Parecía que a primeros de abril estaba a punto de salir. Se
habían elaborado hasta cinco borradores, donde se reflejaban –o no– las
observaciones planteadas por las diversas asociaciones o grupos profesionales
que fueron preceptivamente consultados. Pero estamos a mediados de junio y
sigue sin publicarse en el Boletín Oficial del Estado. Una demora inexplicable
(algunos la atribuyen a Hacienda), que ahora, tras el cambio gubernamental,
quizá se prolongue bastante más.
Me refiero a la Orden Ministerial que regulará las Ayudas a
los distintos sectores del cine español, sustituyendo a la todavía vigente de
diciembre de 2015. Pensarán ustedes que se trata de un mero asunto burocrático
que solo interesa a los afectados. Se equivocarían, porque el resultado de esta
tardanza es que el cine español se halla casi paralizado, especialmente la
producción, que no sabe con qué apoyos estatales va a contar para financiar sus
películas. Por ello, se están postergando rodajes hasta que ese nuevo texto vea
la luz, con lo que ello implica en cuanto a trabajo directo o indirecto de
centenares de personas. Es una situación delicada que no se sabe cuándo
finalizará. Y nuestro cine no está para parones tan perjudiciales.
Tendrían que conocerse ya las dos convocatorias de las Ayudas
Generales a la Producción, como también la de las Selectivas y las de
Cortometrajes, Distribución o Festivales. Pero sin la Orden Ministerial que las
regule, nada de ello resulta posible, agravado por el hecho de que tampoco se
han aprobado todavía los Presupuestos Generales del Estado para 2018. Domina la
incertidumbre, palpable en los diferentes sectores, pese a que los “poderes
fácticos” del cine español estén prefiriendo guardar silencio, sobre todo en un
momento en que FAPAE –la patronal de los productores– se ha venido abajo de
forma estrepitosa.
Para que las convocatorias de Ayudas salgan a tiempo (a estas
alturas, ya lo habían hecho de sobra en pasados años), siempre queda el recurso
de atenerse a la citada Orden Ministerial de 2015. Aunque dado que en su breve
periodo de vida había mostrado sus deficiencias y necesidades de mejora, no
parece que este sea el mejor camino. Es urgente, pues, aprobar la nueva Orden
que ofrezca respiro a una cinematografía necesitada de seguridad jurídica o,
cuando menos, de una cierta estabilidad.
Como contraste con esta incertidumbre, saludemos el
nacimiento público de À Punt, la televisión pública valenciana, llamada a jugar
un papel decisivo en el audiovisual de la Comunidad. Nadie quiere repetir los
disparates de Canal Nou, debidos en buena parte a la manipulación política, por
lo que solo queda dar la bienvenida y desear el máximo acierto a todos cuantos
conforman este nuevo À Punt, que se integra en un horizonte de esperanzas.
(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2018).
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