Momento previo al Debate a Cuatro en la Academia de Televisión
Salvo una mención al IVA cultural dicha por Pedro Sánchez,
dentro de la crítica a Mariano Rajoy por haber subido los impuestos, la palabra
“cultura” no apareció nunca en las dos horas del debate del pasado lunes entre
los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno. Ya desde los diversos
bloques que sus asesores habían pactado, se obviaba por completo el tema,
aunque dentro de la situación social (la cultura es un derecho de los
ciudadanos, no se olvide) podrían haberlo abordado, aunque fuese con brevedad dada
la cantidad de cuestiones sobre el tapete. Pero ninguna de las cuatro
formaciones políticas representadas en el panel pareció interesada, ni
mínimamente, en abordar que la cultura debería ser un asunto digno de
preocupación y soluciones en este país.
Pero ello ha sucedido no solo en ese debate televisivo, sino
de la misma manera en cuantos mítines o actos celebran los candidatos. Excepto
cuando se reúnen con los diversos sectores implicados y se llenan de bellas
palabras para contentar a su audiencia, jamás se refieren a aspectos
culturales. Y todo lo resumen en un par de ideas preconcebidas y que acaban
significando poco: que hace falta un Pacto de Estado por la Cultura y que hay
que empezar con la educación infantil para llegar a logros en el futuro. Ambas
cosas son verdad, pero hay que definirlas, precisarlas y analizar los métodos
para que puedan llevarse a cabo con unas ciertas garantías.
Tampoco busquen ustedes demasiado en los programas
electorales, ya vengan en forma de tocho ilegible o de brillante catálogo. En
esto, como en tantas otras cosas, la “vieja política” y la “nueva política” se
dan la mano sin ningún pudor. ¿Significa que todo va sobre ruedas en este
terreno o que no se cuenta con propuestas concretas para solventar nuestras
evidentes carencias culturales? Me parece claro que lo segundo, pero se diría
que a ningún político le afecta demasiado. Que el 40% de los españoles no lea
ni un libro al año, que nuestro cine se halle en un momento especialmente
difícil de supervivencia, que los museos se nutran sobre todo de jubilados (más
bien, jubiladas) o de muestras “mediáticas” como la de El Bosco, que vayan
desapareciendo locales teatrales de carácter alternativo u orquestas con pocos
recursos, ¿y qué? ¿A quién le importa, lejos de un pequeño círculo que apenas
procura votantes? Los artistas, que se las arreglen como puedan, que para eso
son artistas, bohemios, arrogantes y zascandiles.
Y, sin embargo, se podría hacer tanto con bastante poco
dinero, se notaría tan pronto un verdadero crecimiento cultural del país si se
pusiera manos a la obra… Serían tan patentes los resultados que incluso
traerían beneficios a quienes hoy ignoran la cultura. Esos mismos que pasaron
olímpicamente de ella durante el debate sobre las elecciones del próximo día
26.
(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2016).
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