Cuesta mucho creer que ninguno de los
comités de selección de las diversas secciones que componen el Festival de
Cannes, haya encontrado un solo largometraje español que llevar a su programa. Exclusivamente,
un corto documental, ‘Los desheredados’, de la catalana Laura Ferrés, aparece
en la Semana de la Crítica; y una coproducción minoritaria con Argentina, ‘La
cordillera’ (también llamada ‘El Presidente’), de Santiago Mitre, con Elena
Anaya en un pequeño papel, figura en Un Certain Regard, donde también vemos a Emma
Suárez como protagonista de la mexicana ‘Las hijas de Abril’, de Michel Franco.
Se conoce que con tener a Pedro Almodóvar como Presidente del Jurado, ya es
bastante representación de nuestro país…
El problema es que no somos
imprescindibles, porque nuestras productoras siguen siendo poco potentes
internacionalmente, ni tampoco exóticos, porque nos hallamos demasiado cerca.
Ni coproducimos apenas con Francia, condición “sine qua non” para acceder a
Cannes. Estamos en una “tierra de nadie”, donde únicamente cuentan los nombres
del citado Almodóvar o, para las secciones paralelas, los de Jaime Rosales, Albert
Serra u Oliver Laxe. El resto simplemente no existe para Cannes, aunque –decía
con cierto cinismo hace unos días el responsable máximo de la Selección
Oficial, Thierry Frémaux– “estoy seguro de que debe de haber otros cineastas
muy valiosos”… ¿Por qué no los busca? Desde 2009, cuando en la Sección Oficial
coincidieron Almodóvar, Isabel Coixet y Amenábar, el primero ha sido el único
español en tener película en competición. Ya cansa repetirlo todos los años,
pero quedar marginados del primer Festival del mundo nos causa un gravísimo
perjuicio.
"La cordillera" ("El Presidente"), de Santiago Mitre
Además, tampoco ‘La cordillera’ es
como para tirar cohetes. Tercer film del bonaerense Santiago Mitre, resultaban
notablemente más interesantes sus anteriores ‘El estudiante’, máximo galardón
del Festival de Gijón de 2011, y ‘Paulina’, que aquí obtuvo el Premio de la Semana
de la Crítica cuatro años después. Dos historias aborda la película, la de un
Presidente argentino cuyo voto es decisorio en una Cumbre destinada a crear un
organismo conjunto latinoamericano sobre la Energía; y la de su hija, con serios
trastornos psicológicos y que se desplaza hasta los Andes chilenos, donde tal
Cumbre se desarrolla, para intentar tapar un caso de corrupción que le afecta.
Pero ambos relatos casan mal, dejan excesivos cabos sueltos e interrogantes
varios dentro de unas imágenes donde un omnipresente Ricardo Darín acaba
resultando cansino.
Mientras, la Competición Oficial nos
ha deparado la ucraniana ‘Krotkaya’ (‘Una mujer dulce’ o ‘amable’) y la
norteamericana ‘Good Time’, de los hermanos Benny y Josh Safdie, debutantes en
esta plaza. De la segunda cabe decir que responde a ese hueco que Cannes suele
reservar para un producto “made in USA” de carácter policiaco y violento, apuesta
que le salió bien hace dos décadas con ‘L.A. Confidential’, pero desde luego no
en este caso.
"Krotkaya", de Sergei Loznitsa
Mucha mayor enjundia posee
‘Krotkaya’, donde Sergei Loznitsa, cuya carrera alcanzó su mejor nivel en el
revelador documental ‘Maidan’, de 2014, narra la odisea de una mujer que desea
encontrar el paradero de su marido, preso en la Rusia de hoy. El film desarrolla
potentemente un relato casi kafkiano sobre la humillación…, hasta que una
larguísima y burlesca pesadilla de la protagonista, así como la manera de
justificarla, lo echa en buena parte a perder. Una verdadera lástima.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 26 de mayo de 2017).
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