María Forteza toma la palabra





Es, hasta ahora, la historia cinematográfica del confinamiento. Una bonita historia, que surgió al incluir Filmoteca Española en su oferta virtual “El Doré en casa” un cortometraje documental sonoro titulado Mallorca, que recoge imágenes de la isla al ritmo de la barcarola que Isaac Albéniz compuso en 1890 y con una voz en “off” encomiástica. Pero la dimensión de la película no viene dada por su convencional contenido a lo largo de casi ocho minutos, sino por estar firmada por una mujer, María Forteza, de la que poco o nada se sabía. Al estar rodada, según diversos indicios, al comienzo de la década de los 30, ella se convertía así en la primera directora del cine sonoro español, por delante de Rosario Pi, cuyo El Gato Montés data de 1935.

La noticia corrió como la pólvora, incluso “traspasando fronteras”, pues medios tan relevantes como el británico “The Guardian” se hicieron eco. La presentación que de Mallorca hizo Cristina Andreu, Presidenta de CIMA (la Asociación de Mujeres Cineastas), en el citado espacio virtual, realzaba la significación del descubrimiento, que se produjo al digitalizar un depósito entregado a Filmoteca Española en 1982 y que no fue verificado en su momento. Con gran celeridad, la periodista Laura Jurado ha ido publicando en la web “Industrias del Cine” varios reportajes sobre la personalidad de María Forteza y su entorno, sobre todo su marido Ramón Úbeda.


Los títulos de crédito de Mallorca son inequívocos: la dirección le corresponde a ella, mientras que él aparece como responsable de la producción y el sonido, que era su especialidad hasta el punto de haber inventado un sistema de grabación sonora. Por tanto, no es María Forteza su ayudante, o quien solo efectuase la localización de los diversos escenarios del documental, como –con un cierto machismo histórico– se han apresurado a aventurar medios archivísticos mallorquines.

María Forteza, con su marido, Ramón Úbeda, y la hija de ambos, Marita

No, todo indica que fue la responsable máxima del corto, después de una amplia carrera ¡como cupletista! desde 1924 y que fue derivando hacia el cine. María, de origen judío, y Ramón fundaron también un pequeño estudio de doblaje en Barcelona antes de la Guerra Civil, que les fue incautado a su término, por lo que decidieron marchar a Lisboa, donde él se ganó la vida como sonidista antes de emigrar a Brasil y Argentina en 1951. Pero ya para entonces la pareja se había separado y María volvió a Mallorca con la hija de ambos, Marita. Después, Ramón regresaría a Barcelona, pero enfermo y arruinado, hasta el punto de que, menciona Jurado, su entierro a principios de los 70 tuvo que ser pagado por un amigo… Finalizaba así la historia de una singular pareja, de la que ella emerge ahora como pionera del cine sonoro español.

(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2020).

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