Para mí, Alcarràs
posee una de las características fundamentales del gran cine, que es hacer
aparentemente fácil lo que en verdad es muy complicado. Es decir, que la película
fluya de manera natural, armónica, sin que el espectador perciba todo el enorme
esfuerzo que subyace a esa sencillez expresiva. Y no me refiero, o no solo, a
la dificultad de proponer una obra que fluctúa entre el estilo de ficción y el
documental, aunque todo en ella esté inventado, con actores no profesionales y
una temática que no es precisamente la que reclamaba Cecil B. DeMille, cuando
sostenía que una película “debe comenzar
con un terremoto y de ahí para arriba”…
No, a lo que me refiero es a algo más profundo que tiene su
raíz en el propio lenguaje fílmico y que se sustenta en la mirada del (en este
caso, de la) cineasta. Una mirada que se ejerce desde la planificación, porque
la contiene y la potencia, y que se extiende hasta un montaje donde esa mirada
se reconstruye para conformar un determinado punto de vista sobre la realidad,
aquí una familia de melocotoneros que se enfrenta al desafío de conservar las
tierras que cultivan desde ochenta años atrás. Igual que los pescadores sicilianos
de Aci Trezza tenían que luchar por su supervivencia en La terra trema de Visconti, una cita que hago con toda la
intención.
La forma en que Carla Simón dirige a sus intérpretes
constituye otro factor básico para la verosimilitud, la verdad, que respira
toda la película. Su sensibilidad para trabajar con niños ya había quedado
patente en Verano 1993, pero en Alcarràs, si bien comienza el relato con los pequeños y adquieren
un peso específico en él, se extiende de manera coral hasta un conjunto de once
personajes. Entre ellos, un abuelo que viene a ser el paradigma de la dignidad
(preciosas las escenas de su paseo bajo la luna), un padre de familia cuyo
intérprete parece un trasunto de Sergi López y unas mujeres que soportan el
peso de una doble vida, en la casa y en el campo.
Hablando de mujeres, debe destacarse que en Alcarràs la mayoría de jefaturas de
equipo son femeninas, desde una productora tan valiente y creativa como la
valenciana María Zamora, o ejerciendo labores muy destacadas como la de la
directora de fotografía Daniela Cajías y la montadora Ana Pfaff, con Carla
Simón como inspirada maestra de orquesta.
Simplemente, y dicho en plata, corran a ver Alcarràs.
(Publicado en "Turia" de Valencia, abril de 2022).
No hay comentarios:
Publicar un comentario