Texto de la exposición presentada ante el Pleno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el 13 de noviembre de 2023. Este llamado "Espacio de Reflexión" venía acompañado por un Power Point, cuyas imágenes se mostraban en aquellos momentos señalados por los sucesivos números que aparecen en dicho texto.
(1)
Buenas tardes.
Antes de entrar en la obra de Hayao Miyazaki, permítanme unas
breves notas sobre el cine de animación en general.
Dar vida y movimiento a lo que es inanimado. Dotar de
dinamismo a lo que, en principio, es algo inerte, como un dibujo en un papel o
un muñeco en una estantería. Este es el “milagro” que define al cine de
animación desde el invento de los Lumière en 1895. E incluso antes, porque ya
en los experimentos de su prehistoria se había avanzado en esta ilusión de que
objetos y personas se mostrasen a los espectadores de forma dinámica. Aunque ha
sido el dibujo el principal soporte de la animación, ha desarrollado con el
tiempo muy diversas muestras, trabajando con muñecos, marionetas, siluetas, pinturas,
arena…, en un sinfín de propuestas imaginativas. Incluso fundiéndose con el
documental en las últimas décadas, cuando ya el género ha compartido definitivamente
su faceta infantil con la de contenidos adultos, lo que ha aumentado su alcance
cara al público.
De hecho, la animación surge prácticamente con el propio
cine, con pioneros como el francés Émile Cohl y el norteamericano Stuart
Blackton en los primeros años del siglo XX. O, basándose en la imagen
fotográfica, la obra de Georges Méliès, con quien rivalizó desde la todopoderosa
firma Pathé un español: el turolense Segundo de Chomón, autor de cortometrajes
tan valiosos como El hotel eléctrico
o Una excursión incoherente. Pero
sería la figura de Walt Disney la que dominaría esta modalidad a partir de las
breves piezas de Mickey Mouse y de su primer largometraje, Blancanieves y los siete enanitos, de 1937. La inmensa popularidad
alcanzada por sus producciones, basadas sustancialmente en relatos infantiles,
motivó que se asociara a ella la animación de manera abusiva. Pero no hay que
olvidar que, enseguida, en 1940, el propio Disney lleva a cabo Fantasía, donde “visualiza” famosas
composiciones de Bach, Beethoven, Schubert, Tchaikovski o Stravinski.
Hayao Miyazaki, dibujando en su estudio
Van surgiendo autores fundamentales del cine de animación en
los más diversos confines, como Lotte Reiniger en Alemania, Norman McLaren en
Canadá, Jirí Trnka, Karel Zeman y Jan Svankmajer en la entonces Checoslovaquia,
el grupo británico de Aardman Animations, o Bruno Bozzetto en Italia. Y, décadas
después del surgimiento de Disney y paralelamente a su filmografía, la figura
señera del japonés Hayao Miyazaki (2),
cuya última película, El chico y la garza,
se proyecta actualmente en los cines de nuestro país (motivo por el que le
dedicamos estos minutos), después de inaugurar la pasada edición del Festival
de San Sebastián. La acogida del público español ha sido espectacular, siendo,
por ejemplo, el título de mayor recaudación por pantalla, más de 3.500 euros,
en el primer fin de semana de su exhibición.
"Nausicaä del Valle del Viento" (1982)
Precisamente el Director de ese certamen, José Luis
Rebordinos, ya había subrayado en el libro “El principio del fin” la maestría
de Miyazaki, al considerarlo “el poeta de
la animación, que algún día ocupará el lugar que le corresponde en la historia
del cine, como uno de los cineastas más grandes, comparable a Ozu, Dreyer o
Ford”. Una maestría que se iría fogueando en el diseño de series
televisivas inolvidables como Heidi y
Marco, y en el ámbito global del “anime”,
el género de animación japonés por excelencia, al que pronto él dotaría de una
personalidad muy específica, por encima incluso de otros importantes autores como
Isao Takahata o Fujio Fujiko. Al comienzo, mostrando su atractivo por la
cultura europea, presente en su primer largometraje, de 1979, Arsenio Lupin III: El castillo de
Cagliostro (3), sobre el
famoso ladrón de guante blanco que miles de seguidores tuvo en Japón. Pero solo
tres años después, viraría hacia un relato distópico, Nausicaä del Valle del Viento (4),
centrado en las consecuencias apocalípticas de una guerra nuclear, nada extraño
venido de un país que sufrió dos bombas atómicas, en Hiroshima y Nagasaki, al término
de la II Guerra Mundial.

"Mi vecino Totoro" (1988)
Ya dentro del famoso Estudio Ghibli, que él fundase con Isao
Takahata y Toshio Suzuki, crea en 1985 La
fortaleza celeste (5),
donde las características principales de Miyazaki siguen consolidándose: sencillez
en el trazo gráfico, desbordada imaginación en las tramas, espacios
legendarios, gusto por la aventura… Todo ello, perfeccionado en Mi vecino Totoro (6), de 1988, por la prospección que efectúa en el
imaginario infantil, con rasgos autobiográficos, entre los que se han destacado
“el miedo a la muerte y el sentimiento de
orfandad”. La nostalgia del film hacia un Japón tradicional tocó en el
corazón a públicos muy diversos, al tiempo que la Naturaleza y el tránsito desde
la niñez a la edad adulta van adquiriendo papel protagonista, lo que
progresivamente se convierte en señas de identidad de su autor.
