Cannes 2022: Cuando nada de lo humano es ajeno

 


La diferencia entre los grandes cineastas y los que no lo son radica, además de la pertenencia de un estilo propio, en la calidad de su mirada sobre aquella parcela de realidad que pretenden hacer llegar al espectador. Ya sea desde los ámbitos de la ficción imaginada o de la que se basa en datos auténticos, tanto da, lo que importa es la valía humana de su creación. Así lo han demostrado en la 75 edición del Festival de Cannes varios de los autores que llegaron durante la recta final del certamen. Me refiero a Jean-Pierre y Luc Dardenne con Tori et Lokita, a Hirokazu Kore-eda con Broker y, junto a estos reconocidos maestros, un joven realizador que mostraba su segundo largometraje: Lukas Dhont con Close.

Frente a lo que tantas veces se afirma, no es de la entidad de un tema de lo que nace una película importante. Sí, respectivamente, los Dardenne nos hablan del drama de los inmigrantes sin papeles en un país europeo como Bélgica. Y el japonés Kore-eda se traslada hasta Corea para referirse al comercio de niños abandonados por sus madres y susceptibles de ser adoptados mediante una fuerte cantidad de dinero. Y el también belga Dhont, que con Girl ya destacase fuertemente hace cuatro años en la sección paralela Un Certain Regard, se centra en la amistad de dos adolescentes sometidos a una terrible situación. Asuntos importantes, sin duda, pero de lo que deriva la calidad de estas obras es de cómo las comunican sus autores, de la actitud humanista que adoptan ante sus historias, de la emoción y el noble sentimiento que destilan sus imágenes.

Creo que esto es lo que constituye su potencia creativa y lo que llevó al Jurado internacional presidido por el actor francés Vincent Lindon a incluirlas de manera destacada en su palmarés: Tori et Lokita con el Premio Especial 75 Aniversario, equivalente al que se otorgó a Muerte en Venecia con motivo del Aniversario de medio siglo antes; Broker, eligiendo a su protagonista, Song Kang-ho, a quien conocimos sobre todo en Parásitos, como Mejor Actor; y Close mediante un muy justo Gran Premio del Jurado que, lástima, tuvo que compartir con la penosa Stars at Noon, de Claire Denis, en una decisión inexplicable.

Pero a la hora de discernir la Palma de Oro de 2022 los nueve jurados se encaminaron, por una vez, hacia la comedia al otorgársela a la muy divertida (al menos, en sus dos primeros tercios) y fuertemente crítica Triangle of Sadness, de Ruben Östlund, quien conseguía así por segunda vez el máximo galardón, tras obtenerlo cinco años atrás con The Square. Podrá negársele al cineasta sueco algunas virtudes o reprocharle un humor en ocasiones demasiado grueso, pero nadie podrá discutirle su dominio a la hora de mostrar la estupidez de unos seres y de una época donde crece sin cesar la superficialidad y la apariencia. La forma en que los asistentes al Festival, que nos son unos cualquieras, recibieron entre carcajadas y aplausos este Triangle of Sadness indica que el objetivo de Östlund al retratar la estulticia humana había llegado a su objetivo.

Ha sido este 75 Cannes, donde recuperaba sus fechas y sus circunstancias más reconocibles, una edición que ha contado con una Sección Oficial de buen tono medio, mientras que las muestras paralelas palidecían ante el ánimo invasor de su hermana mayor. Aunque haya que tener mayor perspectiva para apreciarlo debidamente, no ha habido descubrimientos extraordinarios, sino confirmación de unos autores que ya contaban con crédito suficiente o habían ido destacando en esas secciones paralelas, como el propio Albert Serra de la muy típicamente suya Pacifiction. Igual que todo en la vida, también el primer Festival del mundo precisa de una cierta renovación que abra nuevos horizontes, distintas perspectivas.

Porque la amenaza está ahí, como se abordó a diversos niveles teóricos y estadísticos en el propio certamen: la inquietud ante el fuerte descenso de espectadores en las salas tras la pandemia. Esa imagen de El show de Truman que figuraba en el sugestivo cartel de la 75 edición, la de Jim Carrey subiendo esforzadamente por la escalera celeste junto a un muro de nubes quizá infranqueable, parece simbolizar el potente desafío al que hoy se enfrenta el cine tal como lo conocemos.


(Publicado en "Turia" de Valencia, 3 de junio de 2022).

 


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