Fue muy bueno el discurso de Isabel Coixet tras recoger el Premio Nacional de Cinematografía. Lejos de elaborar un texto protocolario o de suma de agradecimientos a mamá, papá, pareja y demás tópicos en esta serie de actos, resumió en doce puntos sus consejos a las y los jóvenes cineastas que se inician en la profesión. Que cabe resumir en esa frase de que “a falta de certezas, abraza la niebla”, una sugerente metáfora del trabajo que ha de realizarse para llegar hasta el otro lado de la cámara.
Tras la inauguración con la última película de Woody Allen, Rifkin’s Festival, la entrega del Premio Nacional marcó el inicio de la 68 edición del Festival de San Sebastián, que muchos dudaron que pudiera llegar a celebrarse pero que finaliza mañana, sábado 26, con la entrega de premios. Como sucedió con el de Málaga y posteriormente con Venecia, lo fundamental este año es que haya tenido lugar, su propia existencia en medio de una pandemia impenitente. Más allá de películas e invitados, dejando a un lado esta vez brillanteces, excelsas alfombras rojas, cócteles y otros festejos, lo realmente importante es que las proyecciones se han ido efectuado conforme a lo previsto, con, eso sí, cuantas medidas de precaución y requisitos sanitarios que la ocasión precisaba. Y la ciudad ha respondido con entusiasmo a este empeño de mantener el certamen en pie, como lo demuestra que el mismo domingo en que las entradas se pusieron en venta por internet, el 90% de los aforos quedaron ya vendidos.
Hubo una palabra que corrió como la pólvora en los primeros días del Festival, a los que asistí, e incluso así lo reflejaban los telediarios: extrañeza. Quien más quien menos hablaba de lo extraño que le resultaba contemplar las salas con la mitad de las butacas clausuradas, tener que ver las películas con mascarilla, volver en cada proyección a los rótulos en tres idiomas que nos recordaban las medidas (e incluso nos agradecían haber ido al cine) y pasar por expendedores de gel que te ofrecían amables azafatos y azafatas…
Claro que resultaba extraño, ¡cómo no iba a serlo!, pero con un poco de paciencia colaborativa tampoco era para tanto y, de hecho, se adecuaba a la situación que estamos viviendo desde marzo. No se nos pedía nada tan excepcional que no pudiera cumplirse, y la organización del Festival se volcó tanto en marcar las normas como en que los espectadores las siguieran al máximo. E incluso alguna se agradeció, y esperemos que permanezca, como el que todas las sesiones fuesen numeradas y se evitasen las larguísimas colas tradicionales para lograr los mejores sitios. San Sebastián 2020 ha podido celebrarse, y ahora recogen el testigo Sitges, Valladolid, Sevilla, Gijón, Huelva… El cine, no lo duden, está vivo.
(Publicado en "Turia" de Valencia, septiembre de 2020).
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