A raíz del estreno y el éxito de Ocho apellidos vascos, se
ha vuelto a plantear el tema de si el cine español ha tratado suficientemente
la cuestión de ETA. Algunas voces lo han negado, argumentando que se ha rehuido
el conflicto por considerarlo “incómodo”. No es así. Y puedo argumentarlo en
función del Curso de la Universidad Complutense que tuve ocasión de dirigir en
El Escorial el mes de julio de 2012. Por él pasaron una amplia representación
de cineastas que habían abordado el problema: por orden de intervención, Imanol
Uribe, Ana Díez, Mario Camus, Helena Taberna, Jaime Rosales, Manuel Gutiérrez
Aragón, Iñaki Arteta, Eterio Ortega y Elías Querejeta, además de contar con una
esclarecedora ponencia-marco de Joxean Fernández, director de la Filmoteca
Vasca. Al término de dicho Curso, se llegó a unas conclusiones cuyos
principales puntos creo oportuno resumir:
* A lo largo de más de sesenta
películas, de ficción o de carácter documental, el cine español ha mostrado,
directa o indirectamente, lo que ha supuesto el terrorismo de ETA en la vida
del País Vasco y en la de toda España.
* Ello demuestra que, frente a lo que
se ha afirmado tantas veces, el cine español no ha adoptado una postura
indiferente o evasiva ante la existencia de ETA y la tragedia que ha generado,
sino que ha sido parte beligerante en la lucha contra la organización
terrorista.
* Desde muy distintas opciones
estilísticas y expresivas, los cineastas españoles se han comprometido en la
denuncia de la barbarie cotidiana que ha supuesto el asesinato de más de
ochocientas personas. Sus películas quedarán como jalones imprescindibles en el
logro de la convivencia democrática y de una conciencia cívica.
* La evolución en el tratamiento
efectuado por el cine español ante el fenómeno de ETA se halla en estrecha
relación con la de la propia sociedad española frente al terrorismo y
transcurre, de esta forma, de manera paralela con ella. En este sentido, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco
marcan un punto de inflexión a partir del cual el reflejo de los sucesos se
hace más directo, predominando entonces una línea documental. Dentro de esa
línea, es el protagonismo dado a las víctimas, antes casi ausentes, lo que
determina un cambio cualitativo y muy definitorio.
* El cine español ha cumplido así, en
este terreno, una función básica e irrenunciable de la cultura, entendiendo
esta como una búsqueda continua de comunicación y entendimiento. Y ello,
enmarcado en una comprensión crítica de la realidad española contemporánea y de
su derecho fundamental a la memoria histórica.
Queda suficientemente claro, ¿no?
"Días contados", de Imanol Uribe (1994)
(Publicado en "Turia" de Valencia, abril de 2014).
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