Tan solo era una adolescente de 14 años cuando Fernando
Trueba la eligió para El embrujo de
Shangai, en el papel de Susana, por el que llamó poderosamente la atención.
Poco después, sería Fernando León quien viera en ella a la Nata de Los lunes al sol. Algo había en esta
chica que le hacía diferente de las muchas de su edad que pululaban por los
platós de cine y televisión, algo que conseguía que el espectador se fijase en
ella en cuanto aparecía en la pantalla. Simplemente, era distinta. ¿Se debería
a sus ojos un tanto rasgados, a una mirada que irradiaba sinceridad o al erotismo
juvenil que desprendía? Tenía que ser algo más profundo que esas
características físicas, sin duda importantes pero no definitivas. Quizá es que
ya desde entonces, a principios de la década del 2000, se veía en Aida Folch el
sólido proyecto de una excelente actriz.
Otros títulos posteriores lo fueron demostrando poco a poco: La mirada violeta, Salvador, Las vidas de Celia o, muy especialmente,
la demasiado poco conocida 25 kilates,
de Patxi Amézcua, por cuya Kay (que Aida Folch definía como “una buscavidas”) logró en 2009 la
Biznaga de Plata a la Mejor Actriz en la sección ZonaZine del Festival de
Málaga. Pero no solo eso, por medio hubo cursos de preparación con Cristina
Rota y Juan Carlos Corazza, o su trabajo teatral con Lluis Pasqual en “Roberto
Zucco”, lo que demuestra inteligencia a la hora de ir elaborando una trayectoria
interpretativa. Que ganaría gran popularidad con su Françoise Alcántara, la
hija francesa de Juan Echanove, el personaje de la serie “Cuéntame” al que supo
aplicar sentido del humor y de la rebeldía en una época poco propicia para uno
y otra.
Y así hasta llegar al resonante éxito de su Mercè en El artista y la modelo, de nuevo con
Fernando Trueba, que –además de la nominación a los Goya– le ha hecho ganar
diversos premios, entre ellos el de “El Ojo Crítico” de Radio Nacional de
España que realza la labor de jóvenes profesionales, y en cuyo Jurado tuve ocasión
de participar, o el que ahora le concede con justicia la Turia. Quedan por llegar a las salas El amor no es lo que era, de Gabi Ochoa, y a los televisores la
biografía de Vicente Ferrer, en la que, acompañando a Imanol Arias, interpreta a
su mujer, Anna. Seguro que está bien en ambas.
Seguridad que proviene de una carrera en ascenso y en la que la
fuerza expresiva, la pasión y ese rictus como de enfurruñamiento ante la
adversidad surgen como características dominantes en la labor de Aida Folch. “El cine me ha salvado un poco la vida”, tras “una infancia difícil”, ha asegurado –un tanto dramáticamente– esta
sagitario que se esfuerza por evitar su fama de impuntual, que se aficionó al
cine viendo Dirty Dancing, a la que
le gustan las películas de Ken Loach, admira a Kate Winslet o Claudia Cardinale
y confiesa su “amor platónico” por
Johnny Depp. Hablando cinco idiomas (El
artista y la modelo la ha hecho,
como es bien sabido, en francés), viajera impenitente, incluso ya con dos
cortometrajes dirigidos, Estrellas y
Ella, esta joven actriz nacida en
Reus y de solo 26 años tiene todo el futuro por delante, siempre que –según
desea fervientemente– le “lleguen buenos
papeles” y sepa rodearse de los directores adecuados. Si es así,
contemplaremos una indudable “marcha triunfal” de Aida Folch.
Publicado en el Extra Premios Turia, de "Turia" de Valencia, julio de 2013.
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