No quiero “pisarle” el terreno a Laura Pérez, enviada
especial de Turia a la Semana de
Cine de Valladolid, en su valoración del Festival y de lo más valioso que haya
encontrado en él. Pero sí deseo referirme a dos películas que me han llamado
poderosamente la atención en el tiempo en que pude estar en la ciudad
castellana: Dev Bhoomi (Tierra de dioses), de Goran
Paskaljevic, y Dancing Beethoven, de
Arantxa Aguirre. Una ficción y un documental, pero en ambos casos una apuesta
decidida por la belleza y por la esperanza en un mundo mejor.
"Dev Bhoomi" ("Tierra de dioses"), de Goran Paskaljevic
En el primero de ellos, Paskaljevic se traslada a la región
del Himalaya para contarnos el reencuentro de un hombre que, tras cuarenta años
en Inglaterra y ante una ceguera inminente, vuelve a su aldea de origen, de la
que salió de forma traumática. El rechazo de su hermano, el recuerdo del imposible
amor hacia una bailarina de casta inferior, la cálida acogida de su entonces
mejor amigo, la hostilidad de los vecinos, se van sucediendo entre hermosos
paisajes exteriores e interiores espléndidamente fotografiados por Milan
Spasic, el operador habitual del cineasta serbio. En aquellas aldeas remotas
perviven todavía las tradiciones de clasismo, intolerancia, machismo y
matrimonios arreglados que van desapareciendo en otros lugares de la India,
sobre todo en los núcleos urbanos. Pero su fuerza allí resulta determinante, y
Paskaljevic se refiere a esas constantes de comportamiento con la misma
decisión y sentido crítico que cuando se ha referido a su país, a Estados
Unidos o a cualquier otra parte en que haya rodado. Es un gran director, ya ganador
en tres ocasiones de la Espiga de Oro vallisoletana, y lo vuelve a demostrar en
Tierra de dioses, apoyado por el protagonismo
de Victor Banerjee, uno de los mejores actores indios. Pero también como en el
resto de su filmografía y remitiéndose ahora a Tagore, Paskaljevic deja un
margen a la esperanza en un futuro de tolerancia y comprensión, representado
por esa maestra que decide quedarse en el lugar y reconstruir la incendiada
escuela para seguir enseñando a los críos.
"Dancing Beethoven", de Arantxa Aguirre
En un contexto totalmente distinto, el del Ballet de Lausanne
que crease Maurice Béjart, Arantxa Aguirre apuesta por algo muy próximo en Dancing Beethoven. Aquí son los ensayos de la compañía suiza sobre la Novena Sinfonía
los que ocupan el “corpus” del documental, que concluye con una impactante
representación en Tokio. La belleza e inmediatez con la que Aguirre muestra
todo este proceso de creación es magistral, aunque no debe extrañar conociendo
anteriores trabajos de su directora, dotados siempre de un sentido estético y
una sensibilidad muy especiales. Y las conclusiones resultan similares: entre
la fraternidad, la multiculturalidad y el abierto diálogo de los solo
aparentemente distintos, se halla la esperanza por ese “mundo nuevo” que
Beethoven quiso exaltar en su “Himno de la Alegría”.
(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2016).
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