Texto incluido en el volumen con el guion de "7 días de enero", de Juan Antonio Bardem y Gregorio Morán, publicado en la Colección Espiral de Setenta Teclas, editado por Ocho y Medio, y que fue presentado en la Academia de Cine el 2 de junio de 2023. Estas breves páginas sirven de introducción a las declaraciones que Bardem efectuase para el semanario "La Calle" con motivo del estreno de la película:
Estas declaraciones de Juan Antonio Bardem, que yo mismo recogí, se publicaron en el hoy desaparecido semanario La Calle del 6 de febrero de 1979. Todavía faltaba más de un mes para que 7 días de enero se estrenase en Madrid, el 28 de marzo, en los cines Bulevar y Tívoli, en los que permanecería hasta mayo. No eran precisamente locales de la Gran Vía ni de la calle Fuencarral, donde se concentraban los grandes estrenos, porque –lo señalaba el propio Bardem– las principales salas se habían negado a exhibirla e incluso el distribuidor, Manuel Salvador, decidió retirar el nombre de su empresa de los títulos de crédito por temor a las reacciones.
Había miedo, sí, en esta España que vivía difíciles momentos
de la Transición política desde el franquismo hacia la democracia. Con
suficiente motivo, como demostró la violencia de los Guerrilleros de Cristo Rey
contra muchos locales donde se proyectaba. Porque no era una película
cualquiera, sino la que reflejaba uno de los hechos más terribles de la
Historia reciente de nuestro país: la llamada “matanza de Atocha” del 24 de enero
de 1977, cuando pistoleros de extrema derecha asesinaron a tres abogados
laboralistas, un estudiante de Derecho que colaboraba con ellos y un empleado
administrativo del despacho de Atocha 55, dejando malheridos a otros cuatro abogados.
Una auténtica “noche trágica” con la
que se iniciaba una semana de máxima tensión, la de esos siete días de enero
que Bardem señalaba en su título y que documentaba la primera secuencia del
film.
Secuencia de inicio que poseía un carácter documental cara al
espectador, como lo tendrían las últimas, con las emotivas imágenes del cortejo
fúnebre de las víctimas de Atocha a hombros de sus camaradas. De ese entierro
nacerían muchas cosas importantes, entre ellas la legalización del Partido
Comunista de España y la consideración generalizada de que se trataba de una
fuerza política que, tras luchar como ninguna otra contra la dictadura, habría
de jugar un papel fundamental en el tránsito hacia la democracia. Porque aunque
Bardem no utilizase más que estas partes directamente documentales, sin duda la
realidad vivida subyace en las imágenes de ficción de la película y las
determina, en un ejercicio nada habitual dentro del cine español del momento. E
incluso en el suyo propio donde, tras El
puente, había reencontrado su vocación de plasmar la vida de un país en profundo
reconocimiento de sí mismo.
Porque 7 días de
enero respondía plenamente a lo que Bardem siempre había querido hacer,
volviendo al camino de las ya lejanas Muerte
de un ciclista o Calle Mayor,
pero dotándolo de ese sustrato documental que acabo de citar, ayudado decisivamente
en el guion por el periodista Gregorio Morán. Dentro de ese carácter
fundamental de “recuperación” a todos los niveles que caracteriza al cine
español de la Transición, él no retrocedía hasta la Guerra Civil ni a usos y
costumbres de décadas pasadas, sino que se refería a un hecho todavía muy
presente en la memoria de los ciudadanos. Que no podían ni querían olvidar “aquellos días y noches de cuchillos largos”,
donde el miedo a una involución irremediable se hizo patente, igual que
sucedería cuatro años después en el intento de Golpe de Estado del 23 de
febrero. No, Bardem, hablaba de que “la
realidad vuelve al galope”, según plantease Edmond de Rotschild como propuesta
moral y estética.
Con un enfoque que generó numerosas polémicas, incluso en el
seno de su propio partido: él mismo lo señalaba en otras declaraciones, citando
incluso con nombre y apellido a su principal oponente. Elegir poner el foco en
los verdugos, y más exactamente sobre uno, en lugar de en las víctimas no fue
bien entendido por muchos, entre ellos varios de los heridos en el atentado y
otros correligionarios. No entendían por qué detenerse en aquellos asesinos y
no en quienes habían caído bajo sus balas, en esos “cinco segundos que dura el disparo de dieciséis balas del 9 largo”,
que mencionaba el propio Bardem. El hecho de mostrar en tres ocasiones y con
distintas miradas la masacre no compensaba, en opinión de sus críticos, la
elección de los pistoleros como centro del relato. Pero ya lo recogía el
titular de la doble página de la entrevista, el propósito básico para Bardem
era subrayar hasta qué punto, en ese momento, “los asesinos están entre nosotros”, frase con la que rememoraba
aquel film de Wolfgang Staudte de idéntico nombre, Die Mörder sind unter uns, el primero rodado en la Alemania
postbélica (concretamente en la entonces RDA) y que denunciaba hasta qué punto
el nazismo seguía infiltrado en la vida germana, pese a su derrota.
Por ello, no es casual que fuera La Calle, revista considerada cercana al PCE, la que publicase
estas declaraciones de Bardem a mes y pico vista del estreno de 7 días de enero. Y que en lugar del típico
formato de preguntas y respuestas, yo (también redactor-jefe de la revista)
eligiese un estilo distinto, que las convertían en casi un manifiesto del cineasta
sobre el enfoque y contenido de su trabajo, dirigiéndose así en voz alta a la
parte hostil de sus correligionarios. Baste decir que sus palabras, que ahora
se reproducen en estas páginas, alcanzaron un notable eco que contribuyó
positivamente, sin duda, a la trayectoria pública de la película, de lo que me
congratulo pasados tantos, tantísimos años.