‘Julieta’ vuelve a plantear el tema de Pedro Almodóvar como
“cineasta de mujeres”. Ese concepto ha ido creciendo a lo largo de los años,
hasta convertirse en un tópico. Pero el tópico, ¿refleja una realidad numerosas
veces repetida o acaba enmascarando esa realidad, dándola por supuesta? Para
responder a esa pregunta, lo mejor es ir poco a poco, descartando adherencias e
ir al auténtico núcleo del tópico. Y ese desentrañamiento ha de partir de una
evidencia: el cine de Almodóvar nunca es realista, sino que se basa
continuamente en la representación; es decir, en una contemplación indirecta de
la realidad mediante una serie de instrumentos genéricos. Pero “genéricos” no
en el sentido de diferencia de sexos, sino en el de los diversos géneros
narrativos en que puede apoyarse un autor.
Evidentemente, en el caso de Almodóvar ese género es el melodrama,
llevado hasta sus últimas consecuencias en unos casos, o con derivaciones
cómicas o satíricas en otras. Por tradición, el melodrama se suele basar en la
mujer, en sus sufrimientos, en sus penalidades, incluso en su humillación a
causa habitualmente del amor no correspondido o traicionado. Dado que la gran
mayoría de los protagonistas “almodovarianos” son mujeres y dado el género por
el que se opta, el resultado es, entonces, patente. Hasta en su película más
realista, ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’, la cuarta de su filmografía,
que realizase en 1984, la formulación de la historia viene trazada en términos
melodramáticos, aunque su protagonista se rebele contra su destino y acabe
matando a ese marido machista que es la fuente principal de su sufrimiento. Lo
que, sometida al acoso de su padre, también hará la hija de la Raimunda (Penélope
Cruz) en ‘Volver’, veintidós años después.
“La mujer es más espectacular como sujeto dramático, tiene
más registros”, ha dicho Almodóvar, y su obra es fiel a este principio. Como lo
fueron Cukor, Minnelli, Ophüls o Fassbinder, considerados también “cineastas de
mujeres” y muy frecuentadores del melodrama. Ante todo, el director manchego no
es un retratista, sino un inventor de personajes, a quienes configura mediante
una serie de meandros narrativos, a través de unas vicisitudes a menudo
sorprendentes que determinan esa peculiaridad tantas veces encarnada por Carmen
Maura. Nada es lo que parece en un primer término de esas figuras, hay un
trasfondo que se extiende a conflictivas relaciones materno-filiales como en
‘Tacones lejanos’ (1991) y la ‘Julieta’ de ahora mismo; a búsquedas
desesperadas por el hijo perdido de ‘Todo sobre mi madre’ (1999) o a la anhelada
transformación de un ser en otro en ‘La piel que habito’ (2011).
"Volver" (2006)
Esas mujeres de Almodóvar no son nunca como en la vida real. Sino
que él se refiere a los arquetipos que sobre ella han sido construidos por la sociedad
y, creativamente, los modula en función de sus recuerdos y sus deseos. Acierta
el británico Mark Allinson, autor del libro ‘Un laberinto español. Las
películas de Pedro Almodóvar’, cuando señala que “de manera cercana a los films
clásicos de Hollywood, los de Almodóvar frecuentemente representan y al mismo
tiempo contestan las construcciones cinematográficas de los géneros. Donde gran
parte del trabajo pionero llevado a cabo por teóricas y teóricos feministas
revela las estructuras escondidas en el cine clásico de Hollywood, dentro de
una sociedad patriarcal, en Almodóvar esas estructuras son llevadas a primer
plano, convertidas en temas explícitos”. Volvemos, entonces, al tema de la
representación, donde las cosas no son como son, sino como vienen representadas
de forma creativa para que su significado tenga mayor alcance que el del simple
reflejo de una realidad.
Que el cine de Almodóvar sea “de mujeres” no significa, en
absoluto, que sea un cine feminista. De hecho, desde esta óptica se le ha
acusado en numerosas ocasiones de “misoginia”, de convertir a las mujeres en
simples “fetiches masoquistas” de los que aprovecharse para sus tramas. Todavía
recuerdo el escándalo promovido por las feministas alemanas cuando ‘¡Átame!’ se
presentó en la Berlinale de 1990, inmediatamente después de que ‘Mujeres al
borde de un ataque de nervios’ hubiese convertido a Almodóvar en un cineasta de
alcance internacional. O las polémicas que siempre ha generado el tratamiento
que hacía de la violación en la citada ‘¡Átame!’, en ‘Kika’ (1993) o en ‘Hable
con ella’ (2001). Y las críticas generadas por la representación –una vez más–
de la mujer sufriente sin cesar, sometida a la pasión por un hombre, cuya
máxima exponente posiblemente sea la Leo (Marisa Paredes) de ‘La flor de mi
secreto’, realizada justo a la mitad de la década de los 90. Esa mujer doliente
que, en términos ya humorísticos, define la orden religiosa de ‘Entre
tinieblas’, a la que él “bautizase” en 1983 nada menos que como “Las Redentoras
Humilladas”…
"Julieta" (2016)
No, no se da apenas en Almodóvar la mujer plenamente libre, dueña
de su destino, activa, independiente de cualquier otro factor que no sean sus
objetivos. No, lo que propone, salvo excepciones muy contadas, es la
“contraimagen” de ese prototipo. Otros son los suyos: lo que ofrece este
“inventor de personajes” por excelencia es la personal representación de una
serie de arquetipos femeninos enmarcados en la ficción melodramática.
(Publicado en el suplemento cultural "La sombra del ciprés" de "El Norte de Castilla", de Valladolid, 7 de mayo de 2016).
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