En el Prólogo de “Tan
poderoso como el amor”, César Antonio Molina acude a un verso de “El Cantar de los Cantares”, que
establece que “es fuerte el amor como la
muerte”. Y, efectivamente, desde ambos conceptos está estructurado todo su libro:
el amor como factor humano que, en sus muy distintas vertientes, supone un
dique frente al inevitable final. El amor nos hace libres y nos hace esclavos,
nos da un sentido a la vida y nos la atormenta en numerosas ocasiones, nos va
otorgando, en definitiva, un poder especial para confrontarnos al desenlace del
que nadie escapa. Con un vector fundamental que gravita sobre estos dos
elementos: el tiempo, que todo lo condiciona, lo acelera o lo retrasa, en un
proceso continuo que va modificando tanto a uno como a otra, y que también
constituye un elemento fundamental del volumen.
Es “Tan poderoso como
el amor” el libro de un apasionado por el cine, pero también el de un
poeta, y el de un filósofo, y el de un erudito, y –quizá por encima de todo– el de un romántico que cree realmente que “es
fuerte el amor como la muerte”. Ya advierte César Antonio Molina de que “no es una antología de películas”, pero
sí es un libro de cine, no solo como “excusa”
o “pretexto”, sino como comprensión
de que el buen cine es mucho más que un simple entretenimiento capaz de llenar
unas cuantas horas. Porque una película puede, e incluso debe, dar origen a una
serie de reflexiones no solo sobre la historia que acabamos de contemplar, sino
sobre nosotros mismos, sobre quienes nos rodean y todo un entorno dentro del
que vivimos en sociedad. Incluso ante un gran film, es posible quedarse con su
superficie, con su pátina, con su “película” (en el sentido etimológico de la
palabra), pero sería un desperdicio el no profundizarlo hasta su médula porque
ello nos enriquecerá como personas. Sería una lástima desaprovechar el caudal
de un arte tan enriquecedor, y quizá por ello César Antonio Molina conecta sus
cien películas con el pensamiento de autores de todas las épocas con la
pintura, la música y hasta con la mitología grecolatina, de la que bebe en
numerosas ocasiones. Para formar algo así como un “corpus” multidisciplinar que
conforma una clara “cultura humanística”.
He hablado de cien películas, pero son bastantes más a las
que hace referencia “Tan poderoso como el
amor”, al conectar (como en el caso de las de Chaplin o de Bergman) con la cinta
“protagonista” mediante diversas referencias, al igual que sucede entre films
de diversos directores. Pero ese centenar de breves capítulos deben degustarse
de manera pausada, no uno detrás de otro como si fuera una novela, aunque cada
entrada lleva también un resumen del contenido de la trama, lo que le lleva a
pensar a su autor que es también “un
libro de relatos”. Yo prefiero leerlos poco a poco, pensar sobre ellos y lo
que les han motivado, porque, sobre todo, suponen una invitación a la reflexión
e incluso a descubrir aspectos nuevos en un film.
En la que también entran títulos españoles que lo merecen,
como “El sur”, de Víctor Erice; “Amantes”, de Vicente Aranda; “Los amantes del Círculo Polar”, de
Julio Medem, y “La Academia de las Musas”,
de José Luis Guerín. Aquellos que se acercan más al cine poético –como decía
Rohmer– y con dimensión filosófica que César Antonio Molina ha propugnado
siempre, lo mismo que sucede con obras de Kieslowski, Angelopoulos, Visconti, Truffaut
o la maravillosa “Los muertos” (“Dublineses”), de John Huston, sobre el
texto de Joyce. Comprendiendo desde “Camille”
en 1921, todavía en el cine mudo, hasta “La
correspondencia” en 2016. Un enorme arco temporal que “Tan poderoso como el amor” va recorriendo cronológicamente, pero
siempre con esa triple idea amor/muerte/tiempo como núcleo de referencia. En
una selección que podría ser otra, cierto (porque casi toda película contiene
una historia de amor y, a menudo, de muerte, dentro de un arte del tiempo como
es el cine), pero que resulta perfectamente válida.
César Antonio Molina
Cada uno, de forma particular, puede tener sus preferencias
por aquel o este capítulo o entrada. Yo no voy a “descubrir” los míos; se lo
dejo al placer de cada lector de “Tan
poderoso como el amor”. Tampoco descubriré la película que, más allá de
reparos puntuales sobre otras, es la única de las elegidas sobre la que César
Antonio Molina muestra su disconformidad, igual que con el cineasta que la ha
creado. Descúbranlo y descubran todo el libro por ustedes mismos, se lo
recomiendo, dentro de esta “meditación
filosófica” en la que su autor, con un optimismo romántico que le honra,
confiesa “optar claramente por el amor
frente a la muerte”. Nada más y nada menos.
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