La arquitectura de Ozu



Texto de la presentación del libro "La casa de Ozu", de Marta Peris Eugenio, en un acto celebrado en el Centre de Cultura de Porto Cristo (Manacor) el 22 de agosto de 2019:

Escribió Nathaniel Dorsky que “el cine es una pantalla, un rectángulo de luz, una escultura de luz en el tiempo”, algo en lo que coincidía con el gran Andrei Tarkovski. Pasando a otro arte, ¿es también una construcción arquitectónica una estructura íntimamente ligada al cine? El lector de “La casa de Ozu”, el espléndido libro de Marta Peris Eugenio, editado por Shangrila, que me satisface presentar esta tarde, llegará rápidamente a tal conclusión. Porque en este volumen cine y arquitectura aparecen estrechamente ligados, de una forma tan creativa como original, al abordar la obra de uno de los grandes maestros del cine mundial, Yasujiro Ozu.
Yasujiro Ozu

Seis películas suyas, exactamente, constituyen  el objeto principal del estudio de Marta Peris, aunque tal número es solo indicativo porque otras muchas del autor japonés (que realizase cincuenta y cuatro largometrajes entre 1927 y 1963) aparecen también referenciadas en el texto. “Buenos días”, de 1959; “El otoño de los Kohayagawa”, de 1961; “Flores de equinoccio”, de 1958; “Primavera tardía”, de 1949; “La hierba errante”, de 1959, y “El sabor del sake”, de 1962, son los magistrales films que, por orden no cronológico sino de avance y profundización en el análisis planteado, protagonizan los diferentes capítulos. Y así, lo que en principio fue la tesis doctoral de Marta Peris (presentada en enero de 2016) se ha transformado en un libro de enorme riqueza conceptual, nacido de una aproximación muy novedosa a la filmografía de un cineasta.

Dicho de manera esquemática, esas aproximaciones son habitualmente temáticas o formales, o siguiendo un enfoque historicista a la hora de reflejar la vida y obra de un determinado autor. Lo fundamental del trabajo de Marta Peris es que propone al lector una contemplación muy diferente, radicalmente distinta. Porque –como el nombre del libro indica– son las casas que aparecen en las películas de Ozu las que definen de forma idónea cómo es su cine, cómo sus personajes, cómo las clases sociales a las que pertenecen, cómo sus historias, esas historias para “hacer sentir la existencia de lo que llamamos vida sin utilizar acontecimientos extraordinarios”, en palabras del propio maestro japonés. Marta Peris incluso traza las plantas y los croquis de esas casas, tan típicas de la arquitectura tradicional de su país, aunque ya las películas seleccionadas, filmadas en el tránsito de la década de los 50 a los 60, reflejan una creciente occidentalización de ese paisaje arquitectónico, iniciada a raíz del término de la II Guerra Mundial.

Es enriquecedor y muy fértil el método que adopta “La casa de Ozu”. Nadie mejor para sintetizarlo que la misma Marta Peris: “La configuración del soporte arquitectónico, la manera de habitar y el estilo de filmación de Ozu se conjugan entre sí, revelando los atributos de la casa concéntrica, estratificada y porosa” (en el sentido de esta palabra que utilizaba Walter Benjamin al referirse a la ciudad de Nápoles, como proceso, opuesto a algo fijado e inmutable). Porque, prosigue la autora en otro pasaje de su libro, “Ozu logra asomarse al mundo interior de los personajes y no lo hace de su mano, en tanto que los personajes nunca exteriorizan sentimientos, si no es en situaciones muy concretas. Lo hace principalmente a través de la casa. El cineasta logra trascender el espacio doméstico para construir atmósferas que permiten al espectador percibir la intimidad de los personajes (…), percibir el hogar como expansión de la intimidad”.
  
"El sabor del sake" (1962), la última película de Ozu

Toda una declaración de principios a la hora de referirse a un cineasta especialmente rico en significados y con unas propuestas cinematográficas verdaderamente distintas, aquellas que hicieron que Paul Schrader situara a Ozu con Dreyer y Bresson dentro de un peculiar “estilo trascendental”, o que el cineasta experimental citado al inicio, Nathaniel Dorsky, lo incluyese dentro del “cine de la devoción”, desprovista esta de toda connotación religiosa que, en todo caso, se acercaría más al pensamiento “zen” en el caso de Ozu. Pero, sentada a mi lado una especialista como Marta Peris, no seré yo quien me aventure a extenderme en la obra de un autor único. Y debo confesarles que ganas no me faltan… Pero es este el papel adecuado para una presentación como la que pretendo.

Donde, volviendo a la concomitancia entre cine y la arquitectura, compruebo que en el concreto ejemplo de Marta Peris, con numerosos premios a sus espaldas, no se ha quedado en un simple plano teórico. Porque, al decir de quienes han estudiado su labor en el prestigioso Estudio Peris+Toral, que compagina con su docencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, resulta evidente que este análisis de las casas de los films de Ozu lo ha trasladado a, por ejemplo, viviendas sociales creadas en Can Caralleu, en Melilla o próximamente en Mallorca, utilizando el espacio de manera similar a como había descrito y estudiado en esas imágenes. El uso de espacios con funciones intercambiables, la adopción de estructuras sencillas a la hora de modelar los espacios disponibles, la existencia de servicios comunes que favorecen la comunicación y el contacto entre los vecinos, o la situación de corredores por donde circula el aire de manera amplia y no exclusiva para cada estancia, se halla en los planos del cine de Ozu, y Marta Peris se ha esforzado por traducirlo a un tipo de vivienda de nuestros días que rompa con los “standards” habituales.

La vocación cinematográfica de la arquitecta Marta Peris o la vocación arquitectónica de la cineasta Marta Peris, tampoco es, por fortuna, algo excepcional dentro de la historia del cine. Figuras como Eisenstein (quien escribió un famoso opúsculo sobre “Montaje y arquitectura”) o Fritz Lang (ahí está su “Metrópolis”) tuvieron una amplia formación arquitectónica, muy perceptible en sus imágenes, como también los italianos Comencini o Lattuada, dos nombres fundamentales de su cinematografía. O, en el caso español, el ejemplo de Fernando Colomo, cuyos buenos ingresos como arquitecto los iría invirtiendo en financiar sus películas, a veces perdiendo cuanto había ganado diseñando edificios… También cabe citar a Ricardo Bofill, que unió a su prolongada labor arquitectónica la realización del cortometraje “Circles” (1968) y el largo “Schizo”, presentada en su día por la Mostra de Venezia. Y ahora tenemos aquí mismo, en Manacor, el ejemplo de Carme Galmes, una prestigiosa arquitecta mallorquina que acaba de realizar su primer y excelente cortometraje, “Somni”.

Termino, porque lo fundamental de un presentador es no ser pesado ni agotar a un público que a quien desea oír es a la protagonista del acto. Por eso, cedo la palabra a Marta Peris, también por el egoísmo de poder escucharla ya. Solo me queda señalar, con Federico Babina, que si “los directores son como los arquitectos del cine”, los investigadores como Marta vendrían a ser como los arquitectos de la literatura…

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