Un verano de incertidumbres

 

En el paraíso cinéfilo por excelencia, Francia, nada menos que un 38% de espectadores confiesa que ha perdido el hábito de ir a las salas desde que en 2020 se inició la pandemia. Lo revela un estudio del CNC (Centre National du Cinéma, equivalente al ICAA español), alarmado al constatar la desafección del público adulto respecto a la gran pantalla, situación en la que resulta especialmente damnificado el llamado “cine de autor”. Similar proporción de desertores de las salas reconoce haberse inclinado por ver las películas en las plataformas digitales, con un 29% que dice acudir menos a los cines desde que se abonaron a ellas y un 12% que ha decidido ya no ir más. Esas plataformas que, como Netflix, ponen ahora en cuarentena su política de prestigio, renunciando a producir obras como Roma, El poder del perro o El irlandés, que han visto únicamente del 10% al 3% de sus abonados.

¿Sobrevivirán las salas de exhibición a un verano que se presenta repleto de incertidumbres? Concretamente en el caso español, muchas están planteándose si cerrar de manera temporal o definitiva (caso de los Conde Duque madrileños) y, de hecho, ya hay multisalas que solo abren en su totalidad los fines de semana. La oferta es muy superior a la demanda y se centra cada siete días en la película con la que una de las cinco multinacionales norteamericanas que operan en nuestro país (Disney, Paramount, Sony, Universal y Warner) llena hasta un millar de pantallas anhelantes de esos títulos, ya sean secuelas, adaptaciones de Marvel basadas en efectos digitales o animación infantil; o, a menudo, todo ello combinado. Turnándose de manera evidente, van sacando sus producciones, que en su primera semana de exhibición alcanzan la mitad de la recaudación global y caen el 50 o 40% en la siguiente, cuando ya surge el film de otra multinacional que se pone en cabeza del “Box Office”. La sed del público, sobre todo joven, por las novedades se ve saciada en pocos días.

Y así a lo largo de las 52 o 53 semanas que componen el calendario, estrenando la decena de grandes títulos anuales de que suele disponer cada una de estas compañías, ya sean llegados de Hollywood o las producciones españolas de mayor tirón comercial, lo que ya hemos comentado en anteriores ocasiones que genera una gravísima anomalía en nuestro “hábitat” cinematográfico. Si un viernes no lo estiman suficientemente favorable, las distribuidoras independientes pueden sacar su cabecita para colocar algún título postinero. Fueron ellas las que salvaron la continuidad de las salas cuando acabó el confinamiento y las multinacionales decidieron guardar en los cajones sus “blockbusters” hasta que pasara el chaparrón. Pero aunque todavía no se hayan alcanzado ni de lejos las cifras de 2019, se ha vuelto a la “normalidad” de un país que se siente felizmente colonizado en cuanto a imágenes, con las “multis” detentando de nuevo más de un 80% del mercado español.

En este verano de enorme calor y preocupante sequía, estén atentos a las salas que conozcan, porque quizá no vuelvan a verlas… ¡Felices vacaciones!


(Publicado en "Turia" de Valencia, julio de 2022).


Los mil y un Rohmer

 

Hubo un Director General del ICAA, a finales de los 80, que mantuvo públicamente que la solución del cine español consistía en hacer películas como las de Rohmer, de quien era entusiasta partidario. Su intención era sugerir que dadas las dificultades económicas que, como siempre, sufría entonces nuestro cine, lo adecuado era emprender films pequeños, de escaso presupuesto y equipo reducido, algo que el autor de Ma nuit chez Maud solía llevar a la práctica en la cita casi anual con sus seguidores. Pero los productores españoles se lo tomaron muy a mal, como si desde el Ministerio de Cultura se pretendiera interferir en su labor de hacer películas de mayor ambición económica y se les marcase un camino concreto para recibir las ayudas estatales. Lo que no era en absoluto cierto.

Me viene a la mente esta situación mientras leo “Cuentos de los mil y un Rohmer”, en el que Françoise Etchegaray recoge su relación de cerca de tres décadas con el cineasta, tiempo en el que participó en trece largometrajes y una decena de cortos suyos, básicamente como directora de producción pero sobre todo como “mano derecha” de Rohmer. Experiencia que trasladó a una serie de cuadernos personales, pensados en principio para legarlos a sus dos hijos como un “diario inconexo en forma de ejercicio de admiración por un creador”. Aunque finalmente se animó a sacarlo a la luz hace un par de años en Francia y ahora en España, dentro de la colección “Imprenta dinámica” que han emprendido la ECAM y la entidad de gestión de derechos audiovisuales DAMA y que ya llega a su tercera entrega.

Françoise Etchegaray, presentando su libro en la Academia de Cine

Texto por definición anecdótico e informal en su desarrollo, “Cuentos de los mil y un Rohmer” tiene el valor de ponernos en estrecho contacto con un cineasta peculiar, muy austero y de difícil carácter, nada proclive a los actos mundanos, cuyo “único objetivo en la vida” era crear: “Crear. Cada segundo debe consagrarse únicamente a la creación. Tomar el té. Hablar. Coger el autobús, el tren. Caminar a grandes pasos por los decorados de la vida. Soñar. Solo tomar la realidad para ponerla en imágenes, en voces, en sonidos, en escena. La realidad está ahí para ponerla en escena”, en palabras de Françoise Etchegaray que ha traducido muy bien al español Natalia Ruiz. Ojalá este libro sirva para que el nombre de Éric Rohmer renazca ante los jóvenes cinéfilos, para quienes está un tanto olvidado.

De mayor enjundia teórica y elaboración profesional son los dos títulos precedentes de esta recomendable iniciativa, que auspicia editorialmente la revista especializada “Caimán”. Me refiero a “En el momento del parpadeo. Una perspectiva sobre el montaje cinematográfico”, un texto ya clásico e imprescindible de Walter Murch que aquí estaba agotado; y “La caja de madera. Estudios sobre puesta en escena cinematográfica”, de Carlos Gómez y Enrique Urbizu, donde el autor de La caja 507, La vida mancha o No habrá paz para los malvados se une a la escasa nómina de cineastas de nuestro país que reflexionan en alto sobre su trabajo creativo.


(Publicado en "Turia" de Valencia, julio de 2022).