¿El cine español 'mola mucho' en el mundo?


El compositor Lucas Vidal, doble ganador en los Goya por la música de Nadie quiere la noche y la canción de Palmeras en la nieve, aseguró en sus agradecimientos que desde Los Ángeles –donde reside– se veía que “el cine español mola mucho”. Si él lo dice… No parece que sea lo que piensan los principales Festivales del mundo, Cannes, Venecia o Berlín, que llevan varios años “pasando” casi siempre de tener película española en sus Secciones Oficiales y hasta en las paralelas. Apenas nada había en la recién finalizada Berlinale: solo un documental, Campo a través, en Culinary Cinema, dedicada al cine sobre la gastronomía; y En la azotea, un corto fin de curso de la ESCAC en Generation, apartado que se centra en temas de infancia y adolescencia. En todo el resto de la enorme programación, el desierto.

En el Festival de Berlín de este año apenas había presencia española

Podemos llenarnos la boca diciendo lo contrario, pero la verdad es que el cine español cuenta hoy bastante poco en el plano internacional. Sí se valora a algunos de sus profesionales, desde Almodóvar y Alberto Iglesias a Javier Bardem, Penélope Cruz o Aguirresarobe, pero como expresión propia está prácticamente reducida a las producciones de terror o de tipo “fantástico” para mercados subalternos. Muy pocos son los films de nuestro país que acceden a los circuitos de exhibición que realmente cuentan, ya sea por su poderío económico o por su especialización en el “arte y ensayo”.

Nos falta presencia en el panorama internacional, determinado por esos certámenes de primera línea y por las redes comerciales y culturales. Salvo el Festival de San Sebastián, que viene a ser cada año el refugio seguro para nuestro cine, los restantes suelen prescindir de películas españolas sin ningún rubor. Ahora no somos ni una potencia cinematográfica, ni somos “exóticos”, como lo fuimos durante la Transición e incluso el franquismo. Desde los tiempos de Bardem, Saura y Almodóvar (quien probablemente volverá este año a La Croisette con Julieta, por lo que ya podremos darnos por contentos), o algún año excepcional como 2009, Cannes nos resulta sumamente esquivo. Con Berlín vivimos tiempo atrás una “luna de miel” en la larga etapa de Moritz de Hadeln como director, cuando entre la Competición y la paralela Panorama no era raro contar con media docena de películas. Mientras que Venecia nunca nos ha mimado. Ni en muestras de carácter alternativo, como Rotterdam o Locarno, tenemos mayor fortuna. Tampoco los Oscar o los Premios de la Academia de Cine Europeo nos suelen resultar favorables. Incluso es escasísima la participación de españoles en los Jurados o Comités de fuera de nuestras fronteras.


La Ley del Cine de 2007 preveía la creación de un organismo mixto privado-público que, a la manera de Unifrance, promocionase el cine español en el exterior. Nada se ha hecho desde entonces, limitado el tema a lo que puede ofrecer un ICAA que también ha visto reducir mucho su presupuesto en este campo. Así, nos vamos quedando progresivamente confinados en un mundo local, doméstico, al contrario que otras varias cinematografías europeas.

(Publicado en "Turia" de Valencia, febrero de 2016).

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