Prólogo al cuarto volumen (1964-1968) de la serie de libros "75 años de estrenos de cine en Madrid", de Juan José Daza del Castillo, publicado por Ediciones La Librería:
Si no fuera porque le conozco personalmente, pensaría que el
nombre de Juan José Daza del Castillo correspondía a toda una entidad o
institución. Porque es tan ingente la obra que ha acometido, que parece
imposible que esté siendo desarrollada por una sola persona (aunque “con la inestimable ayuda”, como él mismo
la califica, de Alín Acatinca y Carmen Vega). Uno diría que esta labor de
reseñar sala a sala cuantos estrenos cinematográficos se han producido en
Madrid durante 75 años, desde 1939 tras la Guerra Civil, sería objeto del
amplio equipo de un centro público, con los necesarios medios humanos,
documentales y tecnológicos puestos a su disposición. Craso error: es obra de alguien
único, que se pasa días enteros en la Hemeroteca Nacional recogiendo todo tipo
de datos. De ahí habían nacido hasta ahora tres tomos, dedicados a los periodos
1939-48, 1949-58 y 1959-63; nace ahora el cuarto, que comprende entre 1964 y
1968, el que me honro en prologar con estas líneas.
Editados por La Librería, además, en tan solo tres años, lo
que habla de una vastísima preparación previa para hacer posible el
extremadamente minucioso recorrido por la programación de los cines madrileños,
con la ficha de cada película exhibida, incluyendo cuánto duró en cartel e
incluso la “Calificación Moral” recibida. Y acompañado por un espacio previo
para Noticias del año, que aporta informaciones relevantes y muchas veces poco
conocidas, y el Resumen de la temporada. Lo que, unido al Índice de títulos
citados, convierte prácticamente al volumen en un Anuario de cuanto ha sucedido
en el campo cinematográfico. Con ello, la indudable vocación de Juan José Daza,
que ha dedicado gran parte de su vida a la exhibición, se transforma en un
empeño enormemente útil no ya solo para historiadores y eruditos, sino para
aficionados en general que quieran rememorar aquellas carteleras o conocerlas
de primera mano.
Unas carteleras que, en la década de los 60, viven en Madrid
–y en toda España– una verdadera explosión. Es una auténtica “Edad de Oro” de
las salas, que duplican su número en nuestro país durante tan solo una década,
como consecuencia de que cada españolito va al cine nada menos que una media de
doce veces al año (el doble que en Alemania), cuando en la actualidad no va más
de dos. Es el momento de las grandes pantallas para albergar las proyecciones
en Cinerama, Todd-AO o 70 milímetros, con que la industria de Hollywood trata
de combatir denodadamente la infiltración popular de la televisión. Es cuando
era posible que una película llegase a ser proyectada durante 639 días
consecutivos, entre el 19 de abril de 1963 y el 19 de enero de 1965, como logró
La conquista del Oeste en el Cine
Albéniz, estableciendo un récord absoluto. O cuando también se eternizaban en
la pantalla títulos como West Side Story
y Doctor Zhivago en el Paz, Cleopatra en el Conde Duque o Lord Jim, en el Palafox. Aunque no
sucedía lo mismo con films españoles del máximo nivel de calidad, caso de El verdugo (28 días), La Tía
Tula (otros 28), Nueve cartas a
Berta (42) o La caza (tan solo 7).
Lo que supuso la llegada en 1967 de las llamadas “Salas Especiales”
y “de Arte y Ensayo”; las modificaciones legislativas aplicadas por José María
García Escudero al frente de la Dirección General de Cinematografía, con un
cierta apertura de la censura; el hecho de que Alegre juventud fuera en 1964 la primera película no religiosa
autorizada a proyectarse durante la Semana Santa; que nada menos que al 61% de
las 1.456 películas calificadas entre 1963 y 1966 por la autoridad eclesiástica
les fuese aplicado el 4 de “Gravemente Peligrosa” (hombre, tan malos no hemos
salido…); que el precioso Cine Doré se salvara milagrosamente de la piqueta al
pensarse en él como futura sede de la hoy Filmoteca Española; que la sala
preferida de Azorín fuera el pequeño Cine Gong, situado en la calle de Marqués
de Cubas y que pasaba con frecuencia films en versión original “avant la lettre”…
Todo esto lo sabemos o lo recordamos ahora gracias al trabajo
de Juan José Daza, en un ejercicio de memoria que va mucho más allá del frío
dato, de la estadística objetiva. “La
nostalgia ya no es lo que era”, sostenía Simone Signoret, pero en este volumen
recuperamos lo mejor de ella. Pasando y paseando por sus páginas, uno rememora
tantas miles de horas disfrutadas ante la pantalla, pero también las enormes
carteleras, las interminables colas de espectadores, el ansia hacia lo maravilloso
que nos esperaba, las personas queridas que nos acompañaban. Íbamos al cine tal
como éramos, tal como vivíamos, sentíamos y anhelábamos: ahí radica la
principal lección de los impagables libros de Juan José Daza, este confeso
admirador de Dreyer, Kurosawa, Fellini y Wilder, que le enseñaron “a amar el cine”. Apasionadamente.
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