La semana Haneke




Más que comentar los Oscar, que los habrán tenido ustedes hasta en la sopa, voy a referirme a Michael Haneke no tanto por haber logrado justamente el de mejor película de habla no inglesa para su Amour, como por el protagonismo alcanzado esta pasada semana. Los hechos comenzaron en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, con la entrega de la Medalla de Oro de la entidad, que había recompensado hasta ahora a cineastas de la dimensión de Buñuel, Oliveira o Angelopoulos. Fue un acto sencillo, prolongado por una multitudinaria rueda de prensa, a cuyo término el realizador austriaco con aspecto de pastor calvinista se vio abordado a la manera de un actor de Hollywood, con una interminable demanda de autógrafos y fotos a su lado. En el diálogo que mantuvo, y pese a no querer hablar demasiado de su trabajo para que el espectador no se sienta condicionado por sus palabras, dejo claro que concede a la dirección de actores una suma importancia, que le preocupa de manera especial el ritmo que imprime a sus puestas en escena y que, eligiendo temas que le “molestan”, de las “guerras cotidianas” que vivimos, siempre busca la emoción del público. Casi hubo más preguntas que respuestas en sus palabras, muchas de las cuales fueron dedicadas a la música y, más concretamente, a Mozart.

Lógico, porque pocos días después se estrenaba en el Teatro Real su esperadísima versión de “Così fan tutte”, que cabe considerar como el acontecimiento de la temporada. No decepcionó, todo lo contrario. Haneke ha conseguido dotar de hondura, de dramatismo, a esta autodenominada “opera buffa” mozartiana, con una visión muy personal de los conflictos planteados por el libreto de Lorenzo da Ponte. La exactitud y “limpieza” de su puesta en escena, con un estilo casi geométrico, se combinan con un adecuado ritmo lento en que los recitativos adquieren todo su sentido. Quizá los ortodoxos, que proliferan en el mundo de la ópera, no estén muy de acuerdo con esta interpretación de “Così fan tutte”, pero lo cierto es que para nada traiciona la música de Mozart, sino que la potencia, con unos cantantes que –salvo en el discutible manejo del personaje de Despina– saben actuar también como actores. Tras su “Don Giovanni”, Haneke ha vuelto a estar a la altura de sí mismo.

Simultáneamente al estreno del Real, llegaba la concesión de los César franceses, en los que Amour conseguía los cinco más importantes: a la película, la dirección, el guion y sus protagonistas, Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. Para concluir la semana en el domingo de los Oscar, con el ya citado galardón. Un maratón de reconocimientos y éxitos, que se iniciase en mayo pasado con la Palma de Oro de Cannes (la segunda de su carrera tras la de La cinta blanca) y que hacen justicia a quien probablemente sea el autor más prestigioso del cine de nuestros días. Alguien cuya “divisa” dejó clara en su paso por Madrid: “No hay estética sin ética”.

Publicado en "Turia" de Valencia, febrero 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario