Nadie hace demasiado caso a los Premios del Cine Europeo, concedidos
en Berlín el pasado sábado. Sobre todo, esa indiferencia se hace palpable en nuestro
país, donde solo unas breves crónicas periodísticas y alguna noticia en los
telediarios (y porque el Premio de Honor se le otorgaba este año a Almodóvar) han
dado cuenta de la entrega (*). Hubo un tiempo en que se retransmitían en directo
por Canal+ o la 2, como también alcanzaron cierta presencia entre nosotros
cuando el acto de 2004 tuvo lugar en Barcelona, la única vez que se celebró en
España. Pero a lo largo de sus ya veintiséis años de existencia los galardones
europeos no han llegado a tener ni de lejos la relevancia de los Oscar, a cuya
imagen y semejanza se crearon. Una prueba más del colonialismo cultural al que
estamos sujetos en el Viejo Continente.
La indiscutible vencedora de esta edición ha sido La grande bellezza, de Paolo Sorrentino
(quien, por cierto, no acudió a la ceremonia), al lograr los Premios a la Mejor
Película, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Montaje. Ustedes tienen la
oportunidad de evaluar la justicia de estas decisiones de los miembros de la
Academia Europea, porque felizmente la película acaba de estrenarse en nuestras
salas. Y pueden comprobar por sí mismos –ahora, cuando incluso a Carlos Boyero
le gusta– la potencia de la estética de Sorrentino en su declarado homenaje al
Fellini de La dolce vita y Ocho y medio. Así como, especialmente, admirar la interpretación del
genial Toni Servillo, al que Berlín ha dado lo que Cannes le quitó. Por cierto,
Servillo va a actuar en Madrid el próximo año con “Le voci di dentro”, de Eduardo
De Filippo: no lo duden, merece la pena venirse desde Valencia para disfrutar
de su siempre espléndido trabajo como actor y director.
Lo que sí me sorprende, y disgusta profundamente, es la total
ausencia de La vie de Adèle en el palmarés, no sé si debido a prejuicios
moralistas. Que el film que triunfase en Cannes, admirando a la crítica de todo
el mundo, tuviera pocas nominaciones (¡ni siquiera a sus protagonistas!) resultaba
muy sospechoso. Que se haya ido de vacío en estos Premios Europeos supone un
completo disparate, incluso mayor al que nuestro público viene cometiendo por
no acudir en la cantidad que sería lógica a la extraordinaria película de Abdellatif
Kechiche.
Del lado español, y aparte del citado premio honorífico para
Almodóvar, las cosas tampoco han ido demasiado bien: tan solo Paco Delgado ha
visto realzado su vestuario en Blancanieves,
mientras que el film de Pablo Berger no “concretaba” sus otras dos
nominaciones. Y ni La plaga como “descubrimiento del año” ni los
cortometrajes A story for the Modlins
y Misterio tuvieron mayor fortuna.
Pese a que ahora también surjan aquí unos llamados “Premios Feroz”, de la Prensa
y la Crítica, no está hoy nuestro cine para muchas recompensas.
(*) TV3 sí los retransmitió, en diferido, para Cataluña.
(Publicado en "Turia" de Valencia, diciembre de 2013).
Con independencia de que las tres horas de La vida de Adèle podían haberse sintetizado un poco (es el principal defecto que le veo a la película), lo de sus actrices es para quitarse el sombrero por su entrega total a los personajes. En las dos, pero al menos, al menos, era para reconocer a Adèle Exarchopoulos.
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