Retrato de un confidente



Escribo este artículo a las pocas horas de haber sido entregados los Premis Turia, a cuya XXVII edición no me ha sido posible asistir, contra lo que es mi costumbre. Pero ya me lanzo a proponer un nuevo premio para el año que viene: el dedicado a las series de ficción españolas que contengan una narración por capítulos y sean conclusivas. Al fin y al cabo, la Turia fue pionera en este tipo de galardones, cuando –años ha– distinguió con un Halcón especial al equipo de Amar en tiempos revueltos, que se emitía entonces por Televisión Española.

"El día de mañana", serie de Mariano Barroso

Y tengo un candidato cualificado para ese Premio: El día de mañana, la magnífica serie de Mariano Barroso sobre lo no menos buena novela homónima que Ignacio Martínez de Pisón publicase en 2011. Producida por Movistar, supone todo un modelo de lo que puede dar de sí el formato televisivo cuando se utiliza con inteligencia y creatividad. La historia de Justo Gil, un oportunista cuya degradación le lleva a pasar de “coquetear” con los grupos de la izquierda antifranquista en la Barcelona de la última etapa del Régimen, a convertirse en confidente de la Brigada Político-Social, conlleva un auténtico retrato de cómo ha sido nuestro país durante ese periodo. Contado, a lo largo de seis episodios de cincuenta minutos, con maestría narrativa por parte de Barroso, que empieza por el difícil guion que ha escrito con Alejandro Hernández, continúa con una notable ambientación y destaca en una dirección de actores donde nadie desentona, aunque brillen de manera especial Oriol Pla, Aura Garrido, Jesús Carroza y Karra Elejalde.
Mariano Barroso, con los actores principales de "El día de mañana"

No es el momento ni el espacio, que sería muy fructífero, de lanzarse a la tarea de comparar novela y serie. Pero ya el propio Martínez de Pisón lo ha dejado muy claro: “La adaptación retrata bien lo que se cuenta en el libro, ahí está el espíritu de aquella Barcelona. Mariano Barroso y su equipo han deshecho la novela, como si hubieran cogido las piezas de un mueble de Ikea, las hubieran separado y, con ellas, construido un mueble diferente. Y han adoptado una buena decisión, la de tomar como eje narrativo las relaciones de Justo y Carme, los protagonistas, con el policía Mateo, algo que en el libro se narra fragmentariamente. Gracias a ello se ha conseguido darle al relato una consistencia que hace que la serie avance, con un ritmo que logra que nunca te canses de verla”. A estas palabras de un autor que entiende con tanta lucidez las relaciones entre literatura y cine (en dos ocasiones se adaptó su “Carreteras secundarias”), habría que añadir que El día de mañana/serie aporta también tramas importantes, como la del secuestro del líder sindicalista, o diversos aspectos ligados al comisario Landa.

Así debe ser una serie adulta y para adultos en el medio televisivo. Con ese buen sabor de boca, ¡felices vacaciones!

(Publicado en "Turia" de Valencia, julio de 2018).

"Júlia ist": Canción triste de Berlín


"Júlia ist", de Elena Martín (2017)

Decía François Truffaut que, cuando veía una “opera prima”, consideraba suficiente con que hubiera un solo plano que demostrase la personalidad de su autor. Júlia ist tiene no solo uno, sino muchos más que nos señalan a Elena Martín como un nombre a seguir en el panorama del cine español. Factótum absoluto de la película, como directora, actriz protagonista y coguionista, su largometraje es una típica primera obra, con todo lo que conlleva, incluso su carácter autobiográfico, en una narración marcada por un estilo intimista y naturalista que la sitúan en la estela de la realizadora francesa Mia Hansen-Love, a la que ella admira.

Encontramos en Júlia ist sinceridad, sensibilidad y un profundo deseo de retratar a un personaje concreto y, por extensión, a una generación marcada por un cierto desarraigo y el deseo de abarcar realidades nuevas. Júlia llega a Berlín, a los veintiún años, con la ilusión de cambiar en cierta forma su vida, lejos del contexto familiar y de una pareja con la que ha perdido capacidad de comunicación. Aprovechando la posibilidad de un Erasmus en Arquitectura, encuentra una ciudad fría, más bien inhóspita, donde tarda en entrelazar relaciones personales. “Berlín es una ciudad del presente”, afirmará su profesor de la Universidad UDK; un presente que para Júlia tarda en resultar esclarecedor, amable, quizá porque –como le dice su novio barcelonés vía “Skype”– “no tienes ni idea de lo que quieres”. Su unión a un grupo de estudiantes que trabaja en un proyecto sobre arquitectura “flexible”, le dará un cierto apoyo en su tránsito por la capital alemana. Pero cuando regrese a un paisaje con el mar al fondo en contraste con la grisura berlinesa, Júlia ya no será la misma. Está más madura, ha crecido.

