Ava, Rita, Grace y Liz




Los nombres del título corresponden a Ava Gardner, Rita Hayworth, Grace Kelly y Elizabeth Taylor, las actrices a las que Cristina Morató dedica su reciente libro “Diosas de Hollywood”. Especializada en famosos personajes femeninos que ya abordó en dos volúmenes anteriores (“Divas rebeldes” y “Reinas malditas”) y en libros de viajes, la autora rastrea en este caso las más bien tormentosas vidas de estas “estrellas” que gozaban de popularidad mundial. Junto a su trayectoria profesional, asistimos a un despliegue de amores, bodas, divorcios, romances clandestinos, hijos e incluso nietos…

Pero lo que podría ser un simple ejercicio de “crónica rosa” retrospectiva, adquiere desde la perspectiva actual, la del movimiento #Me Too y las abundantes denuncias por abusos sexuales en la llamada Meca del Cine, un sentido muy distinto, de denuncia sobre un pasado “mitológico” pero que era en realidad de una sordidez inaceptable, de frecuente humillación a unas mujeres jóvenes que deseaban llegar a la cúspide de su profesión. Cristina Morató lo deja patente cuando sitúa al inicio de su bien escrito libro tres frases reveladoras: “Alcanzar el estrellato en el mundo del cine requiere ir deprisa y perder la dignidad” (Marlene Dietrich); “Cualquier mujer puede ser glamurosa, lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida” (Hedy Lamarr); “En Hollywood te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma” (Marilyn Monroe).

No se trata de repetir ahora el manido tópico de mujer-rica-y-famosa-pero- desgraciada-y-víctima que tanto han publicitado las revistas del corazón para consuelo de sufrientes amas de casa. Lo que se desprende de estas páginas es que, por ejemplo, Harvey Weinstein solo viene a ser el continuador de una saga de productores depredadores que en el “dorado Hollywood” sometían a las actrices, sobre todo en sus comienzos, a prácticas sexuales que a menudo ya habían soportado en su niñez y adolescencia por parte de padres o familiares. Y que mediante la labor de alcahuetas disfrazadas de “columnistas” y pagadas por los Estudios, como Louella Parsons o Elsa Maxvell, debían casarse en matrimonios de conveniencia con hombres que las despreciaban, las insultaban y las pegaban, cuando no tenían que servir de “tapaderas” para la oculta homosexualidad de sus maridos. Y que casi siempre acababan destrozadas por el alcoholismo, la drogadicción o la simple ruina física en hospitales de desintoxicación.


Leyendo “Diosas de Hollywood” no tengo una sensación de escándalo fácil. Sino de sentir una infinita rabia contra quienes jugaron así con unas mujeres que, además, tenían que aparentar ser felices y sonreír al mundo.

(Publicado en "Turia" de Valencia, marzo de 2020).

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