Podríamos ponernos en plan sesudo para argumentar la
necesidad de la alfabetización audiovisual en nuestro país. Podríamos acudir en
nuestro auxilio a diversas directivas de la Unión Europea, o a las
recomendaciones mil veces expresadas por comités de expertos de todo el mundo
mundial. Podríamos fijarnos en las estupendas y contrastadas iniciativas en
este terreno de países cercanos como Francia, Gran Bretaña o Dinamarca.
Pero no lo voy a hacer. Voy a fijarme, en cambio, en esa niña
muy cercana que va a nacer dentro de poco (no, no se asusten, no es “la niña de
Rajoy”) y lo que yo deseo para ella. Entre otras muchas cosas, y de manera
fundamental, que reciba una educación como la que yo no recibí. En un capítulo básico,
como es el del conocimiento, comprensión y disfrute del lenguaje audiovisual.
Deseo que aprenda a leer y a escribir, por supuesto; quiero que se familiarice
con la música, con las artes plásticas, con el teatro, con todo aquello que va
a permitir su desarrollo cultural. Pero igualmente, ¿por qué no?, con un mundo
fascinante de imágenes en movimiento que van a irrumpir inmediatamente en su
vida a través del televisor y el ordenador.
Me imagino a esta niña jugando muy pronto a “mover” sus
dibujos en “stop motion” o a intentarlo con figuras de plastilina. Me gusta sentirla
divertida y emocionada ante films, primero de animación, luego de imagen real,
que no sean solo los de consumo masivo. Me complace verla conocer, paso a paso,
ese lenguaje y familiarizarse y encariñarse con nombres fundamentales del cine
español y de otras latitudes. Me identifico con sus sensaciones al acudir a una
sala de cine para ver en pantalla grande lo que ha aprendido en los libros y en
fragmentos de películas, en cómo se traduce ese lenguaje tan peculiar y tan
universal. Incluso me la imagino haciendo sus pinitos, con los compañeros de
clase, poniéndose a realizar un corto con una pequeña cámara o hasta con un
teléfono móvil. Creo que sería feliz con todo ello.
No, no se trata de formar cineastas desde las aulas, para eso
ya están –si se siente tal vocación– las Escuelas o Facultades
correspondientes. Se trata de una cuestión de educación, de que esa niña salga
de su instituto o su colegio sabiendo quién era Buñuel, Berlanga, Bardem o
Fernán-Gómez; o por qué son importantes Almodóvar, Erice, Gutiérrez Aragón, Amenábar,
Josefina Molina, Pilar Miró, Isabel Coixet o Icíar Bollaín; o cuánto han
significado el neorrealismo, la “Nouvelle Vague” o los “clásicos”
norteamericanos y los “independientes”. Porque también de Historia estamos
hablando, de una Historia de menos de 125 años que resulta perfectamente
asumible en su imprescindible relato del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Yo no quiero que esta niña que hoy evoco sea una autodidacta
que tenga que buscar aquí y allá –como debimos hacer nosotros, por desgracia– lo
que tiene derecho a que se le enseñe de manera ordenada y metódica. Nada
memorística, nada de aprenderse la filmografía centenaria de un John Ford como
si fuera la lista de los Reyes Godos. Nada aburrida, porque la pedagogía actual
posee recursos suficientes para que no lo sea en absoluto. ¿Es tan inaudito
pedir para el cine lo mismo que para otras disciplinas contemporáneas, lo mismo
que para una literatura que nos permite conocer a Cervantes y Machado, una
pintura que nos aporta a Goya y Picasso, una música que nos habla de Mozart y
Falla, un teatro que nos acerca a Shakespeare y a Lorca?
La Academia del Cine Español ha emprendido con decisión un
camino con el fin de que esa cría que va a nacer, y cuantos le preceden en
edad, posean los instrumentos necesarios para convertirse en personas educadas
en el medio audiovisual y, por tanto, con capacidad crítica ante él. El papel
de la Academia no es poner en práctica un plan educativo concreto, sino
canalizar ante las autoridades públicas, estatales y autonómicas, lo que desde
hace tiempo es una amplia demanda social e insistir en que han de transformarla
en realidad. De una vez por todas.
(Publicado en "Fotogramas" nº 2.087, de septiembre de 2017, dentro de la sección "La firma invitada").
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