No hay profesional del cine español que haya transitado por
la República, la Guerra Civil, la Dictadura, la Transición y la Democracia…,
salvo Juan Mariné gracias a sus 103 años. Pues nacido el 31 de diciembre de 1920,
con solo 14 ya entra como auxiliar de El
octavo mandamiento, para ir escalando en el escalafón dentro de las
producciones de la CNT y de Laya Films, dependiente de la Generalitat de
Catalunya, hasta lograr en 1947 dirigir la fotografía de un episodio de Cuatro mujeres, de Antonio del Amo, y
poco después la totalidad de La sombra
iluminada, de Carlos Serrano de Osma.
Antes Juan Mariné había pasado por tres campos de
concentración, un servicio militar interminable y oficios varios. Pero ya en
esta década de los 40 se convenció de que “no podía ser otra cosa que operador”.
Y así lo desarrollaría a la largo de nada menos que 140 películas antes de su
retirada en 1989 con La grieta, de
Juan Piquer, con quien centró la última etapa de su carrera en films fantásticos
o de ciencia ficción. Porque él había ido elaborando de manera autodidacta una
serie de recursos y artilugios técnicos que le hacían especialmente apto para
este género, como también para los “spots” publicitarios a los que se dedicaría
una larga temporada.
13 películas con el citado Antonio del Amo; 10 con José María
Forqué; 4 con Manuel Mur Oti y, sobre todo, 22 con Pedro Lazaga y 36 en producciones
de Pedro Masó, 5 de la cuales con este como director, además de las 7 con Juan Piquer,
conforman la trayectoria básica de Mariné. Con especial fidelidad a unos
determinados cineastas, que le corresponderían con plena confianza hacia su
trabajo, efectuado demasiadas veces en tiempo récord y condiciones económicas
más que limitadas. Fue siempre Mariné un hombre tan entregado a la industria
cinematográfica como valorado por ella, figurando en títulos de la
comercialidad de los cuatro en que fotografió a Joselito entre 1957 y 1960, La gran familia y su continuación La familia y… uno más (1962 y 65), La ciudad no es para mí (de ese mismo
65), Los chicos del Preu y Sor Citroen (ambas de 1967), Experiencia prematrimonial (1972) o
tantas de las comedias que poblaron el cine español de la época.
Profesional integrado en la industria, pero también capaz de
enfrentarse a la primera película rodada en Cinemascope y Eastmancolor dentro
de nuestro país, La Gata, de
Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla (1956). O de utilizar solo luz natural
en diversas secuencias de 091, Policía al
habla y Un millón en la basura,
ambas de Forqué, ya en la década de los 60. Porque aun en el cine más
convencional, Mariné siempre mantuvo una voluntad investigadora e innovadora
sobre su propio oficio.
“Penetrar en los secretos de la luz es mi permanente
obsesión; la luz en todos sus condicionantes: calidad, cantidad, contraste,
encuadre, profundidad… Siempre veo las cosas bajo el prisma cinematográfico y
mi mirada, instintivamente, las enmarca en un rectángulo de luz”, declararía a Florentino
Soria para el libro “Juan Mariné. Un explorador de la imagen”, editado por la
Filmoteca de Murcia. Y, como casi lógica consecuencia, su vocación se
entregaría después a la conservación y restauración de películas.
Sí, todo un siglo de cine, para un profesional que no dudaba
en confesar que “mi retina equivale casi a una emulsión fotográfica”, en una completa
simbiosis entre un hombre y su cámara.
(Publicado en "El Cultural", 2-8 de febrero de 2024).
No hay comentarios:
Publicar un comentario