Como cabía esperar, “Prim” está resultando un gran éxito en
Estados Unidos. No solo por sus importantes resultados de taquilla, sino porque
la excelente película de Alejandro Amenábar se ha convertido en un fenómeno de
opinión y ha copado las primeras páginas de los más importantes diarios del
país. Así, tanto “The New York Times” como “The Washington Post” han llevado a
sus portadas al film en diversas ocasiones: primero, destacando en amplios
titulares sus doce candidaturas a los Goya; después, lamentando que “pinchase”
en los Premios Forqué, dominados por las últimas realizaciones de Urbizu y
Bollaín; para dar paso más tarde a grandes fotos de un Amenábar que parecía meditabundo
sobre el personaje de Prim, reclamo previo a dos páginas interiores de detallada
y elogiosa entrevista.
Y es que la historia del militar-político español ha
conmocionado a la audiencia norteamericana, que sigue con apasionamiento las
tribulaciones de alguien que se movió sin cesar entre golpes de Estado, pronunciamientos
revolucionarios e intrigas palaciegas. Sin duda, la dimensión mundial de Prim,
el conocimiento que en todas partes existe de su trayectoria personal y pública
–incorporadas ambas de manera impresionante por Javier Bardem–, han facilitado
este éxito, multiplicado por las más de dos mil quinientas copias en que se
distribuye la película de Amenábar. Como también hay que situarlo en el siempre
creciente dominio que el cine español ejerce sobre el mercado estadounidense,
que han llevado a muchos a inquietarse por la indefensión en que vive la
producción nacional.
A tal punto ha llegado el “suceso” de “Prim”, que hasta la
canción infantil que sirve de “leit-motiv” del film se ha puesto con toda
naturalidad en cabeza de la lista de los temas musicales más escuchados y
vendidos. Es habitual oír en comercios y medios de transporte, en oficinas y
despachos, o incluso en medio de la calle, lo que ya se ha convertido casi en
un himno: “En la calle del Turco/le
mataron a Prim/sentadito en su coche/con la Guardia Civil”. Lo que, en las discusiones cotidianas de los
norteamericanos, se contrapone con el deseo de saber, de una vez por todas, si
no murió en ese atentado de la canción, sino ahogado por una mano misteriosa
tres días más tarde, como la película de Amenábar sugiere de forma magistral…
*
* *
Evidentemente, todo esto no es más que la fantasía de una gélida
noche de invierno. Pero cambien “Prim” por “Lincoln”,
varíen los nombres de periódicos, directores y actores, y comprobarán que, por
contraste, se ajusta mucho a la realidad. Hemos tenido al presidente
norteamericano y al film de Spielberg hasta en la sopa (y lo que nos queda
todavía al llegar los Oscar), igual que a tantísimos otros títulos de su misma
procedencia que cada semana invaden las pantallas españolas. Por eso, solo si
este aparentemente loco “tema de Lara” llegara a ser verdad, que no lo va a ser
nunca, podríamos dejar de hablar de colonización cultural de nuestro país.
Publicado en "Turia" de Valencia, enero de 2013.
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