audiovisual en sus programas didácticos (dentro o fuera de las aulas), motiven a sus Asociaciones para que insistan en este sentido, presionen a los poderes públicos para que –de una vez por todas– se implante en España una enseñanza de las imágenes, al igual que se hace, por ejemplo, con la de la palabra y que se practica en buena parte de los países europeos.

Solo consecuencias positivas tendrá esa enseñanza: un ya imprescindible conocimiento del lenguaje audiovisual; un mayor disfrute de cuanto procura una buena película o una buena serie; un instrumento de defensa ante lo que otros traten de imponernos mediante la manipulación y los falsos valores, y, en definitiva, un mayor espíritu crítico que contribuya al desarrollo y enriquecimiento personales.

No es tan difícil, ya lo verán. Es cuestión de ponerse a ello y de que exista un verdadero respaldo social para que se lleve a cabo. Así se va a conseguir.

Cordialmente,

Fernando Lara, Coordinador del Proyecto “Cine y Educación” de la Academia del Cine Español


(Publicado en "Making Of", Cuadernos de Cine y Educación, nº 134-135).


Frente al mar


El martes 24 de abril de 2018 se celebró un Homenaje a Eduardo Rodríguez Merchán en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Acto que sirvió también de presentación del libro "Pasión por la vida", al que pertenece el siguiente texto:

Escribo este texto, este tan difícil y doloroso texto, en una soleada terraza mediterránea. Frente a mí, el mar. Y recuerdo intensamente a Eduardo cuando decía que su ilusión, cuando fuera mayor, se resumía en “ver pasar los barquitos por el horizonte”. Con esta idea encabecé el prólogo a su espléndido libro sobre Bienvenido MISTER MARSHALL, que publicó en colaboración con Luis Deltell y que supone un exhaustivo análisis de la película de Berlanga, donde –entre otras muchísimas cosas– aclaraba cuál era el título “canónico”, que es el que he citado así en homenaje suyo.

“El hombre que veía pasar los barcos”, lo definía yo entonces. Pero no era verdad, nada había de contemplativo en la actitud diaria de Eduardo. Todo lo contrario. Era una persona que se comía a bocados la vida, que disfrutaba de ella incesantemente, que siempre estaba lleno de proyectos y de ilusiones nuevas por realizar. No había vez que nos viéramos que no tuviera algo que proponer, alguna iniciativa que compartir y que resultaba lógico e inaplazable que lleváramos a cabo ya. Fluía en él una auténtica catarata de ideas, casi siempre respecto al cine español y sus diversas facetas y personajes (no por casualidad era Catedrático de la materia), nacidas de una pasión por la imagen, ya fuera fija o en movimiento, que siempre mantuvo.

Acabo de utilizar dos palabras que creo que nos acercan perfectamente a Eduardo: “pasión” y “compartir”. La pasión por cuanto hacía escapaba de sus poros, se convertía en un “corpus” de palabras bien elegidas que convencían a los más escépticos o desconfiados. Mejor que nadie, lo pueden testimoniar sus alumnas y alumnos, esa pléyade de discípulos que le rodeaban y a quienes él apoyaba de manera entusiasta, ya fuera en sus clases, sus direcciones de tesis o en simples conversaciones alrededor de un café.

Y como consecuencia de lo anterior, estaba el principio de “compartir”. A Eduardo nada le complacía más que hacer partícipe de sus iniciativas a quienes sentía más cerca, más próximos a su mundo. De ahí que la mayoría de su docena de libros los hiciese en colaboración con otra persona de su confianza, porque sentía la imperiosa necesidad de colaborar, de hacer juntos el trabajo, porque esa colaboración es la que le motivaba y divertía para llevar a buen fin el proyecto en que se había empeñado. Ahora soy yo quien puedo atestiguarlo, porque así nació el libro “Miguel Mihura, en el infierno del cine”, que llevamos a cabo para el Festival de Valladolid en 1990.

Fernando Lara y Eduardo Rodríguez Merchán, tras la presentación del libro "Miguel Mihura, en el infierno del cine"

Empleo una fecha, y me asusto a mí mismo. ¡Han sido cuarenta años de amistad y de muy frecuente contacto, personal y laboral! En un amplio arco de cuatro décadas, desde nuestro encuentro en el semanario “La Calle” hasta el taller sobre Hitchcock que desarrollamos en Fundación Telefónica a mediados de enero del pasado año, con el inolvidable paso por la Semana de Cine de Valladolid, donde él fue Jefe de Prensa e integrante del equipo de Dirección, cientos de vivencias, recuerdos y anécdotas se agolpan en mi cabeza mientras las olas llegan mansamente a la orilla. Y son viajes, excursiones, cines y teatros, comidas y fiestas tantas veces al lado de nuestra querida Goyi, con “su Goyi”, que necesitaría de páginas y páginas para simplemente evocarlo.

Y, salvo en momentos muy puntuales y justificados, Eduardo solía llegar con su sonrisa, con su actitud abierta a la realidad, con esa figura oronda entre sus admirados Hitchcock y Welles. Como ellos, era un buen gourmet, alguien que disfrutaba al máximo con una buena comida y una buena bebida, tanto como podía sentirlo ante una película, una obra teatral o una ópera que le complaciera verdaderamente. Gozaba de la vida, de todo aquello que le causara placer, y así lo manifestaba al término de esas comidas o esas sesiones o de una simple charla amistosa, porque necesitaba comunicar sus opiniones y sentimientos y debatirlos con los demás.

