'120 latidos por minuto', de Robin Campillo
Frente al sol que brilla en un Cannes repleto de gente por
todas partes, se asomaba a la Gran Sala del Palacio la durísima tragedia vivida
en los años más virulentos del sida, la década de los 90. ‘120 latidos por
minuto’, tercer largometraje de Robin Campillo y uno de los cinco debutantes en
la competición, se centra en las actividades del grupo de víctimas Act
Up-Paris, dedicado a denunciar la política gubernamental sobre el tema y las oscuras
prácticas de los laboratorios. A ese colectivo perteneció el propio Campillo, y
ello se percibe claramente en el “efecto de realidad” que domina la película.
Tal es su principal virtud: el carácter de “verdad” que destilan sus imágenes
en aquellos años en que la enfermedad hacía tremendos estragos entre los
homosexuales (también entre drogadictos, prostitutas y prisioneros en cárceles,
aunque el film apenas hace referencia a ellos).
A caballo entre el Laurent Cantet de ‘La clase’ y el Olivier
Assayas de ‘Carlos’, en su reflejo de situaciones colectivas, ‘120 latidos por
minuto’ reconstruye de forma semidocumental el activismo del mencionado grupo,
aunque en la parte final de sus casi dos horas y media se decanta por la
relación entre dos de sus componentes: Sean, espléndidamente interpretado por
el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, y el recién llegado Nathan, pareja
que viene marcada por las circunstancias devastadoras que cabe imaginar.
"The Square", de Ruben Östlund
Otra aproximación muy diferente a la realidad es la que
efectúa el cineasta sueco Ruben Östlund en ‘The Square’. Dado a conocer
internacionalmente por su Premio en la sección paralela Un Certain Regard de 2014
por ‘Fuerza mayor’ (también llamada ‘Tourist’, que ganó asimismo el Festival de
Sevilla de ese año), en esta ocasión vuelve a ser una cuestión moral lo que
plantea. Si en la anterior abordaba la cobarde respuesta de un padre de familia
ante el alud sobrevenido en una estación de esquí, ahora el protagonista es el
director de un museo de arte contemporáneo cuya vida se ve turbada por el robo
de su cartera y de su móvil, hecho a partir del que se desencadenan los
conflictos que, de nuevo asumidos con cobardía y a base de autoengaños, van
marcando la trayectoria del protagonista. Él mismo Östlund los resume al
situarlos “entre la responsabilidad y la confianza, la riqueza y la pobreza, el
poder y la impotencia, la creciente importancia que se le da al individuo en
oposición al desinterés hacia la comunidad y la desconfianza respecto al Estado
en materia de creación artística y de medios de comunicación”.
Quizá demasiados asuntos para un film imperfecto, al que
convendría un montaje más ajustado (parece que lo va a tener en su distribución
comercial) que redujera la duración de sus secuencias o prescindiera de varias
de ellas, en especial las que se refieren a un misterioso gorila y a la especie
de actor que lo imita violentamente durante una lujosa cena. Tampoco las
ironías de ‘The Square’ sobre el arte contemporáneo van más allá de los tópicos
al uso entre los escépticos, ni aportan una mirada enriquecedora al sofisticado
mundo al que se refieren. Pero la verdad es que la película, incluida a última
hora a concurso, siempre resulta inquietante, con clara intención moralista
sobre las dudas e insatisfacciones de una sociedad desarrollada, como ya sucediera
–con mejor potencia y nitidez– en ‘Fuerza mayor’.
Y si angustia hay ante la proyección de ‘120 latidos por
minuto’, no menor sentimos ante la tunecina ‘La bella y la jauría’, de Kaouther
Ben Hania, incluida en Un Certain Regard (recordemos que Selección Oficial,
aunque no Sección Oficial, perdón por el galimatías). Se basa en un hecho real
y filmada en nueve planos-secuencia para narrar la odisea de una joven universitaria
de 21 años que es violada por dos policías. La misma Policía ante la que tiene
que comunicar la agresión y que la somete a todo tipo de presiones, amenazas y
chantajes para que retire su denuncia, acogida también con escepticismo y
desidia entre médicos y sanitarios. Una película valiente a favor de las
mujeres tan brutalmente sometidas a la violencia machista, ejercida
precisamente por quienes más deberían protegerla de ella.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 21 de mayo de 2017).
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