Para nunca olvidar a Patricia Ferreira


Texto solicitado por el Festival de Málaga para incluirlo en su página Web y en el Catálogo de su 27 edición (1-10 de marzo de 2024). 

Le gustaba viajar a países lejanos, leer y ver “thrillers”, hacer fotos, dar clases, hablar con amigas y amigos, Mallorca, el perfume Giorgio, la comida peruana y el helado de yogur con arándanos; amaba a Emma y a Leyre… Pero, por encima de todo, le apasionaba su profesión de cineasta y el defender los derechos de sus compañeras desde CIMA, la Asociación que contribuyó a fundar y a la que entregaba buena parte de sus horas.

Fue Patricia Ferreira una mujer a la que cabía definir como “de pensamiento complejo”, porque no se conformaba con quedarse en la superficie de la realidad, sino que buceaba sin cesar en sus aspectos más profundos. Quizá por ello se ensimismaba en su trabajo de manera tan radical. No solo en los rodajes, donde le encantaba dirigir a todo un equipo, sino en la escritura de un guion, en la preparación de una sesión con sus alumnos o en el análisis de un texto legal. En esos casos, su capacidad de abstracción era tan absoluta que el mundo dejaba de existir a su alrededor.

De ahí nacieron sus siete largometrajes, considerando el primero el casi desconocido El Paraíso, que realizase para Televisión Española, su film inicial de ficción tras participar en decenas de documentales, como la mítica serie Equinoccio, a la que seguirían, años después, otras como El país en la mochila, Paraísos cercanos o Todo el mundo es música. Y ya en el terreno cinematográfico Sé quién eres, El alquimista impaciente, Para que no me olvides, Señora de…, Los niños salvajes (su película preferida, con la que obtuvo la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga), y Thi Mai, además de los mediometrajes El secreto mejor guardado y El amanecer de Misrak.

Una filmografía donde la memoria, las relaciones familiares y el hecho ineludible de la muerte conforman un todo coherente y muy revelador de su tiempo. Trayectoria cuyo desarrollo se completará dentro de muy poco, cuando se emita por la I Cadena de TVE la serie Las abogadas, que Patricia creó y por la que luchó durante sus últimos seis años para devolver a la luz la historia de aquellas abogadas laboralistas que tanto batallaron por la democracia en los estertores del franquismo y el comienzo de la Transición.

Tuve la inmensa fortuna de amarla y convivir con ella durante más de tres décadas. Y la admiré profundamente, como solo puede sentirse hacia las personas muy especiales, aquellas que jamás deben caer en el olvido.

Fernando Lara

Juan Mariné, más de un siglo de imágenes

 



No hay profesional del cine español que haya transitado por la República, la Guerra Civil, la Dictadura, la Transición y la Democracia…, salvo Juan Mariné gracias a sus 103 años. Pues nacido el 31 de diciembre de 1920, con solo 14 ya entra como auxiliar de El octavo mandamiento, para ir escalando en el escalafón dentro de las producciones de la CNT y de Laya Films, dependiente de la Generalitat de Catalunya, hasta lograr en 1947 dirigir la fotografía de un episodio de Cuatro mujeres, de Antonio del Amo, y poco después la totalidad de La sombra iluminada, de Carlos Serrano de Osma.

Antes Juan Mariné había pasado por tres campos de concentración, un servicio militar interminable y oficios varios. Pero ya en esta década de los 40 se convenció de que “no podía ser otra cosa que operador”. Y así lo desarrollaría a la largo de nada menos que 140 películas antes de su retirada en 1989 con La grieta, de Juan Piquer, con quien centró la última etapa de su carrera en films fantásticos o de ciencia ficción. Porque él había ido elaborando de manera autodidacta una serie de recursos y artilugios técnicos que le hacían especialmente apto para este género, como también para los “spots” publicitarios a los que se dedicaría una larga temporada.

"La gran familia", de Fernando Palacios (1962)

13 películas con el citado Antonio del Amo; 10 con José María Forqué; 4 con Manuel Mur Oti y, sobre todo, 22 con Pedro Lazaga y 36 en producciones de Pedro Masó, 5 de la cuales con este como director, además de las 7 con Juan Piquer, conforman la trayectoria básica de Mariné. Con especial fidelidad a unos determinados cineastas, que le corresponderían con plena confianza hacia su trabajo, efectuado demasiadas veces en tiempo récord y condiciones económicas más que limitadas. Fue siempre Mariné un hombre tan entregado a la industria cinematográfica como valorado por ella, figurando en títulos de la comercialidad de los cuatro en que fotografió a Joselito entre 1957 y 1960, La gran familia y su continuación La familia y… uno más (1962 y 65), La ciudad no es para mí (de ese mismo 65), Los chicos del Preu y Sor Citroen (ambas de 1967), Experiencia prematrimonial (1972) o tantas de las comedias que poblaron el cine español de la época.


"La Gata", de Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla (1956)

Profesional integrado en la industria, pero también capaz de enfrentarse a la primera película rodada en Cinemascope y Eastmancolor dentro de nuestro país, La Gata, de Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla (1956). O de utilizar solo luz natural en diversas secuencias de 091, Policía al habla y Un millón en la basura, ambas de Forqué, ya en la década de los 60. Porque aun en el cine más convencional, Mariné siempre mantuvo una voluntad investigadora e innovadora sobre su propio oficio.

“Penetrar en los secretos de la luz es mi permanente obsesión; la luz en todos sus condicionantes: calidad, cantidad, contraste, encuadre, profundidad… Siempre veo las cosas bajo el prisma cinematográfico y mi mirada, instintivamente, las enmarca en un rectángulo de luz”, declararía a Florentino Soria para el libro “Juan Mariné. Un explorador de la imagen”, editado por la Filmoteca de Murcia. Y, como casi lógica consecuencia, su vocación se entregaría después a la conservación y restauración de películas.

Juan Mariné, durante uno de sus trabajos de restauración

Llevado sucesivamente a cabo en la Filmoteca Española y en la ECAM (la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid), acompañado a menudo por su mujer, Concha Figueras, Juan Mariné ha realizado un trabajo sobresaliente en beneficio de nuestro patrimonio cinematográfico, con éxitos tan notables como las recuperaciones de La aldea maldita o Currito de la Cruz. Máquinas propias de lavado y reparación de celuloide o el negativo de 35 milímetros con solo dos perforaciones, son algunas de sus aportaciones, como ha destacado el documental Juan Mariné. Un siglo de cine, de María Luisa Pujol, que recibió el pasado diciembre el Premio Forqué dentro de esta categoría.

Sí, todo un siglo de cine, para un profesional que no dudaba en confesar que “mi retina equivale casi a una emulsión fotográfica”, en una completa simbiosis entre un hombre y su cámara.


(Publicado en "El Cultural", 2-8 de febrero de 2024).