Polo opuesto de films como Una casa de locos y sus secuelas, donde Cédric Klapisch mostraba las supuestas delicias y diversiones en los Erasmus, de Júlia ist se desprende un aura triste, insatisfactoria, en contraste con la cantidad de fiestas en pisos, cafés, discotecas y “raves” que pueblan sus imágenes y de una música que supone un factor básico de la película. Es el precio a pagar por el tránsito a la madurez, que Júlia desearía más fácil, más cálido y cercano. Incluso mediante una relación amorosa con su compañero Ben, que se plantea como “de pareja abierta”, pero que acaba siendo conflictiva cuando surgen los celos y la humillación. Probablemente, porque conquistar la independencia individual en su pleno sentido depende más de uno mismo que del entorno que te rodea.

La cámara de Júlia ist sigue de manera incesante a su protagonista, sin abandonarla en ningún momento. Es en esa doble mirada sobre ella (exterior en cuanto a actriz; interior respecto al personaje) donde se revela la valía de Elena Martín, que posee en el lúcido retrato de una ciudad su otro atributo fundamental. Capaz igualmente de mostrar las contradicciones humanas: en el éxtasis de la “rave” en el bosque, Júlia afirma no quererse ir de ese ámbito nórdico que le ha resultado tan difícil de domeñar. Sin embargo, una amplia y valiente elipsis nos la muestra ya en su cama mediterránea, de la que despierta rodeada por su familia. Y cuanto ha sucedido en su estancia berlinesa, el tránsito que ha experimentado, se refleja en ese rostro sereno y reflexivo recogido por el prolongado plano final. Como decíamos antes, Júlia no es evidentemente la misma que se fue de Barcelona…
Elena Martín, directora, coguionista y protagonista de "Júlia ist"

Todo ello en lo que en principio iba a ser una simple práctica fin de carrera en la Universitat Pompeu Fabra y que ha acabado, como sucediera con Las amigas de Àgata, film colectivo del que Elena Martín era también protagonista, en un largometraje que ha cosechado galardones en Málaga o Barcelona y que ha accedido a las salas comerciales. Al ya amplio grupo de destacadas obras de cineastas femeninas que han ido surgiendo en Cataluña durante la última década, Júlia ist se integra por derecho propio, un reconocimiento que los XXVII Premis Turia vienen ahora a confirmar.

(Publicado en el Extra dedicado a los Premios Turia por "Turia" de Valencia, julio de 2018). 

Lo posible y lo necesario



El 18 de noviembre de 1982, poco después del triunfo socialista en las elecciones, Marcelino Camacho escribía un artículo en “El País” titulado “El cambio posible y el cambio necesario”. Cuya idea central se resume en este párrafo: “Si nos plegáramos ante las dificultades y la oposición de los poderes fácticos, tendríamos el ‘cambio posible’, insuficiente, y el nuevo desencanto. Si unimos a todos los partidarios del progreso en torno a un plan o programa de solidaridad nacional y de clase, tendremos el ‘cambio necesario’ para consolidar la democracia, frente a golpistas y terroristas, y para dar una salida progresiva a la crisis”.
Sobre esta idea de "lo posible y lo necesario" gira un excelente documental dirigido por Adolfo Dufour Andía y que recoge en su título tal confrontación, demostrando cómo el líder de Comisiones Obreras se decantó siempre por la segunda opción. Su postura de introducirse en los sindicatos franquistas para "dinamitarlos" desde dentro, para ir transformando su sentido ideológico y práctico, queda patente en la película. Frente a quienes veían en tal estrategia un peligro de "blanquear" al Régimen, Marcelino Camacho supo convencer de la oportunidad de cambio real que ello suponía.

