Ha sido la frase favorita del estado de alarma, ya finalizado después de un centenar de días. Cada vez que se hablaba de algo, se repetía lo de que “ha venido para quedarse”, como apostando a que en el futuro iba a seguir teniendo un peso específico. Que ya fuese el teletrabajo, el máximo cuidado con la higiene, o una justa consideración –¡por fin!– de la sanidad pública y el cuidado de los mayores no habían sido algo pasajero durante este tiempo, sino que tenían fuerza y sentido para permanecer entre nosotros. Esperemos que no, por el contrario, esa cursilería de estilo que se ha impuesto en tantos comentarios, refritos de imágenes o reencuentros familiares. No, no es cierto el mantra de que vamos a salir “mejores” de la pandemia. Más bien lo contrario, porque habrá más paro, peores trabajos y, sobre todo, una situación de penuria económica que afectará especialmente a los jóvenes.
Pero ciertas “invenciones” sí deben salvarse. Entrando ya en el terreno cinematográfico, considero necesario conservar la iniciativa de algunas Filmotecas de nuestro país, proponiendo programas “on line” con tesoros de sus archivos que, en otras condiciones, pocos habrían conocido. Filmoteca Española, por ejemplo, se ha marcado un buen tanto en esta línea, ofreciendo novedades entre las que han destacado las valiosas prácticas de Mario Gómez, que en la década de los 60 fue alumno de la Escuela Oficial de Cinematografía y desarrolló después su carrera profesional en Televisión Española. Una de estas prácticas en particular, Soy leyenda, sobre la famosa novela de Richard Matheson, ha batido el récord de visionados, con más de 50.000. Pero también es destacable el “descubrimiento” de María Forteza y su corto documental Mallorca, que la ha convertido en la primera cineasta del periodo sonoro español, como ya reseñamos en esta misma sección.
Pero un similar relieve ha alcanzado la programación virtual
de la Filmoteca Valenciana (que reabrió sus puertas físicas en compañía de
Fellini y su Roma), con sesiones tan
importantes como la que albergó el documental La obra del fascismo, producido por el Socorro Rojo Internacional, con
imágenes impresionantes y muy poco conocidas de los bombardeos sobre Madrid; o,
en su última entrega, un melodrama rural, Castigo
de Dios, de Hipólito Negre (1925), todo un clásico del género.
Esas joyas de los archivos permanecían ocultas para la
mayoría de los mortales. Y no deben seguir estándolo, porque hay mucho cinéfilo
de pro que, por vivir en ciudades distintas u otros motivos, no puede desplazarse
a las salas de proyección de las Filmotecas. Que estos programas “hayan venido para quedarse” es lo que
hace falta para conformar unas auténticas Cinematecas virtuales de nuestro
tiempo.
(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2020).
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