Por una serie de circunstancias que no vienen al caso, he
conocido en los últimos meses numerosos proyectos del cine español. Y algo me
ha llamado la atención por encima de cualquier otra cosa: lo mal, lo
rematadamente mal que se paga a los guionistas. Sean de mayor o menor
presupuesto, más o menos ambiciosas, de carácter básicamente “industrial” o
“cultural”, todas las películas –salvo contadas excepciones– tienen una
característica común: las cantidades ínfimas que se dedican al guion. Algunos
productores ni siquiera lo pagan o, sobre todo si se trata de documentales, se
atreven con la ridícula cifra de 1.000 o 2.000 euros, cuando no posponiendo el
cobro a “si hay beneficios” (que
nunca los hay, al menos oficialmente). Muchos lo sitúan en 15.000 euros, dinero
todavía muy injusto e insuficiente para quien o quienes han “inventado” el
film.
No es que los directores estén tampoco bien pagados, pero
superan un poco esos números de sonrojo. ¿Cómo se quiere que salgan bien las
películas si no se les da una remuneración adecuada a quienes las escriben? La
solución no estriba en hacer más y más versiones del guion, lo que a tantos
productores españoles les encanta y que no suele lograr otra cosa que “marear
la perdiz”. Eso lo han aprendido de sus colegas norteamericanos, que lo
practican habitualmente, pero no imitándoles en los baremos económicos que
aplican. Resulta muy fácil acudir al tópico de que “en el cine español lo que fallan son los guiones”. No, lo que
falla es la miseria que se dedica a ellos y que impide que apenas nadie llegue
a profesionalizarse en este oficio. Páguense adecuadamente y ya verán cómo
surgen buenos “scripts”.
Están en el horizonte diversas medidas que reforman el apoyo
estatal a la producción cinematográfica de nuestro país, en especial las ayudas
previas que van a sustituir a las de amortización. Dado que no se puede entrar
desde la Administración en si el guion está bien o mal retribuido, porque se
trata de un acuerdo entre particulares, debe exigirse que se haya abonado, al
menos parcialmente, para poder acceder a dichas ayudas. Porque esa es otra:
dicho con el refrán popular, “además de
cornudos, apaleados”, porque tantas veces los guiones acaban pagados tarde,
mal o nunca. Y no se puede seguir explotando a quienes crean, a quienes emplean
su inventiva, su esfuerzo y su tiempo a que todo pueda ponerse en marcha. No
hay una buena película sin un buen guion, y ejemplos de ello los encontramos a
miles. La “regeneración” del cine español pasa, junto a otros muchos factores
pero de manera principal, porque se les dé el justo trato económico a aquellos
que lo imaginan. Es la única forma de construir la casa desde sus cimientos
reales.
Ah! Felices vacaciones.
(Publicado en "Turia" de Valencia, julio de 2015).
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