Pero Lo posible y lo necesario es mucho más que un debate político-sindical; es, sobre todo, la biografía en dos horas de un incansable luchador y de su entorno. En un año en que se cumple el Centenario de su nacimiento (como recordaba nuestro compañero Abelardo Muñoz al dar cuenta de un acto celebrado en la Nau el pasado mes de marzo), resulta idóneo, especialmente para los más jóvenes, repasar una vida marcada por la clandestinidad, el exilio hasta 1957 y dilatados periodos de cárcel a causa de su compromiso antifranquista, siempre compartido con su mujer, Josefina Samper. Mediante amplios fragmentos de entrevistas con ellos, testimonios de las personas más cercanas, documentos de época e incluso la participación de dos intérpretes, Carlos Olalla y Gloria Vega, realzados por la acertada música de Pablo Miyar, el film supone el reflejo de toda una existencia, afrontando incluso con valentía la etapa más conflictiva, la final, cuando Marcelino Camacho acabó siendo apartado de la presidencia de Comisiones Obreras.

Adolfo Dufour Andía

Puesta en pie mediante una cooperativa que comenzó a trabajar en el proyecto hace tres años, Lo posible y lo necesario denota asimismo la cuidada estética y el buen sentido narrativo que Adolfo Dufour (también coautor del guion, junto a Marcel Camacho y Pablo Mínguez) demostró en sus largos años como realizador de TVE y en posteriores largometrajes como La mayor locura, Nosotros y Septiembre del 75, premiados en Valladolid o Documenta Madrid. Apunten el nombre de Lo posible y lo necesario para cuando acceda a salas comerciales el próximo mes de septiembre.

(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2018).

Fernando Bovaira: Productor, promotor


Tienen mala fama los productores, al menos para bastante gente. La añeja imagen de señor con yate, chalé, puro y querida sigue perviviendo en buena parte de la memoria colectiva. Nada que ver con la realidad actual, cuando los productores son ante todo “ingenieros financieros”, buceadores de dinero allá de donde pueda aflorar, sea en forma de derechos de antena de las televisiones, desgravaciones fiscales, patrocinios o ayudas estatales y autonómicas. Pero escasamente con recursos propios; en todo caso, adelantando unas cantidades que se cobrarán más tarde. Salvo excepciones muy contadas, no son tipos ricos que juegan a dar papeles protagonistas a las “starlettes” de turno. Entre otras cosas, porque ya no hay “starlettes”…
Fernando Bovaira

Y merece el máximo respeto alguien como Fernando Bovaira, al que Cinema Jove le concede este año su premio Luna de València en reconocimiento, sobre todo, a las oportunidades que ha dado a nuevos cineastas a la largo de su carrera. Porque quien ha sustentado la trayectoria de Alejandro Amenábar (desde Abre los ojos y Los Otros hasta Ágora y Regresión, pasando por Mar adentro), quien ha estado detrás de José Luis Cuerda en La lengua de las mariposas, de Juan Carlos Fresnadillo en Intacto, de Julio Medem en Los amantes del Círculo Polar y Lucía y el sexo, de Manuel Martín Cuenca en Caníbal o de una serie de la importancia de Crematorio (de Rafael Chirbes también quiso adaptar “La buena letra”), merece un lugar de alta consideración dentro del cine y la televisión de nuestro país. Es Bovaira un promotor de obras de importancia, un impulsor de iniciativas, que de ambas maneras puede caracterizarse a un productor, en una labor no fácil de definir. “A veces no sé explicar ni a mis hijos en qué consiste mi trabajo”, ha confesado este castellonense de 1963, que considera haberse dado cuenta durante su formación en Estados Unidos de “no tener capacidad creativa”, esa misma que muchos productores reclaman.

Como “un hombre tranquilo” lo ha retratado José Luis Moreno, dirigente del IVAC, para añadir que “trabajar con él siempre ha sido muy fácil”. Mientras que a Jorge Sánchez-Cabezudo, el director de la citada Crematorio, le parece “la persona más analítica que he conocido”. Buenas aproximaciones a alguien que gusta de ejercer un cierto eclecticismo en sus opciones, por lo que no desdeña lanzarse también a un par de Zipi-Zapes, una comedia como La tribu, realizada por Fernando Colomo, un drama de la negrura con que Alejandro González Iñárritu narró Biutiful, o series populares tipo Cuerpo de élite. Inmerso en empresas audiovisuales del Grupo Prisa (Canal+, Sogecable, Sogecine) desde su llegada a Madrid en 1989, la ejecutoria de Fernando Bovaira se ha independizado a partir de que hace once años crease MOD Producciones, junto a Simón de Santiago y Pablo Alfaro, con similar ambición de calidad en sus planteamientos. Esperemos que Mientras dure la guerra, de nuevo con Amenábar, enfocando el enfrentamiento entre Unamuno y Millán-Astray; y El día de mañana, serie de Mariano Barroso sobre la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón, ambas para Movistar+, continúen por ese camino de exigencia. Igualmente deseable para Tornar a casa, “opera prima” de Roberto Bueso, rodada en Valencia y alrededores.

