Valladolid ha conseguido celebrarse con
solo el 30% de aforo en las salas y toque de queda a partir de las 10 de la
noche. Sevilla tendrá que reducir los espectadores en un mismo local a 200 y al
40% de ocupación máxima, además de prescindir de la mayoría de sus invitados.
Gijón y Huelva van a hacerse íntegramente “on line”, sin, por tanto, asistencia
presencial de público ni de profesionales. Los Festivales de cine españoles
están viviendo un auténtico calvario, y sus responsables afrontan con firmeza e
imaginación una serie de obstáculos crecientes, entre los que no son menores
las lógicas medidas dictadas por prudencia sanitaria. Su determinación resulta
ejemplar y, aunque en un momento en que tanta gente está sufriendo y
combatiendo al virus, resultaría exagerado llamar “héroes culturales” a sus
organizadores, al menos aplaudamos con fuerza cómo están afrontando la
pandemia.
Si Málaga fue el primer certamen español
que, a finales de agosto, se lanzó a su celebración entre múltiples reservas,
le han seguido en nuestro país San Sebastián, Sitges y la recién finalizada
Semana vallisoletana, en todos los casos con notables resultados pese a tantas
restricciones. Mientras hay cierre de salas, confinamientos y limitaciones de
todo tipo, cuando no se sabe si centenares de cines –sobre todo, no
pertenecientes a grandes cadenas– van a sobrevivir, los Festivales están
manteniendo el “fuego sagrado” con el espectador, como ya hicieran en la década
de los 80, cuando la masiva irrupción del vídeo parecía que iba a arrasar con los
cines. Fueron entonces los certámenes los que guardaron ese fuego de ver las
películas en salas, y ahora está sucediendo tres cuartos de lo mismo. Sin
recurrir a un pareado tan elemental y garbancero como el de que “la cultura es segura”, lo cierto es que
no se han detectado contagios procedentes de los cines, que se están esforzando
por mantenerse vivos.
Aunque no fuese su objetivo específico,
de ello también se habló en el Encuentro que, bajo el lema “Por la diversidad cultural”, Valladolid dedicó a las relaciones
entre los Festivales y la Distribución independiente. Tras más de cuatro horas
de fructífera reunión entre una treintena de responsables de ambos campos, que
participaron físicamente o vía Zoom, se llegó a una docena de valiosas
Conclusiones, de las que reproduzco la que las cierra y, en cierta manera,
resume: “Los participantes en este
Encuentro consideran de forma unánime que las instituciones deberán reconocer
el cine como un bien esencial de la cultura española. En función de ello, es
preciso proteger y garantizar en el futuro la existencia de unas salas de cine
que se ha demostrado que son especialmente seguras en el contexto sanitario
actual”. El cine como “un bien esencial de la cultura española”… Ya era hora.
(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2020).
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