Cuando venía a las redacciones de “Triunfo” o “La Calle”, donde
firmaba los artículos de tema deportivo como “Luis Dávila”, hablábamos bastante
(dentro de lo poco que hablaba Manolo). Pero solo discutíamos de una cosa: de
fútbol. Él era, todo el mundo lo sabía, del Barça y había contribuido
decisivamente a conformar la “filosofía” del “Més que un club”. Yo era del Madrid, y estaba dispuesto a
demostrar con pruebas que se podía ser de izquierdas y militar en el bando
madridista. No había manera de ponerse de acuerdo, e incluso esta
“confrontación” se produjo una vez en público. Fue en la Casa de Cultura de
Avilés, en el marco de una Mesa Redonda –en la que también participaban Víctor
Manuel y Vicente Verdú, del Sporting y del Elche, respectivamente– con motivo
del Mundial de España y dentro de la que yo actuaba como moderador. Una función
que, en cuanto comenzamos, él puso humorísticamente en cuestión: “Un madridista no puede ser nunca moderador de nada”, sentenció. Claro, que esa frase no me extraño
lo más mínimo, porque cuando supo de mi “afiliación”, ya dijo en plan Séneca
que lo comprendía, porque “hay gente para
todo”…
Vázquez Montalbán mantuvo en Avilés –igual que en las
conversaciones personales– el consabido tópico del Madrid como “equipo del Régimen”, frente al que el
Barça se configuró siempre como un signo de identidad catalana y de resistencia
al centralismo. Me extrañaba mucho que él, que no era hombre de tópicos, cayera
en estos, sin pensar que el Madrid había sido utilizado por el franquismo de la
misma manera que la inmensa mayoría de personajes del mundo del deporte o del
espectáculo, porque significaba su única tarjeta de visita presentable en el
mundo. Y que tan franquistas eran los directivos del Barça como los del Madrid,
y que si la “masa social” del primero disfrutaba de una aureola de
“resistentes”, lo que yo veía en Chamartín/Santiago Bernabéu era un ambiente
popular, no esa amalgama de “señoritos
madrileños” filofascistas que nos vendían desde Las Ramblas. De acuerdo, el
Barça era “más que un club”, pero también el Madrid en muchos
sentidos positivos, a los que yo no renunciaba.
Algo sí me convenció plenamente de cuanto Manolo dijo en
Avilés y repitió en otras ocasiones: “Creo
que todas las personas necesitan una cierta dosis de irracionalismo; hay quien cree en marcianos, quien es practicante
religioso y su fe la gasta en una determinada confesionalidad. Yo consumo mi
dosis de irracionalidad siendo partidario de un club de fútbol. Esto me permite
no ser irracional en otros tratamientos, como en política o en las relaciones
personales. Soy irracional en mi compromiso futbolístico, en mi fidelidad a un
club concreto”. Perfecto. La pertenencia a un equipo está ligada a
cuestiones casi siempre sentimentales, que arrancan desde la infancia y se
prolongan a menudo en un cierto “inconsciente colectivo” que tiene poco de
racional.
Murió Vázquez Montalbán hace una década y no ha podido contemplar
los grandes éxitos de su Barça. Él, que siempre lo consideró como un club con
vocación “perdedora, victimista, jeremíaca”, no ha visto
cumplida su profecía de que, por ello, “quizá
el Barça empiece a perder socios cuando gane la Liga cada año”… Habría
disfrutado en las últimas temporadas y sería estupendo haber conocido su interpretación
de los triunfos. Como, en un tema ya mayor, nos falta su criterio –siempre
inteligente y lúcido– sobre la actual situación de Cataluña y España. Le
echamos mucho de menos.
(Publicado en "Turia" de Valencia, octubre de 2013).
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