"Perfectos desconocidos", de Álex de la Iglesia
Siempre se han hecho “remakes” o nuevas versiones de
películas a la largo de la historia del cine. También dentro de la producción
española: La vida en un hilo, Botón de ancla, La hermana
San Sulpicio, Nobleza baturra, A
tiro limpio y tantos ejemplos más. La novedad surge al comprobar que ahora unas
cuantas películas nuestras se basan en grandes éxitos de otros países. Es el
caso de la muy taquillera Perfectos
desconocidos, de Álex de la Iglesia, “remake” de Perfetti sconosciuti, realizada por Paolo Genovese un año antes y,
al parecer, impedida por contrato de ser vista en España. O de Sin rodeos, de Santiago Segura, que se
estrena el 2 de marzo, retomando el film chileno Sin filtro, con el que
Nicolás López logró convocar a más de un millón de compatriotas. O, un par de temporadas
atrás, Kiki, el amor se hace, de
Paco León, que “versionaba” la australiana The
Little Death, de Josh Lawson. E incluso Ocho apellidos vascos y Ocho
apellidos catalanes no podían negar su filiación con la francesa Bienvenidos al Norte y la italiana Bienvenidos al Sur.
"Sin rodeos", de Santiago Segura
Hollywood lo ha practicado habitualmente, no hay por qué
extrañarse. El curioso fenómeno se reproduce hoy día entre nosotros y habría
que preguntarse sus causas. ¿Es una cuestión de jugar en la producción sobre
seguro, de experimentar positivamente en cabeza ajena? ¿De buscar la cercanía a
los espectadores locales que pueden proporcionarles nuestros guionistas y
directores? ¿De disponer de “caras populares” entre los actores que hagan a las
tramas más reconocibles para el público? Sin duda, todo ello se une en busca de
lograr el éxito en taquilla, tan difícil de obtener.
Pero también, si se abusa de él, puede llegar a ser un camino
peligroso por lo convencional y de miedo al fracaso que supone. Refugiarse en
lo que ha funcionado bien fuera tiene una parte de conservadurismo, de
imitación de lo que otros han logrado con su originalidad y sus recursos. No
quisiera yo que el cine español se convirtiera en un mero “repetidor” de lo que
ha triunfado comercialmente allende nuestras fronteras, como si no hubiera aquí
y ahora suficientes creadores con capacidad de llevar a cabo películas nuevas
desde cero. No me refiero a adaptaciones literarias o teatrales, que siempre
han existido y siempre deberán existir, sino a la mera copia, “mutatis
mutandis”, de lo que viene del extranjero con marchamo de éxito.
Particularmente, prefiero un cine que se arriesgue, que no se
limite a ser un simple calco y se atreva a imaginar o juegue con los referentes
culturales que tiene a su alrededor. Por supuesto, ha habido muchas ocasiones
en que los “remakes” han sido mejores que los films originales, pero no siempre
sucede así. Mi temor es que entre precuelas, secuelas y nuevas versiones perdamos
ese plus de originalidad y de frescura que el cine necesita como el comer.
(Publicado en "Turia" de Valencia, febrero de 2018).
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