Siempre he pensado que, más allá de ideologías, de clases y religiones, el mundo se acaba dividiendo entre quienes te facilitan la vida y quienes te la dificultan; entre quienes te hacen más llevadero este tránsito a veces tan dificultoso y hostil, y quienes te ponen palos en las ruedas para ver si te hundes en el marasmo. No hay duda, no puede haber duda, de que Eduardo pertenecía a los primeros, y por eso su multitud de amigos, el cariño que despertaba y que le hacía insustituible cuando nos juntábamos a su alrededor. Siempre tenía la palabra adecuada, la broma justa, el comentario más favorable para que nos sintiéramos a nuestro gusto. Sin por ello descuidar una actitud intelectual, porque también sabía ser reflexivo y ecuánime en sus criterios.

He visto morir inopinada, brutalmente, a mis dos amigos más queridos en el curso de unos pocos meses del pasado año: Juan Antonio Pérez Millán, en mayo, y Eduardo en julio… Habíamos colaborado tantas veces, los veía con frecuencia, hablábamos a menudo sobre mil cosas, incluso les pasaba mis artículos para que me dieran sinceramente su opinión sobre lo que había escrito. ¿A qué compañeros pasaré ahora este texto? ¿Quién de ellos me dirá si está acertado o no? ¿Cómo podré corregir sus errores, paliar sus deficiencias o sentirme halagado cuando me decían que estaba bien, que merecía la pena publicarlo? Me he quedado sin referencias amistosas, como en un desierto de sensaciones y opiniones que no sé asumir. Y no puedo evitar hacerme tantas preguntas, cuestionarme tantas cosas como la pérdida, las pérdidas, siempre acaban motivando.

Contemplo ahora surcar entre las olas esos “barquitos”, veleros, de pescadores o con pasajeros, que Eduardo soñaba vislumbrar en un horizonte sereno y turquesa. Se lo comento a Goyi, que está cerca de mí, y su comentario, entre lágrimas, no puede ser otro: “¡Cuánto le habría gustado a Eduardo verlo!”. Sí, ¡cuánto le habría gustado!…

Memoria de luz



Con este nombre se ha “rebautizado” la exposición que en Valencia se llamó Material de somnis. 30 anys de Filmoteca valenciana, dedicada a hacer visibles sus fondos, y que ahora presenta en Madrid el Instituto Cervantes hasta el 3 de junio. De aquella muestra, celebrada en el Centre Cultural La Nau, ya se dio cumplida referencia en las páginas de Turia, pero vale la pena detenerse en su “renacimiento” justo al lado de La Cibeles.


No se trata exactamente de la misma exposición debido a las diferentes características de una y otra salas, pero en lo esencial ha permanecido idéntica, comisariada en ambos casos por Nieves López-Menchero. Y lo esencial es un recorrido por parte de los numerosos “tesoros” que conserva la cinemateca autonómica y que ha llevado a subtitular la muestra como Historia del cine español en la Filmoteca valenciana: espléndidos carteles de distintas épocas, especialmente brillantes los pertenecientes al periodo mudo y republicano, varios de ellos firmados por Josep Renau, que luego prolongó su labor en México; preciosos bocetos de decorados, debidos a Francisco Canet y Gori Muñoz; revistas especializadas, donde el “Nuestro Cinema” de Juan Piqueras ocupa, lógicamente, lugar de honor; programas de mano, en ocasiones muy imaginativos; material publicitario diverso; tres grandes proyectores de épocas sucesivas… Y un apartado que considero de valía especial, el que recoge documentos tan importantes como el contrato de Bienvenido Mister Marshall o cartas autógrafas de Buñuel, Max Aub, Bardem, Juan Goytisolo o Román Gubern, con Ricardo Muñoz Suay (“factótum” inicial de esta Filmoteca, ahora dirigida por José Luis Moreno) como habitual remitente o destinatario. Así, por ejemplo, nos enteramos de avatares de Viridiana y de la productora UNINCI o de que la primera película que Fidel Castro quería que se hiciera en la Cuba revolucionaria, deseaba que la realizase Bardem. Testimonios de primera mano que hasta ahora no se hallaban precisamente al alcance de todos.


Pasear por esta Memoria de luz posee también un interés suplementario para los cinéfilos madrileños o que residan en la capital: percibir que, contra lo que suele citarse, no han sido solo Madrid o Barcelona los centros neurálgicos del cine español, entender que ha existido y existe una industria en Valencia que comprende desde productoras relevantes –baste citar el caso de Cifesa– hasta personalidades no tan conocidas por estos pagos (como Maximiliano Thous o el citado Gori Muñoz, a quienes se les dedican espacios propios), pasando por unas antaño florecientes artes gráficas. Mientras que, de nuevo, nos queda la pregunta que se repite cada vez que contemplamos una muestra histórica de estas características: ¿qué y cómo habría sido el cine español sin nuestra maldita Guerra Civil? Una ucronía que ya no tiene, lamentablemente, respuesta.

(Publicado en "Turia" de Valencia, abril de 2018).