Fue más que esperanzador el debut de Ana Mariscal con aquel Segundo López… de aires neorrealistas,
pero también poéticos y sentimentales, aspectos centrados en la mujer confinada
en su cama por una enfermedad terminal y que ella interpretaba. Pero la bondad
del personaje central y su amigo sobrevenido, el pícaro “Chirri”, chocaban con un
entorno que Luis Deltell, en su Madrid en
el cine de la década de los cincuenta, describía con precisión, al realzar que
en ella la capital “aparece como una ciudad donde hay hambre, donde la gente
llega a morir por una dieta insuficiente y el frío se filtra por las paredes de
las infraviviendas. La miseria en las calles, los bares y las habitaciones de Segundo López… es tremenda y cruel. Ana
Mariscal, como muy pocos directores, mostró un Madrid paupérrimo, hambriento y
enfermo”.
Visión que, pese a provenir de una actriz mimada por el
Régimen, no le valió para que su opera prima fuese bien considerada
oficialmente, sino más bien como “una puñalada”, porque “presentar una España
así, es algo que no se debe hacer”, según dijeron a su directora. Hasta el
punto de clasificar al film en la peor categoría posible, la Tercera, que le
dejaba fuera de todo el sistema de cuotas de pantalla y de distribución
entonces existente y, por tanto, al margen de cualquier explotación comercial.
Valentín Javier, el director de fotografía, marido de Ana y productor con ella
de Segundo López…, confesaba que
recurrieron esa decisión “para tratar de aminorar la pérdida del millón de
pesetas que había costado”, modificando el final para agradar más a los
censores. Lo más que consiguieron fue subir un peldaño hasta Segunda categoría,
algo menos perjudicial, pese a lo cual las deudas de Bosco Films, la firma que
habían creado entre los dos, permanecerían durante mucho tiempo.
Si en su día Miguel Delibes pensaba que con este primer
trabajo suyo tras la cámara, la popular actriz “ha conseguido no sólo un ensayo
neorrealista digno de consideración, sino uno de los films más estimables que
se han hecho en España”, a él recurrió ella casi una década después para
adaptar El camino, la tercera novela
del escritor castellano. El despertar a la vida de Daniel el Mochuelo, Roque el
Moñigo y Germán el Tiñoso, sus relaciones con la niña Uca-Uca ,la joven La Mica,
las dos hermanas Guindilla y el conjunto de los mayores del pueblo (con mención especial para el trabajo de Julia Caba Alba y Joaquín Roa), se reflejan
en la película con sensibilidad y fluidez narrativa, hasta lograr un acertado
retrato de paisajes y paisanajes, donde “yo trataba de mostrar que no siempre
llegar a más es lo más importante”, en palabras de su directora.
Años después, en 1977, Josefina Molina volvería a adaptar el
relato mediante una excelente miniserie televisiva para Televisión Española. Su
enfoque era distinto, más amargo y duro que el poético de Ana Mariscal, pero
ambos resultaron válidos. Para Delibes, mejor en el caso de la serie, quizá
porque podía desarrollar una trama amplia con mayor detenimiento que la
síntesis que efectuó José Zamit en su guion para la gran pantalla. La actriz
fue consciente de “eso tan arduo de hacer una película de una novela. La visión
de un director de cine, de otro ser humano, necesariamente tiene que ser
distinta, pero eso no le resta fidelidad cuando esa fidelidad quiere ser
absolutamente respetuosa con el autor”.
De cualquier forma, no era El camino la primera adaptación de una novela por parte de Ana
Mariscal. Ya Segundo López… lo hacía
respecto al texto del bohemio periodista Leocadio Mejías. Y también el tercero
de los films más significativos de su realizadora, Con la vida hicieron fuego, de 1957, estuvo basado en la novela homónima
de Jesús Evaristo Casariego, hombre de la extrema derecha asturiana. Ella definió su película como “una llamada a la
reconciliación entre los españoles, de superación de las heridas de la Guerra
Civil”, y de hecho sorprendió no solo el protagonismo del personaje de
Armandina, la viuda de un combatiente republicano interpretada por la propia
directora, sino la toma de postura que quedaba reflejada cuando Quico, el
indiano que se había enriquecido en América y que regresaba a su pueblo
asturiano, pronunciaba unas frases que incluso figuraron en el título: “Vivimos
en un incendio que todos hemos provocado. Y estamos haciendo fuego con nuestras
propias vidas”, idea tan lejana de la Gloriosa Cruzada propagada por el
franquismo. Tampoco el éxito comercial sonrió a la película, lo que significó otro
grave quebranto para la productora del matrimonio, la citada Bosco Films, y su
apuesta por un cine claramente comercial desde La quiniela, en 1959.
Coincidía paradójicamente esta propuesta de reconciliación
con la lanzada por el Partido Comunista en similares fechas. Y digo
paradójicamente porque justo antes de El
camino, Ana Mariscal se lanzó a un empeño burdamente anticomunista, como
fue Occidente y sabotaje (1962),
titulado en origen Golpe terrorista,
aunque ella, que encarnaba a la calculadora dirigente de la célula marxista, defendió
su propósito de hacer “una película más policiaca que política”, lo que no era
cierto.
Luces y sombras, siempre, en la trayectoria de una mujer que
se hizo famosa como actriz, sobre todo dramática (aunque en su etapa argentina
cultivaría con éxito la “alta comedia”), que también practicó la literatura,
que fue profesora en la Escuela de Cine de entonces, que acabó dedicándose casi
por entero al teatro, y que en varias de estas facetas fue una adelantada a su
tiempo. Así la están contemplando diversas ensayistas (Sonia García López,
Victoria Fonseca, Nancy Berthier, Marina Díaz), todas ellas mujeres que la
entienden en tal dimensión, antes ignorada o dejada en muy segundo plano.
El ciclo que desarrolla Filmoteca Española con motivo del falso Centenario de su nacimiento –Ana Mariscal vino al mundo realmente en 1921– incluye las importantes restauraciones de Segundo López… y El camino, pero también películas “alimenticias” entre su docena de realizaciones, como Feria en Sevilla, Los duendes de Andalucía o Vestida de novia. Muestra que ojalá sirva para lograr la suficiente distancia crítica sobre una filmografía sin duda reveladora de un tiempo, una circunstancia y un país.
(Publicado en la edición digital de "El Cultural" el 14 de julio de 2023).