Texto escrito para el programa preparado por Filmoteca Española con material inédito de Pilar Miró, dentro de su iniciativa virtual "El Doré en Casa", disponible desde mediados de abril en su "página web" y que continúa pudiéndose consultar. Lo mismo que (en Vimeo.com) la presentación efectuada en vídeo y que recoge lo sustancial del artículo que se reproduce a continuación.
Ya trabajaba en Televisión Española desde junio de 1962, ya
estaba en la Escuela Oficial de Cinematografía (E.O.C.) desde un año más tarde,
cuando Pilar Miró realiza para el Ministerio de Educación y Ciencia una serie
de desconocidos y breves documentales sobre oficios varios: “El abogado”, “El
ATS”, “El cocinero”, “El modista” o “El periodista”, rodados la mayoría en 1966
y que Filmoteca Española recupera en su página virtual cuando se cumplen 80
años del nacimiento de la cineasta madrileña. Documentales que ni siquiera figuran en los excelentes libros dedicados a ella por Juan Antonio Pérez Millán y Diego Galán.
Se trata, sin duda, de trabajos de encargo con los que
ganarse un dinero tanto ella como los integrantes de un equipo que en buena
parte procedía de la propia Escuela de Cine, y donde encontramos nombres como
los de Juan Miguel Lamet en la ayudantía de dirección, Guillermo Maldonado en
el montaje o Francisco Valladares en la locución. No se busquen en estos
títulos de alrededor de un cuarto de hora cada uno ningún signo de autoría o de
familiaridad con los nueve largometrajes que Pilar Miró filmaría. No, son solo
labores evidentemente de compromiso, encargadas por la Comisaría de Extensión
Cultural o la Secretaría General Técnica del Ministerio, con guiones firmados
por la propia Miró pero que sin duda seguían directrices muy estrictas marcadas
por el organismo oficial.
Directrices gracias a las que encontramos en su voz en “off” algunas
“perlas” que merecen reseñarse. Por ejemplo, cuando en “El periodista” se
afirma que este “ha de observar las normas de la moral cristiana y guardar fidelidad
a las leyes fundamentales del Estado”. Cabe recordar que Pilar Miró estudió un
tiempo Periodismo, alternándolo con Derecho, en que llegó hasta cuarto curso,
pero tampoco terminó. Quizá por eso aseguraba en su documental sobre la
profesión, que el abogado debe ser “reservado, honesto y estudioso” porque la
abogacía “es como un sacerdocio”, dicho antes de que Fernando Vizcaíno Casas
(protagonista del corto) reciba en su despacho privado a la hija pequeña en un
final enternecedor… También vale la pena subrayar que el titulado “El ATS”, en unívoco
masculino, recoge siempre enfermeras femeninas; o que en el ya citado “El
periodista” no veamos ni una sola mujer ni en la Redacción ni en los talleres
del diario del sindicato vertical “Pueblo”, donde se desarrolla el documental.
26 años tenía Pilar Miró cuando llevó a cabo estos cortos
“didácticos”, en los que recoge sin duda sus experiencias en el programa
televisivo “Revista para la mujer”, que se iniciase en 1964, con gran éxito de audiencia.
Así se percibe claramente en “El cocinero”, muy volcado en el Profesor Garcés
que colaboraba con dicho espacio, y en “El modista”, que protagonizan los dos
propietarios de la firma de alta costura Vargas-Ochagavía. Pero en 1966, cuando
los realiza, Pilar Miró ya ha pasado –con la novela “Lilí”– de los programas
informativos a los dramáticos, lo que en TVE significaba una clara subida de estatus;
y no parece que tuviera necesidad, más allá de la posible de tipo económico, de
aceptar encargos tan forzados. O posiblemente los aceptase para ejercitarse con
la cámara cinematográfica, terreno al que no accedería de verdad hasta una
década después con “La petición”.
Aunque para entonces sí había trabajado en diversas ocasiones
con sus compañeros de la Escuela de Cine, con relieve especial en “Luciano”,
práctica final de carrera de Claudio Guerín Hill en el curso 1964-65 (para
quien ya había aparecido el año anterior en un papelito de “Nuestra edad”), que
está considerada generalmente entre las mejores, si no la mejor, de cuantas se
filmaron en la E.O.C. Para ella, Pilar Miró, que mantenía por entonces una
relación personal con Guerín, ejerció la doble función de “codialoguista y
secretaria de rodaje”, además de aparecer como ayudante de realización en el
plató del programa de televisión que simula ser esta espléndida práctica,
incluida también en la propuesta de Filmoteca Española.
Y como “guinda” final, “Pilar”, un documental en blanco y
negro, de 10 minutos y sin sonido, de Juan Tébar, que por encima de ser una
probable práctica de primer curso suyo (él estaba en la especialidad de Dirección;
Pilar Miró en la de Guion), supone un ejercicio de fascinación hacia la
incipiente cineasta (a este documental pertenecen las dos fotos suyas que reproducimos). Al que ella, resulta evidente, se presta con sumo gusto y
con unas dosis de narcisismo que se concreta en sus “sugerentes” miradas a
cámara. Desde el despertar mañanero a unas pruebas de vestuario, pasando por el
maquillaje, la conducción en el 600 o sus llamadas telefónicas, seguimos a
Pilar Miró en el juego que le propone Tébar, su colaborador en tantísimas
ocasiones e indudable admirador suyo.
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