Que se premie a una “feel good movie” (traducible por “película de buenos sentimientos”) no debería extrañarnos tanto en estos atribulados tiempos. Entre la pandemia y la invasión de Ucrania, además de tantos otros hechos negativos, que se opte por un film reconfortante entra en la dinámica social de una dura realidad. CODA, acrónimo en inglés de “Hijos de Adultos Sordos” y subtitulada en España como Los sonidos del silencio, se llevó el Oscar a la Mejor Película probablemente no por su valía cinematográfica, sino porque actúa como sencilla compensación a tantos momentos de angustia. Ya funcionaba así la película francesa en que se basa, La familia Bélier, de gran éxito dentro y fuera de su país. A veces desestimamos el papel “consolador” que siempre ha tenido el cine, sobre todo si se refiere a una comunidad discapacitada como la sorda, ante la que asumimos una quizá fácil, pero no menos intensa, “buena conciencia”. Esta ha sido la baza del segundo largometraje de la realizadora Siân Heder desde que se presentó y fue premiado en el Festival de Sundance del pasado año; también ocupa ya el escaso segundo lugar de “remakes” en lograr el Oscar principal.
Que debería haber sido para El poder del perro o Drive
my Car, las dos obras fundamentales del pasado año, encierra pocas dudas.
De las doce nominaciones de la primera, que tan solo haya quedado el galardón
para la dirección de Jane Campion resulta absurdo porque se supone que no ha
dirigido en el vacío, sino con un guion, unos actores y un equipo que también
habrían merecido similar reconocimiento. En cuanto al film de Ryûsuke Hamaguchi,
ha recibido la estatuilla a la Mejor Película Internacional, pero sin triunfar en
el resto de las cuatro categorías en que estaba nominado.
Aunque, lamentablemente, lo que quedará de esta edición de
los Oscar es la injustificable bofetada o puñetazo de Will Smith al cómico
Chris Rock a consecuencia de un torpe chiste de este sobre la mujer del actor y
su dolencia alopécica. Tampoco debería extrañarnos demasiado que un actor que
ha hecho de la “violencia simpática” su seña de identidad tenga una reacción
acorde con ella, pese a su intento de variar de trayectoria con la inane El método Williams, hecha para su
lucimiento más que el de las dos hermanas tenistas y cuya única curiosidad para
nosotros es el reconstruido duelo final de Venus Williams con Arantxa Sánchez
Vicario.
Párrafo aparte merece el Oscar al Mejor Corto de Animación
obtenido por Alberto Mielgo, español residente en Los Ángeles, por The Windshield Wiper, dado a conocer en
la Quincena de Realizadores de Cannes y, aquí, por el Festival de Valladolid. Compuesto
de breves e intensos momentos, El
limpiaparabrisas se pregunta nada menos “qué
es el amor”… Una “sociedad secreta”,
concluye este muy valioso cortometraje, mientras suena la voz de Soko, tan
sugerente como lo son todas sus imágenes.
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