Un cierto halo de tristeza

Texto para la presentación del libro "En busca del paraíso" (que recoge el guion del mismo título de Javier García-Mauriño y Carlos Taillefer), en la Librería Rafael Alberti el 4 de octubre de 2018.

Gerald Brenan y Gamel Woolsey

Acabamos de escuchar la lectura de las secuencias 5 y 6 del guion “En busca del paraíso”, en las magníficas interpretaciones de Amparo Climent y Juan Jesús Valverde, con las que hemos querido iniciar esta presentación. Secuencias de diálogos entre Gerald Brenan y Gamel Woolsey, que iniciaban así una relación amorosa que duraría 38 años y en la que se centra el guion de Javier García-Mauriño, sobre idea y argumento de Carlos Taillefer.

Siempre existe un cierto halo de tristeza cuando se publica el guion de una película que nunca llegó a hacerse. Es como un trabajo que queda a la mitad, truncado en su último objetivo, como testimonio de algo que pudo ser pero no se convirtió, lamentablemente, en realidad. Y eso que tenía muchas “papeletas” a su favor, desde que fuera apoyado por el Ministerio de Cultura en 1996 con una ayuda a su elaboración, que finalizaría nueve meses después. Pero el verdadero “parto” cinematográfico jamás tuvo lugar, aunque en ocasiones (como cuando Antonio Banderas, con su productora Green Moon, se interesó por el proyecto) pareció cerca de que se diera a luz.

Pese a la valía del guion, a la dimensión del gran hispanista Gerald Brenan (¿quién no recuerda “El laberinto español” o “Al sur de Granada”?, que llevase a la pantalla Fernando Colomo), al descubrimiento que habría supuesto de la figura y la poesía de Gamel Woolsey, a la recuperación de un universo peculiar como el de los intelectuales británicos fascinados por España, la verdad que es que tal proyecto se hallaba muy lejos de los parámetros industriales de nuestro cine. Probablemente, los ingleses si habrían hecho con él uno de esas buenos films de época que salpican su cinematografía; quizá hoy cabría recuperar el proyecto como una de esas series históricas con las que disfrutan tantos espectadores. Por fortuna, las Ediciones del Genal han tenido la plausible idea de sacarlo del cajón y convertirlo en libro, para que, al menos así, podamos conocerlo.

Tres son las líneas básicas de “En busca del paraíso”. Por un lado, esa historia de amor sostenida en el tiempo entre Brenan y Woolsey, que supuso para ambos un prolongado oasis de serenidad y paz después de sus tormentosas relaciones eróticas con otros dos destacados personajes del momento: la pintora Dora Carrington (que Emma Thompson encarnase en la película del mismo nombre, dirigida por Christopher Hampton) y el escritor Llewelyn Powys, que fueron, respectivamente, sus máximas pasiones. Y ello dentro de unas conductas ampliamente liberales desde el punto de vista sexual, como corresponde a grupos como el de Bloomsbury con el que, más o menos directamente, Brenan y Woolsey se relacionaban, en un contexto muy específico como el posterior a la hecatombe de la I Guerra Mundial.

En segundo término, el fortísimo contraste entre dos culturas tan alejadas en ese periodo como la británica y la española; o, más concretamente, la de un Sur español empobrecido y atávico, que primero solo Brenan y luego ya en compañía de Woolsey vivieron durante sus estancias en Yegen, un pueblecito de las Alpujarras granadinas, y luego en Churriana, muy cerca de Málaga. Contraste y conflicto que adquieren una trágica dimensión con el estallido de la Guerra Civil española, que la pareja sufriera y ella recogiese en su magnífico “El otro reino de la muerte”, llamado también “Málaga en llamas”, del que se encuentran claros ecos en “En busca del paraíso”.

Y, en tercer lugar, la reconstrucción de un modo de vida peculiar que ya no volvería a reproducirse. A través de una estructura narrativa en sucesivos “flash-backs” y de las voces de sus protagonistas, el guion logra ofrecernos esa perspectiva de un tiempo pasado, imposible de regresar a nuestros días. Nada más alejado de la historia relatada por “En busca del paraíso” como la globalización actual y la sociedad hiperconectada. Se deduce nítidamente de unas páginas que saben recrear con detalle y acierto un ámbito temporal que pertenece a un pasado ya irrecuperable. Y es en este sentir el transcurso del tiempo, el de un siglo XX convulso y apasionante, donde quizá hallamos una de las mayores virtudes del proyecto.
Quienes lo han logrado son dos antiguos compañeros de estudios, tareas y fatigas, como Carlos Taillefer (director y productor) y Javier García-Mauriño (guionista y autor teatral, con todo un Premio Lope de Vega a sus espaldas). Ellos mejor que yo van a hablar de su nonnata “En busca del paraíso”. No en una pantalla de cine, como hubiera sido deseable, sino entre los anaqueles de una librería tan querida como la Rafael Alberti. El libro ha triunfado, en esta ocasión, sobre el cine.        

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