Quienes venimos habitualmente al Festival de Cannes tememos
como a un nublado la llegada de su primer fin de semana. Es como si media
Francia se hubiera desplazado aquí, con sus medios de información incluidos,
para darse un garbeo por el certamen, al que suelen sumarse los viajeros de un
par de cruceros atracados en la bahía. Todo está lleno a rebosar, las colas se
multiplican ante cualquier sala de proyección, restaurante o local público, lo
que este año resulta aún más incómodo por el aumento de las medidas de
seguridad. Quizá como consecuencia de ello, se nota asimismo una mayor
agresividad y malhumor en el personal: si, por ejemplo, se filmaran las peleas
ante los expositores que, en la entrada al Mercado del Film, ofrecen
gratuitamente las diversas revistas profesionales editadas durante el certamen,
tendríamos un buen comienzo para la segunda parte de ‘Relatos salvajes’… Pero,
más en serio, hay que creer que estará previsto un perfecto sistema de
evacuación ante una grave emergencia que pudiera producirse y que, en medio del
océano de puertas cerradas y vallas, daría origen a una verdadera catástrofe.
"The BFG", de Steven Spielberg
Todo ello se incrementa cuando el Festival programa una
película de Spielberg como ‘The BFG’, adaptación de la famosa novela infantil
que el autor británico Roald Dahl escribiese en 1982 y que en España llevó el
título de ‘El Gran Gigante Bonachón’. A finales de esa década, ya se había
hecho una versión en dibujos animados, como también se han llevado al cine
otros relatos de Dahl, como ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, ‘Matilda’ o
‘Fantástico Mr. Fox’. Pero el hecho de que Spielberg (apoyado esta vez en
Disney) se fijara en la historia de este buen gigante y la niña de un orfanato
que le acompaña, empleando para ello los más avanzados medios técnicos en
imagen real y un despliegue de decorados fantasiosos, otorgaba un carácter
especial al estreno de ‘The BFG’ en Cannes, fuera de concurso.
Pues, pese a ello, seguimos prefiriendo con mucho “E.T.”
dentro de la zona “de cuentos” o “familiar” de su autor. Quizá abrumado por
unos efectos digitales que tienen que luchar continuamente con la diferencia de
tamaño entre un gigante de 7 metros y una niña de 10 años, quizá porque se ha
sentido menos a gusto interpretando el mundo de Dahl que con una historia
propia, lo cierto es que la película no acaba de funcionar. Contrariamente a lo
que son señas de identidad de Spielberg, a “The BFG’ le falta una emoción que
la incesante música de John Williams no le otorga, le falta ritmo narrativo, no
posee el dominio e inventiva que acabábamos de admirar en un film suyo tan
distinto como ‘El puente de los espías’ (con el que comparte al excelente actor
Mark Rylance; allí, un informante ruso que le llevó al Oscar; aquí, el gigante
simpático).
"Toni Erdmann", de Maren Ade
Aplastada por la popularidad de Spielberg, ha llegado una de
las posibles sorpresas de la Competición: ‘Toni Erdmann’, tercer largometraje de
Maren Ade, que supone la primera de la escasísima presencia –solo tres títulos–
de directoras en la Sección Oficial y que, además, significa el regreso a ella
de una cinematografía como la alemana, largo tiempo postergada. Aborda el
encuentro entre un padre siempre bromista y casi bohemio con una hija con la
que apenas se relaciona pero con la que vive una serie de peripecias en
Bucarest, donde ella trabaja como alta ejecutiva. Ágil y divertida en diversos
momentos (lo que siempre se agradece en un Festival), tan bien interpretada por
Sandra Hüller y Peter Simonischek que podría alzarles hasta el Palmarés final,
adolece sin embargo de un exceso de metraje en sus 2 horas y 42 minutos,
consecuencia de un guion que habría necesitado algún “hervor” más para evitar
repeticiones y secuencias prescindibles, que un montaje de quince meses no ha
logrado compensar.
Dando la razón al Instituto de Cine Sueco, que plantea llegar
en 2020 a un 50% de cineastas de uno y otro sexo, también otra mujer ha
destacado tras la cámara en la muestra paralela Un Certain Regard: la francesa
Stéphanie Di Giusto con su “opera prima” ‘La danseuse’, brillante biografía de
la bailarina Loïe Fuller, que se hizo famosa con la llamada “danza serpentina”,
a base de grandes velos y gasas, y que precedió a Isadora Duncan. E igualmente mujeres,
en este caso como personajes, centran ‘Mademoiselle’, donde Park Chan-Wook
filma con belleza e intensidad unas secuencias eróticas que acaban eliminando
las barreras de clase y nación entre ama y criada durante la ocupación japonesa
de Corea en los años 30.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 15 de mayo de 2016).
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