Tienen mala prensa, a menudo son ridiculizadas en las redes
sociales, sufren bromas e ironías. Pero la verdad es que el tinglado cultural
de este país no se sostendría sin ellas. Me refiero a las mujeres de 60 años,
más o menos, que acuden masivamente a cines, teatros, museos, exposiciones, recitales,
conferencias y cualquier actividad valiosa que se convoque. A menudo van
juntas, en grupo, con cita previa establecida por teléfono o internet para conocer
y disfrutar de tal o cual cosa. Y da gusto verlas, interesadas por todo,
participando en todo, pasándoselo en grande ante una película, una función, unos
cuadros o unas actuaciones musicales. Han superado el llamado “síndrome del
nido vacío” y ahora se sienten en libertad para ser ellas mismas, sin sujeción a
un hogar, unos hijos o un marido, que habitualmente se queda apoltronado en el
sofá de casa, consumiendo televisión sin parar.
Suponen un verdadero fenómeno sociológico, que podemos
comprobar día a día, pero que no se limita a nuestro país. Recientemente, Aki
Kaurismäki aseguraba que había hecho su última película, El otro lado de la esperanza, pensando en ellas, en las mujeres de
60 años que constituyen el nicho principal de su público. Muchos lo tomaron por
una “boutade”, muy propia del sentido del humor del gran cineasta finlandés (al
que, por cierto, Sigfrid Monleón dedicó un excelente artículo en estas mismas
páginas de Turia a propósito de
dicho film). Pero nada de gracieta para llamar la atención: Kaurismäki estaba afirmando
una realidad palpable, que ya no son los adolescentes quienes aseguran el éxito
de una película, salvo que sea de “superhéroes” y no la puedan cazar en sus
ordenadores o móviles, sino estas estupendas señoras de cierta edad. Ellas,
practicantes de un feminismo que no se autodefine como tal, liberadas de
ataduras domésticas, integran un auténtico ejército de “receptoras culturales”
que ha llegado para quedarse.
No duden de que si –según sus organizadores– la Feria del
Libro de Madrid acaba de tener un 66% de visitantes femeninos, frente al solo
34% de masculinos, buena parte de ese porcentaje corresponde a mujeres que ya
han llegado a la sexta década de su vida. Una vida que ahora quieren completar
con todo aquello que, probablemente, no pudieron hacer en su juventud, que
respiran hoy con plenitud para gozar de cualquier iniciativa que les procure
una satisfacción que antes les estaba vedada. Sucede lo mismo con los cursos de
mayores, con universidades, centros y escuelas para personas que no alcanzaron
a disponer de la formación que deseaban. Amistades inesperadas, confidencias
largo tiempo reprimidas, el intenso sentimiento de pertenecer a un grupo, conforman
también este universo femenino. Al que los creadores deberían tener muy en
cuenta a la hora de imaginar y elaborar sus obras.
(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2017).
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