"Obra sin autor", de Florian Henckel von Donnersmarck
Cuatro de las principales películas de la Sección Oficial del
15 Festival de Cine Europeo de Sevilla duraban más de tres horas, o casi: El peral salvaje, de Nuri Bilge Ceylan
(188 minutos), Obra sin autor, de
Florian Henckel von Donnersmarck (también 188 minutos), Mektoub, My Love: Canto Uno, de Abdellatif Kechiche (175 minutos) y
Atardecer, de László Nemes (142 minutos).
Es decir, las últimas obras de dos ganadores de la Palma de Oro de Cannes
(Bilge Ceylan con Sueño de invierno
y Kechiche con La vida de Adèle) y
de dos Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa (Von Donnersmarck con La vida de los otros y Nemes con El hijo de Saúl). Tras tales éxitos,
cabe preguntarse por qué se lanzan a esas duraciones tan largas de sus relatos,
que suponen un cierto desafío a los hábitos del espectador.
Una primera respuesta sería simplemente porque lo necesitan
para desarrollar a fondo sus historias. Pero, vistos los films, la mayoría no precisaría
de tanto tiempo para contarlas si hicieran uso de un recomendable sentido de la
elipsis y la síntesis narrativa. También puede influir un cierto
“endiosamiento” autoral, un saberse poseedor de un “status” privilegiado para
no tener que someterse a los condicionamientos de otros colegas menos afamados.
O que, dadas las múltiples aportaciones de organismos y entidades de diversos
países a los que recurren para poner en pie sus películas, cubran mejor las
expectativas con un producto fuera de norma que responda a ese “algo especial”
que se ha financiado.
"Mektoub, My Love: Canto Uno", de Abdellatif Kechiche
Motivos varios capaces de influir en duraciones por encima de
la estándar, que no es “per se” la mejor, pero es la que domina en un mercado
que, aunque se le considere cultural, también tiene que cubrir unos objetivos
mínimamente comerciales y competitivos. Por buenos que sean estos films, los
distribuidores dudan mucho en adquirirlos por la sencilla causa de que los
exhibidores se resisten a programarlos, al poder dar de ellos únicamente dos
pases al día en vez de los cuatro, o al menos tres, habituales. ¿Qué esta es
una razón espuria que no debería influir sobre un medio artístico como el cine?
Posiblemente, pero así es la realidad, por áspera que parezca.
En Sevilla, el primer premio de su Palmarés no ha sido para
ninguno de los títulos citados, sino para otro, ya visto en Cannes, de “solo”
110 minutos: Donbass, de Sergei
Loznitsa, muy notable reconstrucción semidocumental de episodios reales sobre
la situación en Ucrania. El mismo Loznitsa que estremece al recuperar en El Proceso la filmación de un típico
juicio stalinista de 1930, mediante el que los principales dirigentes del
llamado “Partido Industrial” fueron ejecutados o condenados a duras penas. Pero
la cuestión es que ese presunto partido contrarrevolucionario ni siquiera
existió, fue un invento de la KGB para llevar a cabo una de sus “purgas
ejemplares”…
(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2018).
No hay comentarios:
Publicar un comentario