Además de ser un gran director de sus películas, Martin
Scorsese se ha preocupado siempre del cine en su conjunto, con especial interés
por la preservación y restauración del patrimonio fílmico de su país y hacia el
de otros, como Italia y Polonia. Por ello, sus opiniones y sus palabras
alcanzan una justa e indudable relevancia, como sucede con el eco logrado por
un muy reciente artículo suyo en “The New York Times”. En el que aborda la
situación del cine actual desde la perspectiva del éxito comercial logrado por
los incesantes títulos sobre superhéroes basados en cómics de Marvel, que, según
Scorsese, “están más cerca de un parque
de atracciones que de las películas que he conocido y amado toda mi vida”.
Porque “para mí, para
mis cineastas adorados, para los amigos que empezaron a rodar películas al
mismo tiempo que yo, el cine consistía en una revelación estética, emocional y
espiritual. Consistía en unos personajes, en la complejidad de las personas,
contradictorias y a veces paradójicas, en su capacidad de hacerse daño, pero
también de amarse, y en la necesidad que sentían en un determinado momento de
enfrentarse a sí mismas”. Algo que se asemeja a una breve declaración de
principios del autor de Taxi Driver o
La edad de la inocencia y que
evidentemente no encuentra en el cine de Marvel. Donde se ignora, porque ni
siquiera se plantea, que la clave radica en la forma artística: “Nosotros defendíamos que el cine estaba al
mismo nivel que la literatura, la música y la danza. Aprendimos que el arte
podía encontrarse en muchos sitios y tipos de películas, en el cine de Fuller y
en el de Bergman, el de Kelly y Donen, el de Godard y el de Siegel. O en
Hitchcock”.
Reconoce Scorsese que tales discrepancias pueden deberse a
una cuestión generacional, o, sobre todo, a que “en
los últimos veinte años, la industria del cine ha cambiado en todos los
frentes. Pero el cambio más nefasto se ha producido a escondidas y con
nocturnidad: la eliminación gradual pero constante del riesgo”. Algo inexistente
en esas películas de Marvel, como tampoco hay en ellas “revelación, misterio o auténtico peligro emocional (…) Las actuales franquicias cinematográficas
nacen de estudios de mercado y están probadas y probadas y modificadas hasta
dejarlas listas para el consumo”. La consecuencia es que “ahora hay dos campos: el entretenimiento
audiovisual para todo el mundo y el cine que encierra la visión de un artista
individual. Me temo que el poder económico de uno se está utilizando para
marginar e incluso menospreciar la existencia del otro”. De ahí que “la situación resulte brutal y hostil al
arte. Y el simple hecho de escribir estas palabras –concluye Scorsese– me llena de una infinita tristeza”.
Realmente, no se puede decir mejor.
(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2019).
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