Permítanme que me autocite. En un artículo que publiqué en
“El Mundo” en septiembre de 2011, titulado “Ustedes se lo van a perder”,
comenzaba diciendo: “Los temas del cine
en España se suelen enfocar como si solo fueran importantes porque afectan a un
sector de gran relevancia en los medios. Pero lo verdaderamente significativo
es plantear lo que sucede con los espectadores. Son sus posibilidades de
disfrute ante una oferta cinematográfica atractiva, plural y variada lo que
realmente está en juego. Esa oferta se halla cada vez más amenazada por los
problemas que afronta la distribución independiente en nuestro país y que, de
no resolverse, pueden traducirse en un rápido empobrecimiento cultural y social
del público, limitado a conocer las producciones de Hollywood y, en todo caso,
las españolas cuyos títulos más taquilleros los suelen comercializar, para más ‘inri’,
compañías multinacionales de propiedad norteamericana”.
No presumo de profeta, pero la situación se veía venir. El
desplome de Alta Films, anunciado por Enrique González Macho la pasada semana,
es la consecuencia directa de un lamentable estado de cosas. Tengo contacto
frecuente con los distribuidores independientes y sé de primera mano hasta qué
punto lo están pasando mal. Todo se suma en su contra: la taquilla no es
suficiente para amortizar las películas que comercializan, para las que cada
vez se reduce más el número de salas (como en el propio caso de Alta); las
televisiones públicas no quieren más que cine norteamericano; el DVD se halla
en claro declive; por ahora, el consumo legal por internet apenas da réditos,
confrontado a una piratería invasora… No parece haber salida, porque tampoco
las ayudas del ICAA y del Programa Media resultan suficientes. Y, como decía en
el párrafo citado, además de la negra realidad de las empresas afectadas, va a
ser el público el “pagano” de todo ello, ya que se le cierran puertas a la
posibilidad de tener una oferta distinta a la propuesta por las “Majors”
estadounidenses.
Se dice que “los
tiempos han cambiado”, que “el
consumo cultural se ha transformado”,
que “los espectadores que iban a las
salas en versión original, ahora se
quedan en casa pegados al televisor o al ordenador”. No lo dudo, pero tampoco que existen una serie de responsabilidades
que podrían aliviar la situación. Por ejemplo, de las televisiones públicas (de
las privadas, mejor ni hablar) en sus criterios de programación. Por ejemplo,
de las Comunidades Autónomas, a quienes está transferida por el Estado la potestad
de ayudar a las salas. Por ejemplo, de una “política
cultural” cuyo máximo exponente es la subida del IVA hasta el 21%. Por
ejemplo, de la ineficaz lucha oficial contra la piratería.
Alta Films ha sido, y ojalá lo siga siendo, un ejemplo de
distribución y exhibición durante más de un cuarto de siglo. Y ahora espero que
los productores y directores que dispusieron de sus pantallas, manifiesten
públicamente todo el reconocimiento que le deben.
Publicado en "Turia" de Valencia, abril de 2013.
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