"La Princesa Mononoke" (1997)
Porco Rosso (7), realizada en los primeros años 90 por encargo de la Japan Airlines,1997 retoma el gusto por la aventura antes citado, dentro del contexto de la
aviación en una todavía primera etapa, que siempre fascinó a Miyazaki. La
maldición contra un héroe de la Primera Guerra Mundial, que le transforma en
cerdo y varía su condición mítica por la de simple pirata, nutre una historia
divertida y bastante extraña entre hidroaviones. Con una potente protagonista
femenina, una de las que pueblan con frecuencia el universo de Miyazaki, La Princesa Mononoke (8), de 1997, le lleva dos
décadas de desarrollo hasta lograr, según el historiador Tadao Sato en su libro
clásico “Le cinéma japonais”, un “gran fresco
mitológico muy original sobre toda la
belleza perdida de la selva primitiva”. Enfoque que en el film se halla imbuido
por la modalidad religiosa del Shinto, dominante en Japón y que se caracteriza
por un animismo no reglado y sincrético con otras doctrinas.
"El viaje de Chihiro" (2001)
Si el enorme “tirón” de esta película en su país lograría
introducirle en el siempre difícil mercado norteamericano, el éxito mundial le
vendría cuatro años después (tiempo muy habitual para llevar a cabo una obra de
animación) con El viaje de Chihiro (9), primer film del género en
lograr el máximo premio en un Festival de categoría A, concretamente el Oso de
Oro de Berlín en 2002, y considerada entre las primeras de las cien mejores
películas asiáticas de todos los tiempos, según una encuesta llevada a cabo por
el Festival coreano de Busán. Impresionante en sus múltiples dimensiones, desde
el grafismo hasta la música pasando por la irrupción de potentes personajes, El viaje de Chihiro logró que el nombre
de Miyazaki ya fuese familiar en los circuitos cinéfilos pero también entre
públicos amplios.
"Ponyo, en el acantilado" (2008)
Lo que se concretó con El
castillo ambulante (10),
de 2004, valorada por su enfoque crepuscular sobre la vejez, otro tema que va a
ir ganando terreno en la filmografía de su autor. Algo no contradictorio con su
empeño sucesivo, Ponyo, en el acantilado (11), acabada en 2008, donde
regresa a su querido mundo infantil y a un dibujo de mayor sencillez que el
barroquismo que había ido tomando cuerpo en sus títulos anteriores.
"El viento se levanta" (2013)
Ya en 2013, la depuración impresionista domina El viento se levanta (12), que figura entre sus
trabajos de mayor perfección, al reflejar la existencia de una de las figuras
más destacadas de la aviación japonesa, el ingeniero Jiro Hirokoshi. Vuelve a utilizar
también en este caso acentos muy autobiográficos, hasta el punto de que su
insistencia en ellos los justifica argumentando que sería su última película,
con 72 años a las espaldas y el gran desgaste personal que supone elaborar un
largo de animación. Pero, afortunadamente, no ha sido así…
"El chico y la garza" (2023)
No lo ha sido porque, justo una década después, ha surgido El chico y la garza (13), que
citábamos al comienzo. La propuesta ecologista que encierra, confirmando un principio
que en Miyazaki es muy anterior a cualquier moda, se traduce en una nueva
apuesta por la Naturaleza, su confrontación con los seres humanos y, dentro de
ella, la preeminencia de la vejez y la muerte, paralelas al sentimiento de
pérdida (de hecho, la trama del film arranca con el fallecimiento en un
incendio de la madre del niño protagonista) y al paso de este hacia la madurez
desde sus 12 años. La relación con el ave que da título occidental al film –el original
japonés se traduciría por ¿Cómo vives?, nombre
del libro en que se basa–, constituye el núcleo de una trama que arrebata por
sus diversos pliegues narrativos, donde lo evidente deja continuo paso a la
sugerencia ante los fascinados ojos del espectador.
Otra imagen de "El chico y la garza"
Como escribió Jordi Sánchez Navarro, “las obras de Miyazaki ilustran
perfectamente el hecho, consustancial al arte japonés, de que lo irreal puede
capturar la esencia de la realidad más que la realidad en sí misma, porque la
fantasía es universal más que individual”. (14). En definitiva, el cine de Miyazaki es como un espejo
donde lo real y lo irreal, lo reconocible y lo secreto, se relacionan al mismo
nivel desde la imaginación y la fantasía hasta llegar a su completa fusión.
Valga este Espacio de Reflexión para subrayar la importancia
de una forma de lenguaje audiovisual como el cine de animación (sobre el que,
como saben, la Academia firmó el mes pasado un Convenio de difusión) y, más
concretamente, hacia la excepcional figura de Hayao Miyazaki. Si he logrado
despertar el interés de mis compañeros académicos y académicas, o contrastar
sus opiniones si ya conocían estas obras, mi objetivo se habrá cumplido. Creo,
sinceramente, que no les defraudarán si tienen la oportunidad de conocerlas y
disfrutarlas por primera vez o de nuevo. (15)
Muchas gracias por su atención.