11 de la mañana del domingo 7, en un Nantes con frío y cielo
plomizo: la sala está prácticamente llena para ver un documental sobre el 15-M,
Dormíamos, despertamos, en el último día del Festival du Cinéma Espagnol, que
este año ha llegado a su 23 edición. No era una excepción, sino todo lo
contrario, porque la alta asistencia de público ha sido la tónica dominante en
la semana y media que ha durado el certamen. Siempre largas filas de
espectadores han aguardado la proyección de un amplio programa que iba desde
“clásicos” como El ángel exterminador,
El verdugo y Cría cuervos (elegidos por Costa-Gavras, que también ofreció una
“Master Class”) hasta las más recientes producciones en el largometraje, el corto
y los documentales. La fuerte asistencia de público se extendía a los debates o
encuentros con los cineastas y restantes manifestaciones, dentro de una
continua demostración de interés y apoyo hacia el cine español, que también se
prolonga a lo largo del curso educativo. No es de extrañar que, al recibir el
Premio del Público por Miel de naranjas,
Imanol Uribe dijera que le congratulaba en especial lograrlo por una película
que, paradójicamente, en nuestro país había sido un “fracaso comercial”...
Ese interés hacia nuestro cine fuera de sus fronteras, que
contrasta con el que –salvo contadas excepciones– obtiene dentro de ellas, entraña
un “misterio” con raíces ideológicas, políticas y sociológicas difícil de discernir.
El desapego que la generalidad del público español siente por sus películas,
incluso el desprecio con que las trata sin que la mayoría de las veces llegue
siquiera a verlas, resulta más que sorprendente, sobre todo cuando se contempla
desde kilómetros de distancia. Concretamente, desde la ciudad de Julio Verne y
Jacques Demy, plagada de presencias y recuerdos de uno y otro; desde una Nantes
que lleva casi un cuarto de siglo, y desea hacerlo mucho tiempo más, poniendo
cada año ante los ojos de sus habitantes lo mejor del cine español.
No se corresponde esta prolongada y vocacional labor con el
trato económico que Nantes recibe desde nuestras instancias oficiales. Baste
con decir que el apoyo del ICAA se limitaba este año a ¡mil euros!… Se nos
llena la boca con la cursilería y estupidez de la “marca España”, y somos
incapaces de respaldar mínimamente a quienes tanto se esfuerzan por difundir la
cultura de nuestro país. Si a ese trabajo –que ya reconoció hace unos años la
Academia con su Premio González Sinde– se une la hospitalidad y simpatía
desplegados por todo el equipo del Festival, encabezado por el trío directivo que
forman Pilar Martínez-Vasseur, José Márquez y Joxean Fernández, se entenderá
por qué Nantes supone un fuerte reclamo para nuestros profesionales. Debería
aprovecharse a fondo esta plataforma, como las de otros certámenes franceses
especializados en cine español (Toulouse, Marsella, Annecy), pero parece que
preferimos casi ignorarlas. Así nos va.
Publicado en "Turia" de Valencia, abril de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario