Le debía este artículo a Diego, a Diego Galán. Se lo debía
también, en cierta forma, a los lectores de la Turia. No lo pude escribir el pasado día 15, cuando me lo pidió
José Manuel Rambla (que acabaría redactando una semblanza suya muy acertada).
La noticia me sorprendió a varios miles de kilómetros de España y no me sentía
capacitado para elaborarlo entonces. Pero ahora, ya de vuelta, sí creo que
puedo y debo hacerlo como recuerdo y homenaje hacia con quien compartí tantas
cosas, incluso dentro de estas mismas páginas, uno con “Galán de noche” y otro
con “El Tema de Lara”.
Realmente, Diego y yo llevamos vidas bastante paralelas y
coincidentes en muchos momentos. Nos conocimos en la etapa de “Nuestro Cine” y
de los cine-clubs, para pasar juntos a “Triunfo”, donde sustituimos a la gran
pareja de críticos formada por César Santos Fontenla y Jesús García de Dueñas.
Al principio, y dado que no se nos conocía demasiado y que en la revista
abundaban los seudónimos, no fueron pocos los que aseguraron que era José Monleón
quien se ocultaba bajo tales nombres… Sin embargo, por paradojas del destino,
fuimos nosotros dos los que sí utilizamos un seudónimo común, Ramón Valle, para
escribir de teatro cuando Monleón estuvo una temporada en el extranjero… En “Triunfo”,
Diego y yo pasamos ocho inolvidables años, no solo como críticos sino como
entrevistadores, reporteros, de todo un poco y no únicamente del mundo del
cine. De ahí nacieron incluso libros conjuntos como “18 españoles de posguerra”,
“España, primera página” o “7 trabajos de base sobre el cine español”, publicado
por un importante y querido editor valenciano, Fernando Torres.
Luego, cada uno se iría a un Festival. Yo, a Valladolid, en
1984; él, a San Sebastián, al año siguiente. Y la verdad es que ese camino dual
respondía bien a nuestras diferentes maneras de ser y de entender el cine.
Diego reflotó el certamen donostiarra, que hasta había perdido la categoría A,
en tiempos muy difíciles, además, en el terreno político y social. Su labor fue
magnífica, fundamental para poner los cimientos de un Festival que, en buena
parte, siguen siendo los mismos de entonces y a cuya historia dedicó toda una
serie televisiva. Dentro de un dominio, el documental, donde dejó excelentes
ejemplos, como Memorias del cine español,
Queridos cómicos o los recientes ¿Quién fue Pilar Miró?, Con la pata quebrada y Manda huevos.
Se ha muerto Diego, después de unos últimos años con serios
problemas de corazón, y eso es incontestable. Pero no me acostumbro a la
desaparición de un amigo y compañero tan especial. Con él se va buena parte de
la memoria de nuestro cine pero, además, alguien que sintió con pasión su
trabajo, una pasión que disimulaba a menudo con un humor donde convivían la ironía
y la crítica cáustica hacia sí mismo y hacia los demás. Será imposible
olvidarlo.
(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2019).
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