Goran Paskaljevic, en Valladolid
Nadie mejor que Goran Paskaljevic para cerrar esta serie de
artículos sobre cineastas especialmente ligados a la Semana de Cine de
Valladolid. Porque es el director más laureado del Festival, el único que ha obtenido
tres veces la Espiga de Oro, con ‘La otra América’ en 1995, ‘Optimistas’ en
2006 y ‘Lunas de miel’ en 2009. Por
encima incluso de Ingmar Bergman, que ganó también tres veces, pero Lábaros de
Oro en la etapa en que era Semana de Cine Religioso y de Valores Humanos.
También Valladolid vivió en 1996 la primera retrospectiva completa de su obra
hasta ese momento, lo que después fue repetido por numerosos certámenes e
incluso el MoMA de Nueva York.
Repasando su trayectoria y entre los dieciséis largometrajes
que ha realizado Paskaljevic, desde ‘Un vigilante de playa en invierno’ en 1976
hasta ‘Al nacer el día’ en 2012, creo que hay que diferenciar dos etapas. La
primera muy influenciada por la “Nova Vina”, la Nueva Ola checoslovaca (él
estudió en la prestigiosa FAMU de Praga), e incluso el neorrealismo, movimiento
del que era gran admirador, sobre todo de ‘Ladrón de bicicletas’. Paso a paso, a
través de films como ‘El perro que amaba los trenes’, ‘…Y los días pasan sobre
la Tierra’, ‘Tratamiento especial’, ‘El engañoso verano del 68’, ‘El ángel de
la guarda’, ‘Tiempo de milagros’, ‘Tango argentino’ –todos los cuales se vieron
en la retrospectiva vallisoletana–, o la premiada ‘La otra América’, el
cineasta serbio fue configurando una filmografía con estilo propio y que se ha caracterizado
como “la tragicomedia humana”,
precisamente el título del libro de Ron Holloway que le dedicó la Semana.
Es decir, con una fusión de elementos trágicos y cómicos
sobre personajes que nos resultaban creíbles y cercanos, personajes muchas
veces marginales, “parias de la fortuna”, perdedores que sufrían unos embates
que les superaban y les impedían integrarse realmente en la sociedad en la que
vivían. Pero tratado todo ello de manera emotiva, con un fuerte sentido del
humor y un hálito de esperanza que les permitía a esos personajes algún tipo de
salida. Son rasgos típicos de la obra de Paskaljevic, pero también cabe
percibirlos como profundamente arraigados en las diversas modalidades de la
cultura de su país.
El punto de giro llega en 1998, cuando realiza ‘El polvorín’,
también llamada ‘Cabaret Balkan’, inicio de su “Trilogía serbia”, proseguida
con ‘El sueño de una noche de invierno’ y ‘Optimistas’. En medio ha sucedido
nada menos que la Guerra de los Balcanes y la violenta explosión de un
ultranacionalismo que había estado contenido durante el largo periodo de
gobierno del Mariscal Tito. Son películas que hablan de la devastación física y
moral de un país, la exYugoslavia, y del irracional deseo de expansión y
dominio por parte de Serbia, iniciado durante el periodo del presidente
Milosevic. Paskaljevic vive exiliado de su país entre 1992 y 1998, cuando
regresa para hacer ‘El polvorín’, y está todavía considerado oficialmente como
un “traidor a la patria” o, cuando
menos, “altamente sospechoso”.
Para entonces, y como no podía ser de otra forma, Paskaljevic
ha cambiado muy profundamente. Ya no es el esperanzado humanista de la etapa
anterior, ni su humor es el mismo, ahora teñido de acidez e incluso crueldad.
Se diría que ha hecho suya la frase de Voltaire en “Cándido” (libro en el que
se basan las cinco historias de ‘Optimistas’): “Optimismo es la locura de insistir en que somos todos buenos, cuando
todos somos miserables”… Ya no se trata de componer más o menos amables
panorámicas sobre pobres seres humanos, sino de denunciar hasta qué punto
pueden ser llevados a la barbarie y a la irracionalidad como individuos y como
colectivo. Él mismo ha dicho que sus películas se han vuelto “más políticas”, pero no por voluntad
propia sino porque es la política, la guerra, la confrontación, lo que ha
irrumpido en las vidas de millones de personas.
Ese Paskaljevic “distinto” también se había podido observar
en ‘Cómo Harry se convirtió en árbol’, rodada en Irlanda en medio de la “Trilogía
serbia”. Y se percibiría claramente en ‘Lunas de miel’: si se hace una
comparación entre esta y ‘La otra América’, se comprobará hasta qué punto ha
variado su punto de vista sobre un tema básico en nuestro mundo como es la
emigración. Mientras en ‘La otra América’ los emigrantes en Nueva York llegaban
a un cierto grado de felicidad cotidiana basada en la solidaridad entre ellos,
en ‘Lunas de miel’ no existen posibilidades de solución para dos parejas que
buscan emigrar a la “tierra prometida” de Europa Occidental.
Hasta llegar a la espléndida ‘Al nacer el día’, programada en
la Semana de 2012, en la que Paskaljevic –aunque siempre pasional– muestra una
cierta serenidad, un cierto equilibrio donde la memoria personal e histórica
juegan un papel esencial y donde también su autor se adentra en un nítido
clasicismo estilístico. Habrá que comprobar si sigue en esa línea con ‘Dev
Bhoomi’ (‘Tierra de Dioses’), que este año ha rodado en una zona cercana al
Himalaya y en la que narra la historia de un hombre ya mayor que, después de
cuarenta años en Inglaterra y sintiendo aproximarse la ceguera, regresa a su tierra
india de origen.
Cartel de "La otra América", primera película de Paskaljevic en obtener la Espiga de Oro
Hablaremos de ella dentro de unos días en Valladolid, donde Paskaljevic
se encuentra “como en su propia casa”,
en “su Festival preferido”, al que
esta vez acude como Presidente de un Jurado Internacional en el que me siento
feliz por participar junto a él.
(Publicado en "La sombra del ciprés", suplemento cultural de "El Norte de Castilla", de Valladolid, 17 de octubre de 2015).
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