De entre la marea de Festivales de este mes de noviembre,
destaca el europeo de Sevilla, un certamen que en sus dos últimos años, desde
que lo dirige José Luis Cienfuegos –expulsado del de Gijón–, ha crecido y
mejorado. Su “olfato” cinematográfico, su sentido de la programación, su
capacidad organizativa ya son palpables en un certamen que, ahora sí, ha logrado
conectar con su público y con los medios de comunicación. No ha sido un simple
viaje de Asturias a Andalucía lo que Cienfuegos ha emprendido, sino que ha
sabido entender las diferentes características de una ciudad y unos
espectadores ansiosos de ver otro cine, y a precios muy populares. Más de un
30% de incremento de público entre esta edición y la precedente señalan el
éxito de un Festival que, tras no pocos baches e incertidumbres, llegaba a su
décimo año de existencia. Los ha cumplido entre largas colas para asistir a las
sesiones, presencia de cineastas tan importantes como Claude Lanzmann y un
programa muy atractivo en el que siempre había películas de relieve.
Obtuvo el primer premio, el Giraldillo de Oro, El desconocido del lago, del francés
Alain Guiraudie, “por su sincero y
original acercamiento a la naturaleza del amor”, de carácter homosexual,
según el Jurado presidido por Manuel Martín Cuenca. Mientras que el público
prefería Alabama Monroe, de Felix
van Groeningen, film belga que desde su paso por la Berlinale (donde obtuvo el
galardón equivalente) va “arrasando” por donde pasa. Pero otros muchos títulos
recabaron la atención, entre los que citaremos la italiana La grande bellezza, en la que –más allá de rendir homenaje al
Fellini de La dolce vita y Ocho y medio– Paolo Sorrentino
demuestra un alto poderío estético, acompañado por la interpretación del
siempre genial Toni Servillo, que le hizo ganar el Premio al Mejor Actor que ya
tenía que haber obtenido en Cannes. O dos documentales acogidos con entusiasmo:
Guadalquivir, que cabe considerar
como el primer “largometraje de naturaleza” rodado en España para la gran pantalla,
a cargo de Joaquín Gutiérrez Acha y con locución de Estrella Morente; y Triana pura y pura, donde el “factótum”
del flamenco Ricardo Pachón nos retrotrae a una mítica fiesta de cante y baile
de este género, celebrada en 1983 como homenaje a los gitanos que la
especulación franquista arrojó del barrio sevillano.
Además del esperanzador renacimiento que supone la Mostra
Viva, de la que ya Turia ha dado
cumplida cuenta, también debe destacarse de este noviembre la presencia entre
nosotros de Hirokazu Kore-eda, el gran director japonés cuyo mayor signo
distintivo es el tratamiento que de la infancia ofrece en sus obras. Invitado
por la Semana de Cine de Madrid (antes Experimental), ofreció dos espléndidos
encuentros donde hizo gala de sinceridad, cercanía e inteligencia. Fueron horas
para guardar en la memoria sobre un autor que ha hecho de ella pieza esencial
de su filmografía.
(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2013).
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