El Kursaal 1, en una de las ediciones del Festival de San Sebastián
¿Por qué se agolpa el público en los cines de los Festivales
para ver incluso películas en principio poco atractivas y a horarios inusuales?
Acaba de pasar en San Sebastián y en Sitges y en Valladolid; volverá a suceder,
sin duda, en Sevilla o Gijón. Pero, ¿por qué cuando esas mismas películas, o
solo las de mayor reclamo, llegan a las salas comerciales, atraen a un número escaso
de espectadores? ¿Es la lógica del acontecimiento, tan presente en nuestros
días, lo que motiva este comportamiento radicalmente distinto del público? ¿O
hay otras razones que necesitan ser analizadas con detenimiento?
Me lo pregunto yo y se lo preguntan todos los sectores de la
distribución y la exhibición cinematográficas en nuestro país. Quizá lo primero
que haya que dilucidar es que no existe un solo público, que bajo la
abstracción de ese nombre tan genérico se esconden muchos y diferentes
públicos, cada uno de ellos con distintas preferencias y respuestas. De alguna
manera, los múltiples espectadores de un Festival le otorgan su “voto de
confianza” sobre todo aquello que les propone en su programación. Si la
experiencia sobrevenida de años anteriores ha resultado positiva, especialmente
en el caso de certámenes de larga trayectoria como los citados, esa confianza
se renueva en cada ocasión y se incrementa, a no ser que se haya visto defraudada,
como también ha ocurrido. Si “mi” Festival (es importante aquí el sentido de
pertenencia) ha seleccionado algo para que yo lo vea, es que merece la pena conocerlo.
Y me ofrece, además, precios habitualmente inferiores a los que luego me voy a
encontrar en la cartelera.
Mientras que la exhibición comercial es una jungla
competitiva a donde tratan de atraerme a base de reclamos publicitarios o de
promoción. Muy debilitado el papel de la crítica, que podría y debería servir
al público de orientación y guía, solo nos queda el “instinto”, el “olfato”,
para pagar unos euros por tal o cual película y no por otra. Según estadísticas
recientes, es la sinopsis de un film lo que más lleva al público a las salas,
seguida por el nombre de actores y actrices, y –dentro de los núcleos más
cinéfilos– el del director. Por supuesto, también cuenta entre nosotros el
bombardeo incesante que efectúe una cadena de televisión que haya financiado la
película, pero tal machaconería no funciona cada vez de la misma manera.
Siempre se ha dicho que el público es un misterio, que el que
elija un título u otro responde a motivaciones bastante secretas del
espectador. Pero esta enorme diferencia entre su comportamiento en los
Festivales y el resto del año supone un fenómeno básicamente nuevo y del que
tenemos que aprender. Ya se sabe que nadie posee la fórmula del éxito; si la
hubiera en cine, como dijo aquel, serían los Bancos los primeros en producirlo…
(Publicado en "Turia" de Valencia, octubre de 2018).
No hay comentarios:
Publicar un comentario