Secuencia 28.
Interior de autobús. Día.
En el autobús repleto
de gente, él y ella van hablando. Él se ha quitado la chaqueta debido al calor,
pero mantiene la corbata, que ha desanudado. Ella va vestida algo más informal,
pero también con ropa cuidada. Son jóvenes, unos treinta años. Se diría que
pertenecen a una de las grandes empresas que abundan en la zona. Su
conversación tiene un poso de angustia, de incertidumbre. La voz, baja. La
mirada, un tanto perdida.
ELLA.- ¿Crees que nos echarán mañana mismo?
ÉL.- No, me parece que esperarán hasta el
lunes. No es fácil echar a tanta gente al mismo tiempo.
ELLA.- ¿Por qué? En muchos otros sitios lo
están haciendo…
ÉL.- Me figuro que tienen que ir uno por
uno, explicándoles la situación en que se quedan. Pero a lo mejor tienes razón…
ELLA.- ¿Y tú?
ÉL.- No, a mí seguro que me echan mañana,
somos menos que en tu departamento. Ya nos lo han dicho.
ELLA.- Bueno, si llego al lunes, es que
tengo un par de días más de trabajo…
ÉL.- ¿Y qué vas a hacer luego?
ELLA.- No tengo ni idea, cobrar el paro,
tratar de irme fuera, a otro país. Aquí no hay nada.
ÉL.- Tendremos que volver a empezar de
becarios, de buscar algo en prácticas…
ELLA.- Pero ya no vamos teniendo edad…
ÉL.- ¿Y qué quieres que hagamos?
No, esto no es una secuencia de una película española, sino
un diálogo real escuchado en un autobús que circulaba por el madrileño Paseo de
la Castellana un caluroso jueves de finales de junio. No, el cine español
–sobre todo, el de los guionistas y directores más jóvenes– no habla de estas
cosas, de cuanto está sucediendo todos los días, que parece feo y molesto
tratarlo, ya no estamos en los tiempos del “realismo social”.
No, no es una secuencia de una película española. Lo que ahora
se lleva es el “género”, lo “fantástico”, niños que surgen de las tinieblas del
pasado, fantasmas de madres muertas, bosques umbríos, zombis, epidemias
cósmicas, el fin del mundo… Habrá quien quiera ver en ello una dimensión
metafórica de la situación actual, pero me temo que se debe más al escapismo, a
la pereza de enfrentarse de manera consciente a la realidad y, también, al
deseo de hacerse una carrera al estilo “serie B” de Hollywood por si así “me
llaman de Los Angeles”, mientras se cuenta, además, con la aprobación de una
crítica complaciente.
No, no es una secuencia de una película española. Es un
diálogo auténtico en un autobús que podrían ser otros muchos lugares. Es, como
diría Horacio, la realidad que siempre se lanza sobre nosotros al galope.
Publicado en "Turia" de Valencia, julio de 2013.
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