No podía esperarse otra cosa de quien tiene entre sus títulos favoritos películas  de la significación de Historias de Filadelfia, Encadenados, Vértigo, La aventura o Jules et Jim, obras maestras aunque tan diferentes entre sí. Quizá por eso a Bovaira el cine actual le parece “mimético” y le echa en falta “sustancia”, porque “antes, los cineastas venían con un bagaje más literario, más denso”. De ahí su interés por las adaptaciones de libros preexistentes, al tiempo que también extrema su celo sobre los guiones originales.

Amenábar y Bovaira, con el Oscar de 2005 por "Mar adentro" 

No, no entran muchos por docena en el cine y la televisión españoles como Fernando Bovaira. Su Oscar por Mar adentro en 2005 y sus varios Goyas así lo atestiguan. Particularmente, he discrepado de él sobre algunos aspectos de legislación cinematográfica, en especial respecto a la Orden Ministerial de 2009, que –en mi opinión– no era acorde a la Ley del Cine de dos años antes. Pero, por encima de ello, cuenta con el respeto y aprecio de toda la industria, incluso de sus propios compañeros productores, lo que no resulta fácil de conseguir. Hasta alguno de sus colegas, como Emma Lustres (Vaca Films), no ha dudado en afirmar que “de mayor me gustaría ser como él”… Enhorabuena por el merecido Premio de Cinema Jove.

(Publicado en el Extra dedicado a Cinema Jove por "Turia" de Valencia, junio de 2018).

Parón en el cine español



Parecía que a primeros de abril estaba a punto de salir. Se habían elaborado hasta cinco borradores, donde se reflejaban –o no– las observaciones planteadas por las diversas asociaciones o grupos profesionales que fueron preceptivamente consultados. Pero estamos a mediados de junio y sigue sin publicarse en el Boletín Oficial del Estado. Una demora inexplicable (algunos la atribuyen a Hacienda), que ahora, tras el cambio gubernamental, quizá se prolongue bastante más.

Me refiero a la Orden Ministerial que regulará las Ayudas a los distintos sectores del cine español, sustituyendo a la todavía vigente de diciembre de 2015. Pensarán ustedes que se trata de un mero asunto burocrático que solo interesa a los afectados. Se equivocarían, porque el resultado de esta tardanza es que el cine español se halla casi paralizado, especialmente la producción, que no sabe con qué apoyos estatales va a contar para financiar sus películas. Por ello, se están postergando rodajes hasta que ese nuevo texto vea la luz, con lo que ello implica en cuanto a trabajo directo o indirecto de centenares de personas. Es una situación delicada que no se sabe cuándo finalizará. Y nuestro cine no está para parones tan perjudiciales.

Tendrían que conocerse ya las dos convocatorias de las Ayudas Generales a la Producción, como también la de las Selectivas y las de Cortometrajes, Distribución o Festivales. Pero sin la Orden Ministerial que las regule, nada de ello resulta posible, agravado por el hecho de que tampoco se han aprobado todavía los Presupuestos Generales del Estado para 2018. Domina la incertidumbre, palpable en los diferentes sectores, pese a que los “poderes fácticos” del cine español estén prefiriendo guardar silencio, sobre todo en un momento en que FAPAE –la patronal de los productores– se ha venido abajo de forma estrepitosa.

Para que las convocatorias de Ayudas salgan a tiempo (a estas alturas, ya lo habían hecho de sobra en pasados años), siempre queda el recurso de atenerse a la citada Orden Ministerial de 2015. Aunque dado que en su breve periodo de vida había mostrado sus deficiencias y necesidades de mejora, no parece que este sea el mejor camino. Es urgente, pues, aprobar la nueva Orden que ofrezca respiro a una cinematografía necesitada de seguridad jurídica o, cuando menos, de una cierta estabilidad.
Como contraste con esta incertidumbre, saludemos el nacimiento público de À Punt, la televisión pública valenciana, llamada a jugar un papel decisivo en el audiovisual de la Comunidad. Nadie quiere repetir los disparates de Canal Nou, debidos en buena parte a la manipulación política, por lo que solo queda dar la bienvenida y desear el máximo acierto a todos cuantos conforman este nuevo À Punt, que se integra en un horizonte de esperanzas.

(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2018).