Gerald Brenan y Gamel Woolsey
Acabamos de escuchar la lectura de las
secuencias 5 y 6 del guion “En busca del paraíso”, en las magníficas interpretaciones de
Amparo Climent y Juan Jesús Valverde, con las que hemos querido iniciar esta presentación.
Secuencias de diálogos entre Gerald Brenan y Gamel Woolsey, que iniciaban así
una relación amorosa que duraría 38 años y en la que se centra el guion de
Javier García-Mauriño, sobre idea y argumento de Carlos Taillefer.
Siempre existe un cierto halo de tristeza cuando se publica
el guion de una película que nunca llegó a hacerse. Es como un trabajo que
queda a la mitad, truncado en su último objetivo, como testimonio de algo que
pudo ser pero no se convirtió, lamentablemente, en realidad. Y eso que tenía muchas
“papeletas” a su favor, desde que fuera apoyado por el Ministerio de Cultura en
1996 con una ayuda a su elaboración, que finalizaría nueve meses después. Pero
el verdadero “parto” cinematográfico jamás tuvo lugar, aunque en ocasiones (como
cuando Antonio Banderas, con su productora Green Moon, se interesó por el
proyecto) pareció cerca de que se diera a luz.
Pese a la valía del guion, a la dimensión del gran hispanista
Gerald Brenan (¿quién no recuerda “El laberinto español” o “Al sur de Granada”?,
que llevase a la pantalla Fernando Colomo), al descubrimiento que habría
supuesto de la figura y la poesía de Gamel Woolsey, a la recuperación de un
universo peculiar como el de los intelectuales británicos fascinados por
España, la verdad que es que tal proyecto se hallaba muy lejos de los
parámetros industriales de nuestro cine. Probablemente, los ingleses si habrían
hecho con él uno de esas buenos films de época que salpican su cinematografía;
quizá hoy cabría recuperar el proyecto como una de esas series históricas con
las que disfrutan tantos espectadores. Por fortuna, las Ediciones del Genal han
tenido la plausible idea de sacarlo del cajón y convertirlo en libro, para que,
al menos así, podamos conocerlo.
Tres son las líneas básicas de “En busca del paraíso”. Por un
lado, esa historia de amor sostenida en el tiempo entre Brenan y Woolsey, que
supuso para ambos un prolongado oasis de serenidad y paz después de sus
tormentosas relaciones eróticas con otros dos destacados personajes del momento:
la pintora Dora Carrington (que Emma Thompson encarnase en la película del
mismo nombre, dirigida por Christopher Hampton) y el escritor Llewelyn Powys,
que fueron, respectivamente, sus máximas pasiones. Y ello dentro de unas
conductas ampliamente liberales desde el punto de vista sexual, como
corresponde a grupos como el de Bloomsbury con el que, más o menos
directamente, Brenan y Woolsey se relacionaban, en un contexto muy específico
como el posterior a la hecatombe de la I Guerra Mundial.
En segundo término, el fortísimo contraste entre dos culturas
tan alejadas en ese periodo como la británica y la española; o, más
concretamente, la de un Sur español empobrecido y atávico, que primero solo Brenan
y luego ya en compañía de Woolsey vivieron durante sus estancias en Yegen, un
pueblecito de las Alpujarras granadinas, y luego en Churriana, muy cerca de
Málaga. Contraste y conflicto que adquieren una trágica dimensión con el
estallido de la Guerra Civil española, que la pareja sufriera y ella recogiese
en su magnífico “El otro reino de la muerte”, llamado también “Málaga en
llamas”, del que se encuentran claros ecos en “En busca del paraíso”.
Y, en tercer lugar, la reconstrucción de un modo de vida
peculiar que ya no volvería a reproducirse. A través de una estructura
narrativa en sucesivos “flash-backs” y de las voces de sus protagonistas, el
guion logra ofrecernos esa perspectiva de un tiempo pasado, imposible de
regresar a nuestros días. Nada más alejado de la historia relatada por “En busca
del paraíso” como la globalización actual y la sociedad hiperconectada. Se
deduce nítidamente de unas páginas que saben recrear con detalle y acierto un
ámbito temporal que pertenece a un pasado ya irrecuperable. Y es en este sentir
el transcurso del tiempo, el de un siglo XX convulso y apasionante, donde quizá
hallamos una de las mayores virtudes del proyecto.
Quienes lo han logrado son dos antiguos compañeros de estudios,
tareas y fatigas, como Carlos Taillefer (director y productor) y Javier
García-Mauriño (guionista y autor teatral, con todo un Premio Lope de Vega a
sus espaldas). Ellos mejor que yo van a hablar de su nonnata “En busca del
paraíso”. No en una pantalla de cine, como hubiera sido deseable, sino entre
los anaqueles de una librería tan querida como la Rafael Alberti. El libro ha
triunfado, en esta ocasión, sobre el cine.
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