A Yvonne Blake, in memoriam
Cuando el pasado 28 de marzo nuestra Academia presentaba su
libro “Cine y Educación”, con el Documento Marco elaborado sobre el tema,
estaba entregando una antorcha libremente elegida a otras manos que han de
continuar la imprescindible carrera. Su papel de impulsora y dinamizadora de
una cuestión que considera esencial, finalizaba ahí, en esa presentación
pública. Ahora tienen que ser las autoridades educativas correspondientes,
tanto a nivel estatal como autonómico, las que de una vez por todas tomen en
sus manos la realización del proyecto.
"Los niños salvajes", de Patricia Ferreira
En el mismo acto, los partidos políticos presentes coincidían
en la necesaria implantación de la educación audiovisual en todos los niveles
de la enseñanza previos a la universitaria e incluso, con gran satisfacción
nuestra, propugnaban un acuerdo o Pacto de Estado sobre la materia. Un Pacto
que (no queremos ser exclusivistas ni protagonistas únicos) debería quedar
incluido en uno mucho más general sobre la Educación en nuestro país. Cuestión
decisiva, sobre la que los grupos parlamentarios dicen siempre estar de acuerdo,
pero solo en principio porque, legislatura tras legislatura, no acaba de
convertirse en realidad… Aunque si nos limitamos a la puesta en práctica de un
Plan de Alfabetización Audiovisual, como lo denomina la Comisión Europea, no
parece tan complicado llegar a un consenso suficiente y culminar así un anhelo
de muchas generaciones, hasta ahora frustrado. Lo plantea con meridiana
claridad el propio Documento Marco de la Academia, abogando “porque se pongan en marcha las acciones
necesarias con el fin de llegar a un Pacto de Estado con los diversos grupos
políticos para la definitiva introducción de la enseñanza audiovisual en la
regulación educativa”.
Siempre se han manejado por parte de los responsables públicos,
fueran del partido que fueran, dos obstáculos que decían insalvables para poner
en práctica la educación audiovisual: las dificultades para llegar a acuerdos entre
las distintas autoridades estatales y autonómicas, dado que buena parte de las
competencias de enseñanza se hallan transferidas a estas últimas; y el problema
de la no existencia de un profesorado preparado y apto para enseñar la materia.
A lo que cabría añadir un tercer factor que se ha desarrollado aceleradamente
(y por fortuna, ante la inacción de dichos poderes públicos) en los últimos
años: la multiplicidad de valiosas iniciativas particulares que están abordando
la situación, más de un centenar según deja constancia el libro de la Academia.
Pues bien, sin querer presumir de nada, ni pretender ser redentores ni ponernos
“estupendos” –como diría el Don
Latino de “Luces de bohemia”–, podemos decir con orgullo que en este volumen se
responde suficientemente a tales obstáculos, proponiendo una serie de
soluciones sobre la relación entre la Administración central y las periféricas,
mostrando diversos itinerarios para la formación del profesorado y sugiriendo
módulos de colaboración público/privada.
"La lengua de las mariposas", de José Luis Cuerda
Porque nuestro Documento Marco y sus cinco Anexos (que
incluyen listas orientativas de películas), elaborados por un muy relevante
grupo de una quincena de profesionales, es ante todo un semillero de ideas con capacidad
suficiente para ser adoptadas por aquellos a quienes corresponda gestionarlas. Que
no es la Academia, como recordó en la presentación su Presidente, Mariano
Barroso, quien además no dudó en situar para la entidad el proyecto “Cine y
Educación” a similar nivel de relevancia que los Goya. Cuando lo emprendimos, a
mediados de 2017 y con el impulso decisivo de la querida Yvonne Blake, entonces
Presidenta, ya dijimos que no buscábamos elaborar solo un par de folios de
buenas y consabidas intenciones, sino de ir lo más lejos que nuestro
entendimiento y experiencia permitieran. Y así lo hicimos para lo que ha
acabado siendo un libro de 253 páginas, nada dogmático ni defensor de una línea
exclusiva de actuación.
Al contrario, por ejemplo en la polémica de si la enseñanza
del audiovisual debería constituir una asignatura o conformar una materia
transversal que agrupara diversas iniciativas en este sentido, desde
desplazarse a salas de cine para ver determinadas películas a lo largo del
curso académico hasta integrar “equipos de rodaje” con el fin de conocer mejor
el medio, decimos claramente que –al menos en una primera etapa– parece más
adecuado el segundo camino, desarrollado mediante prácticas educativas
innovadoras y con impulso motivador. En definitiva, se trata de llegar “por el conocimiento al disfrute pleno”
del alumno (lo que podría ser nuestra consigna), evitando cualquier tentación
memorística o examinadora en beneficio del “placer
de abarcar cuanto una obra creativa puede proporcionarle, que es mucho y
enormemente estimulante”, según se afirma en el Documento Marco. No es
cuestión de “aprender o saber de cine”; igual que cualquier otro arte, el cine se
vive, se siente, se interioriza, nos enriquece como seres humanos. Pero lo que
sí aseguramos es que cuanto más se profundice en él, en su lenguaje, en su estética,
en su historia, mayor será el placer cultural de contemplarlo.
"Blog", de Elena Trapé
Con motivo del acuerdo parlamentario sobre el retorno de la
Filosofía a los institutos, la ministra de Educación, Isabel Celaá, señalaba en
octubre pasado que “creemos que, con
ello, ayudamos a los alumnos que crecen inmersos en un mundo repleto de
información, en una sociedad hiperconectada, a desarrollar un pensamiento
crítico que les permita distinguir lo importante de lo accesorio y los
fundamentos del mundo en el que vivimos”. Palabras muy justas, y que
podemos y debemos hacer extensivas a un mundo audiovisual en el que “habitan”
nuestros niños y adolescentes desde muy pequeños, con una media de cuatro horas
diarias ante una pantalla, sea de ordenador, televisor, “tablet” o móvil. Esa
imprescindible formación de un pensamiento crítico ya la detectó Umberto Eco en
su “Apocalípticos e integrados”, de 1964 (“La
civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la
imagen una provocación a la reflexión crítica, no una invitación a la hipnosis”);
ya la desarrolló mucho más recientemente, en 2014, Juan Antonio Pérez Millán a
lo largo de su fundamental “Cine, enseñanza y enseñanza del cine”, y así lo han
propugnado otros numerosos y lúcidos tratadistas en días tan necesarios para
ello como los actuales.
Entonces, si la sociedad ve la necesidad de la enseñanza
audiovisual hoy en España, si –como comprobamos durante la labor de nuestro
grupo de trabajo– hay pleno consenso en los sectores educativos y
cinematográficos, ¿qué falta para ponerla en marcha? Simple y llanamente,
voluntad política.
· Fernando Lara ha sido, junto a
Mercedes Ruiz y Marta Tarín, Coordinador del proyecto de la Academia “Cine y
Educación”.
(Artículo publicado en la revista "Academia", nº 236, junio de 2019).
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